Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

sábado, 24 de julio de 2010

Camino del Norte: 1ª etapa

5/7/10

Empiezo un nuevo Camino. Son las 6,30 de la mañana y parto del albergue de Irún, donde he pernoctado, ya que no dormido, en dirección a poniente. Nuevo Camino y renovada ilusión.
A Irún llegué ayer domingo a las 13,30 y lo primero que hice fue ir en busca del albergue. Una vez encontrado y comprobado que no abrían hasta las 4 de la tarde, me dediqué a pasear las dos horas largas que me quedaban, claro que primero tenía que comer y me puse a buscar donde. Después de dar buena cuenta de una ensalada y unas carrilleras de ternera estofadas, regado todo ello con un vino tinto fresco de la casa, partí de nuevo hacia el albergue. Ya no tenía ganas de pasear. Como aún era temprano busqué un lugar con sombra y asiento para esperar. Acababa de encontrarlo cuando veo llegar a otro peregrino, buscando el albergue, me dije yo. Me dirigí a él y le hice saber que estaba muy cerca del albergue y que la hora de apertura era las 4. Me dio las gracias y aprovecho para comer algo, pues acababa de llegar y aún no había comido nada. Cual fue mi sorpresa cuando veo que saca un fogoncillo casero hecho a partir de una lata de kilo cortada por la mitad, habiendo dejado tres pestañas, que dobladas hacia dentro, hacían de soporte para la lata que se había de calentar, en concreto de chili con carne, que sacó del interior de la mochila. Sacó también una pastilla de las de encender las barbacoas, le prendió fuego y la depositó rápidamente en el fondo del fogoncillo. Puso la lata de chili encima y esperó a que se calentara. No debió de tardar mucho en calentarse pues enseguida se puso a comer ayudado de un tenedor. Una vez hubo acabado me dijo que había traído unas cuantas latas por si las necesitaba los primeros días. Yo me quedé sin saber que decir pues era la primera vez en los 4 años que llevo saliendo al Camino que veo algo parecido. Recogió sus cosas y partimos hacia el albergue. Ya habían abierto aunque aún no era la hora. Había unos cuantos peregrinos esperando que les hicieran la inscripción y le sellaran la credencia. Lo mismo hicimos nosotros. Ana, la hospitalera, una chica simpática y amable, nos atendió y nos acompañó hasta nuestra habitación que constaba de tres literas donde dormiríamos 6 personas aprovechando al máximo el espacio de una habitación de un piso, pues en un primer piso se ubicaba el albergue, que se componía de 4 habitaciones con una capacidad similar. Además dos baños y dos duchas. Total 24 plazas. ¿Alguien da más? Aún así, uno de los lemas del Camino dice que se viene cada cual con su mochila y que nadie tiene obligación de ofrecer nada al peregrino y todo lo que éste se encuentra allí donde va será algo que tendrá de agradecer. No espere nadie, claro está, encontrar ninguna comodidad y, ni mucho menos, lujo. El albergue es gratis aunque se pide un donativo o, mejor dicho, se le recuerda al peregrino que se mantiene gracias a las donaciones de éste. Así consta en una hoja impresa colgada en la pared de recepción que dice así:
“ A ti peregrino, te encuentras en una albergue de la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago de Guipuzcoa y todo lo que aquí halles es gratuito, pero piensa que si tu te lo has encontrado así es porque otro peregrino que ya pasó dejo su donativo para el sostenimiento del lugar donde hoy descansarás”
Como ya he referido anteriormente, apenas si he dormido esta noche. La última vez que miré el reloj, pasaban unos minutos de las 3 horas. A las 4,45 me levanté para ir al servicio y, aunque lo intenté, ya no pude dormir. A las 5,30 empezaron a levantarse algunos peregrinos y a partir de entonces los demás fuimos haciendo lo mismo en un continuo goteo. La hospitalera nos ofreció un sencillo desayuno a base de café con leche, pan, margarina y mermelada y galletas. Después de desayunar partí con los que habían de ser mis primeros compañeros de camino. ¡Qué coincidencia! Eramos cuatro y -¡qué coincidencia!- tres maestros entre nosotros. Uno, Joan, era de Balsareny, otro, el de las latas, de Madrid, y yo. El cuarto no era peregrino sino peregrina y, en concreto, italiana. Al cabo de un rato de caminar juntos, Joan me dijo que la italiana también era maestra con lo que la coincidencia era aún mayor de lo que pensaba. En fin, será que como tenemos tantas vacaciones, podemos escoger el mes de julio para el Camino y el de agosto para otro tipo de actividad vacacional, eso es, al menos, lo que dicen los demás. Y posiblemente tengan razón.
