Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

viernes, 30 de julio de 2010

Camino del Norte: 8ª etapa

12/7/2010

Estoy en Bilbao, después de 8 días de marcha por estos caminos de Dios y arrastrando una mochila que, por momentos, parece formar parte de mí y, en otros, cuando el terreno se hace cuesta arriba, viene a asemejarse a una gran losa que me aplasta contra el suelo. Pero, a veces, Dios envía un ángel que te hecha una mano en el camino. Es lo que pasó antesdeayer. Me explico. Transcurría media etapa de las que ya vienen siendo típicas estos días, cuando yendo por un tramo de carretera, seguido de los tres peregrinos polacos, me dispuse a empezar una nueva y fuerte cuesta por el monte, tal y como indicaba la flecha amarilla pintada en el asfalto. Dando los primeros pasos, apareció un ciclista que paró para decirnos que por ahí no, que ese camino era para locos y que siguiendo por la carretera saldríamos al mismo lugar y nos ahorraríamos camino y, sobre todo, un duro esfuerzo. Sin pensarlo dos veces, los 4 hicimos caso de la sugerencia y seguimos  por la carretera. Los polacos me adelantaron y ya no los he vuelto a ver. Tal y como es la vida misma, el camino nos une y el camino nos separa. Todo esto viene por lo del ángel al que me refería anteriormente, ¿o era un ciclista? La verdad es que nos ahorramos un buen tramo de montaña, pues luego supe por Juan, que venía detrás de mi y me adelantó cerca ya del final de la etapa, que a él ningún ángel le había dicho nada de aquel tramo de montaña y que bastante duro fue. Se le veía muy agobiado al hombre pues tenía mucha prisa en llegar a Bilbao ya que su tiempo de camino se había acabado y tenía que volver a trabajar.
Habiendo llegado temprano a Bilbao, la etapa desde Lezama son sólo 12 km., me propuse junto con Antonio, mi nuevo compañero de caminatas, un canario alto y fortachón, atravesar Bilbao andando hasta llegar al albergue, al otro lado de la ciudad. Estaba mirando un plano de la ciudad cuando un amable joven se acercó a mí y me ofreció su ayuda. Me sugirió tomar un autobús que me dejaría cerca del colegio que se habilitaba como albergue en verano para acoger a los peregrinos. Le dimos las gracias pero hicimos caso omiso de la sugerencia y nos encaminamos a pie en busca del albergue. Y se hizo largo, ¡vaya que si se hizo largo! A las 13,30, Antonio sugirió buscar un bar para comer y preguntó a un hombre que pasaba por allí. Empezaba a estar cansado y no lo dudé ni un momento. Nos indicó un lugar con menú que tenía fama de bueno y barato. Allí encaminamos nuestros pies y, efectivamente, resultó ser así. El menú era básicamente de platos vascos y, es curioso, pero todos los trabajadores, menos la camarera que nos atendía, eran chinos. También el que parecía ser el jefe y lo deduzco porque era el que controlaba la caja. Una rica y abundante ensalada y unos piquillos rellenos de bacalao que me supieron a gloria bendita, más postre y café: todo por 10 euros. ¿Alguien da más?
En fin, el albergue donde me alojo funciona sólo en verano como ya dije y lo regenta la Asociación de Amigos del Camino, que realiza una labor de la que dudo que todos los peregrinos seamos conscientes. Su esfuerzo es el que ha hecho posible que cada año se vayan abriendo nuevos albergues en este Camino del Norte, al que últimamente vienen confluyendo cada vez más peregrinos, la mayoría habiendo hecho ya el Camino francés, como es mi caso. Existe otro albergue en Bilbao, el albergue juvenil que acoge a los peregrinos por 15 euros y del que acabo de enterarme que está a tope. Es por eso que aún continúan llegando nuevos peregrinos a estas horas de la tarde. Se encuentra, como he dicho, en un colegio de uno de los barrios, Altamira, que se enfila en uno de los montes que envuelven Bilbao. Está en desuso ya que se ha construido un colegio nuevo algo más abajo y es el último año, dice el hospitalero, un experimentado peregrino, que funciona ya que será derruido próximamente. También se está construyendo un albergue al otro lado de la ciudad, justamente por donde se llega desde el Camino y que en los próximos años los peregrinos agradecerán, aunque, igualmente, a la partida habrán de cruzar la ciudad. Pero no es lo mismo. Tiene mucha tranquilidad –ahora mismo estoy sintiendo los cencerros de algunas vacas que andan por los pastos cercanos aquí- y buenas vistas sobre buena parte de Bilbao y su ría. Pero tiene el inconveniente de la lejanía al centro y el hecho de encontrar pocos servicios cercanos tales como bares o tiendas.
Mañana llegamos a Portugalete. Sólo quedan 2 días para entrar en Cantabria y, no es por desmerecer a esta preciosa tierra vasca, a la que me propongo volver, pero tengo ganas ya de pisar otras tierras menos accidentadas como parecen ser las cantabras.