Una vez pasado el santuario de Guadalupe, al que me ha costado mucho sudor y esfuerzo llegar, el camino ofrece dos opciones. Una para montañeros avezados en las fuertes pendientes. Sube hasta la cresta del monte por donde discurre la ruta y vuelve a bajar. El otro bordea el monte Jaizkibel a media falda y ambos van a encontrarse en el mismo punto. Obviamente, yo escogí la segunda. Una mochila de 11 kilos y medio, contando la botella de litro y medio que llevaba, me desaconsejaba optar por la primera que fue la que escogieron los otros tres peregrinos. Nos despedimos con un “en Pasajes nos vemos” y seguí solo mi itinerario. Así llegué a Pasajes no sin antes bajar por una fuerte pendiente que me llevó hasta nivel del mar. Me senté en la plaza de Pasajes de San Juan en la terraza de un bar donde ya había llegado un matrimonio de peregrinos que había visto la noche anterior en el albergue. Les pregunté si había visto a algún peregrino más y me respondieron que no. Yo pensé que mis compañeros y colegas de la primera mitad del camino de hoy ya habrían tomado el transbordador hasta el otro barrio de Pasajes, el de San Pedro. Pero la realidad desmintió mi suposición y al cabo de unos minutos aparecieron los tres maestros peregrinos que tras descansar un rato y tomar algo para reponer fuerzas cruzaron la ría en el transbordador para continuar su camino. Yo intuía que no los vería más. Por mi parte, continué allí sentado un buen rato, hasta que me decidí a quedarme en Pasajes. Había tardado mucho en decidirme, pero es que una cosa es las ganas que uno tiene de continuar, por aquello, quizá, de que hay gente conocida delante, y otra es lo que te dice tu cuerpo. Éste me decía que me quedase, que ya estaba bien por ser el primer día, mientras que la cabeza te dice que puedes continuar. A las 2 me fui en busca de un restaurante de precio más asequible que en el que me había tomado la cerveza y el pincho de tortilla. Cuando hube comido emprendí el camino hacia el albergue, siempre pendiente de estar de los primeros ante la puerta, aunque aún no fuese la hora de abrir (la experiencia así me lo dice).Me esperaba una buena ascensión pues el albergue está a medio camino de la fuerte pendiente que bajé esta mañana y desde él se divisa todo el pueblo de Pasaia con sus ambos barrios, San Juan y San Pedro a uno y otro lado de la ría. El albergue está nuevo, se estrenó el pasado marzo y se encuentra adosado a la parte de atrás de una ermita con fantásticas vistas a la ría. La verdad es que el lugar invita a quedarse al peregrino que camina sin prisas por este Camino del Norte.
Una vez abierto el albergue me instalo y comienzo las rutinas típicas: ducha, lavar ropa y tenderla… Me acompañan aquí un matrimonio de Pamplona de mediana edad, un madrileño que aún no tiene bien claro que quiere hacer, pues sus planes, hechos a última hora, son los de hacer el camino vasco del interior que enlaza en La Rioja con el Camino Francés; parece ser que a última hora y después de hablar con el hospitalero, experimentado peregrino, decide ir por la costa como todos los que aquí estamos. Al parecer, el camino del interior tiene pocos peregrinos y menos albergues. Además, hay dos francesas que hablan bastante bien en castellano. Decía que éramos sólo 6 y cuando escribo estas líneas llegan 8 jóvenes peregrinos más, de Eslovaquia, que sólo hablan inglés, además de su idioma, claro, y que no se entienden con el hospitalero. Yo, con mis parcos conocimientos de inglés, intento aclarar las cosas entre ambas partes, pero parece inútil ya que los chicos no acaban de entendernos hasta que llega la única chica del grupo que habla nuestro idioma. No traen credencial ya que en Irún llegaron por la mañana y arguyen que el albergue estaba cerrado. El hospitalero finalmente comprende lo que les pasa y les da sus respectivas credenciales. En total, pues, dormiremos 14 personas aquí.
Mañana tenía programado llegar hasta Donosti (San Sebastian), entre 6 y 9 Km. según sea el itinerario escogido (carretera y llano o tierra y monte) pero la verdad es que no estoy en condiciones de prever lo que haré mañana ya que el continuo subir y bajar de hoy me ha dejado bien baldado.