Camino del Norte: 7ª etapa

11/7/2010

¿Qué decir de la etapa de hoy? Por lo que se refiere a la distancia, 20,5 km. En cuanto al perfil, como siempre. Ya comienza a cansarme, no tanto físicamente, que también, como vengo explicando en anteriores etapas, sino mentalmente. Son 7 los días con el mismo perfil, subiendo y bajando sin parar. En fin, dice el hospitalero de este albergue que lo que viene tiene un relieve más suave, lo cual me congratula. Estoy en Lezama, a 12 km de Bilbao.
Dicen los entendidos que en 7 días el cuerpo tiene tiempo suficiente de habituarse al sufrimiento en un camino que comienza a parece a mi también, como a Juan, el madrileño, inhumano. Supongo que los entendidos se refieren a las distancias, en tanto en cuanto uno no anda 15 o 20 km. cada día. El perfil accidentado es un tema aparte y me temo que a esto el cuerpo no se habitúa tan fácilmente si no ha habido un entrenamiento previo y, está claro, yo no lo he tenido. Llego tan cansado estos días que me tengo que obligar a ponerme a escribir ya que no tiene uno ganas de nada.
Hoy seremos pocos en el albergue. Es curioso, pero ayer, en Gernika hubo peregrinos que tuvieron que dormir en el polideportivo, al aire libre, ya que no encontraron alojamiento e incluso algunos se aventuraron a dormir en la playa. ¿Dónde están los peregrinos que ayer abarrotaron Gernika? Esta pregunta se la traslado a Jesús, el hospitalero, y me dice que algunos de ellos habrán tomado un autobús hacia Bilbao para quedarse allí 1 o 2 días y visitar, seguramente, el Gugguenheim y ver el partido de hoy con tranquilidad: la final del mundial de futbol de Sudáfrica. Bien, también nosotros, los 6 peregrinos que aquí nos alojamos iremos a ver el partido a un bar cercano. Jesús acaba de venir de allá y les ha preguntado, con respuesta afirmativa, si abrirían por la tarde a la hora del partido. De modo que allí nos dirigiremos dentro de un par de horas. Francamente, dejo de escribir por hoy ya que no puedo ni recordar lo acontecido en el día. ¡Así de cansado estoy!

miércoles, 28 de julio de 2010

Camino del Norte: 6ª etapa

10/7/2010

Ando, desde ayer, por tierras del interior de Vizcaya. He salido de Zenarruza a las 7,30, otra vez solo. Juan quería pasar, antes de partir, por el templo del monasterio para asistir al rezo matinal de los frailes, que ya anoche pudimos oír y ver en su última plegaria cantada del día.  El camino, con sus 17 kms., lo he hecho, pues, prácticamente a solas. He vuelto a disfrutar del hecho de ir solo y caminar sin más compañía que la mía misma. De nuevo los paisajes bucólicos con sus montañas, bosques y prados. De nuevo los tramos asfixiantes por el sol implacable del mediodía alternando con los húmedos y frescos tramos que cruzan el interior del bosque, con sus arroyuelos incluidos. Más adelante, verdes valles salpicados de caseríos desperdigados, con sus huertas al lado, los manzanos para la sidra, los nogales que ofrecen sus frutos aún inmaduros al pie del camino, los prados donde pastan ovejas, vacas y caballos, siempre separados sus espacios de una u otra manera. De tanto en tanto, una ermita señala una jalón en el camino, como la de hoy, dedicada al apóstol Santiago o la más espectacular de ayer, dedicada a San Miguel. Digo espectacular por ponerle un adjetivo rimbombante ya que es la única que he visto en su género. Se trata de una ermita levantada en el siglo XVII encima de dos enormes rocas que aguantan a una tercera, de manera que entre las dos que soportan el peso queda un espacio donde se halla una estatua del arcángel. Lo cierto es que su visión causa impacto nada más entrar ya que las rocas son grandiosas. El lugar en sí es asombroso y siente uno sensación de pequeñez a la vez que se tiene la impresión de encontrarse en un lugar en el que flota algo de esotérico y mágico en el ambiente. Dice la leyenda que si un joven casadero quiere encontrar pareja debe de dar tres vueltas al círculo que conforma la ermita. Sin embargo, pese a que me gustó el lugar, lo dejé presto y encaminé mis pasos en busca del albergue, con la idea de volver con más calma y tiempo. Luego ya no pudo ser pues abandoné el pueblo camino de Zenarruza.
Retomando el hilo de la narración del camino del hoy, decir que llegué tan cansado y dolorido como siempre al albergue privado de Gernika, en torno a las 2,30. Acababan de llegar los polacos a los que hice alusión en la etapa anterior y que ocuparon las tres últimas plazas que quedaban libres. Me dirigieron a la oficina de Información donde me sellaron la credencial y recomendaron algunas pensiones y hoteles de la localidad. Finalmente, me dirigí a un hotel, por aquello de que un hotel tendría más comodidades que una pensión. Pero de eso, nada de nada. El hotel estaba lleno y sólo quedaban 2 habitaciones libres en el cuarto piso y sin ascensor, detalle importante el que remarcó el recepcionista, que hablaba con claro acento argentino, teniendo en cuenta que uno llega como llega al final de la etapa. En fin, me decidí por aceptar ya que no tenía ganas de continuar buscando, y tomé la habitación, si es que así se le puede llamar. Resultó ser un habitáculo, un cuchitril con tres camas que ocupaban casi todo el espacio y que dejaban poco margen de maniobra para moverse por el mismo.  Recientemente se habían hecho obras y se habían dejado los cables y enchufes a medio colocar, de modo que algunos interruptores no funcionaban. Al ir a ducharme, comprobé que el agua caliente apenas sube a esta planta y que el inodoro estaba fuera de la habitación y era compartido con los dos peregrinos italianos y una holandesa que ya conocía del camino y que poco después ocuparon la otra habitación libre. En fin, me consoló el hecho de que estaba sólo en la habitación y  no tenía que compartirla. Deduzco, finalmente, que estas habitaciones son ocupadas por incautos peregrinos como yo cuando se agotan las plazas del único albergue que hay en la ciudad, que nos cobran a precio de habitación de hotel cuando más bien podrían ser de un albergue privado de mala calidad. Eso sí, como deferencia a los clientes peregrinos nos han dado de cenar por el módico precio de 6 euros.
Vengo observando, sobre todo desde que llegué a Vizcaya, pero también en Guipúzcoa,  que la forma de hablar de los lugareños es contundente en cuanto al tono y al volumen. Tanto en las zonas rurales como en pueblos y ciudades el hablar de estas gentes es, se me antoja a mi,  estridente.  Y puestos a elucubrar puede ser un síntoma de la alta autoestima que tienen los moradores de estas tierras. O puede que sólo sea que son vascos. Y ya se sabe lo que se dice de los vascos.
En fin, mañana partiremos hacia Lezama, donde espero ver la final del mundial de futbol entre España y Holanda.

martes, 27 de julio de 2010

Camino del Norte: 5ª etapa

9/7/2010

Salimos de Deba a las 7,30. Después de desayunar y tras cruzar la ría empieza de nuevo la batalla diaria contra el relieve. Dice la sabiduría popular que “cuando no puedes vencer a tu enemigo únete a él”. Pues bien, como en este Camino del Norte el accidentado relieve es como es, el peregrino se adapta y lo hace como puede. Siempre escuchando al cuerpo. Nunca dejándose conducir por la mente. Hoy, en 10 kms, hemos subido desde los 0 metros del nivel del mar en que se encuentra Deba hasta los 500 mts del monte más alto que hay que subir en el tramo de camino del Pais Vasco. Fuertes rampas que desprestigian las subidas que hemos hecho hasta ahora y que, ¡ay!, luego se habían de bajar. Puedo afirmar con contundencia que ésta es la etapa reina en lo que va de camino, tanto por lo que respecta a la altura que hay que salvar como a la distancia a recorrer, 22 kms, además de la impresionante pendiente que significa bajar de los 400 a los 50 mts en tan sólo 3 kms. En fin, inhumano, como dice Juan, mi compañero de fatigas. Hoy, sin embargo, nos hemos separado ya que él quería tomar una alternativa al itinerario que yo he seguido      que transcurre en su mayoría por carretera. Como quiera que yo me hubiera adelantado a mi compañero, finalmente comprobé como él tomaba la desviación de su camino desde un alto donde yo ya me encontraba. Nos despedimos con la mano, ya que hablando era imposible, y creí verlo por última vez. El resto del camino lo hice sólo aunque constantemente me encontraba peregrinos a los que adelantaba o bien ellos lo hacían conmigo. Así llegué a Markina donde primeramente me dirigí al albergue antes de comer. Hice bien pues, de lo contrario,  me hubiese quedado sin plaza en este albergue de la Asociación del Amigos del Camino de Vizcaya, sito en un convento anexo a la iglesia del pueblo. Después de asearme mínimamente, fui a comer y volví inmediatamente al albergue y cual sería mi sorpresa cuando encuentro a Juan que me andaba buscando por ver si quería ir con él a Zenarruza, a 6 kms de allí. El albergue estaba al completo y él y tres peregrinos conocidos polacos habían llamado para comprobar si había plaza. Le dijeron que sí y se ofrecieron a venir a buscarlos en coche. Esperamos a que bajaran a buscarnos del albergue privado a donde queríamos ir a parar y mientras tanto fui a comunicárselo a la hospitalera del albergue en que pensaba en principio alojarme ya que yo había llegado antes, cuando todavía había plazas. No le gustó mucho a la hospitalera este cambio y me pidió que me decidiera enseguida, si me quedaba o me iba. Yo no podía renunciar a una plaza segura allí ya que no sabía, hasta que viniesen a buscarnos, si tenía plaza en el albergue privado. En esto pasó el tiempo y llegó el encargado de subirnos hasta Zenarruza. Me confirmó que había plaza para mi y que cabía en la furgoneta que nos trasladaría. Cogí mi mochila y marché de allí. No me tuve que arrepentir pues, aunque había que pagar 15 euros, el edificio era nuevo, estaba muy bien cuidado e incluía el desayuno, cosa de agradecer pues en ocasiones sale uno del albergue sin probar bocado y se tarde bastante en encontrar un bar donde desayunar. Como ya he referido antes, hemos dejado Guipúzcoa y entrado en Vizcaya. En tres días estaremos en Bilbao.
 A destacar, también, que hoy he conocido, por decirlo de alguna manera, a uno de los peregrinos –en este caso peregrina-  más antipáticas en los cuatro años que llevo haciendo el Camino y de la cual no voy a dar detalles sobre su nacionalidad por no desprestigiar a sus dos compañeros de viaje que son “normales” desde el punto de vista de la sociabilidad. Me refiero a que desde Deba nos hemos cruzado en más de una ocasión, la he saludado y sonreído como haría con cualquier peregrino y ni se ha dignado en mirarme. Luego, en el desplazamiento en coche hacia Zenarruza, he tenido que compartir asiento con ella y, al instalarnos en el albergue, compruebo que también tenía que compartir habitación con ella, con sus dos compañeros y con Juan, el de Madrid. Me consuelo pensando que no tendré que compartir la cama. Je, je, je.
Como curiosidad, decir que hemos pasado por una población llamada Bolívar, pueblo donde vivió el abuelo de Simón Bolívar, el famoso libertador y padre de la independencia de muchos países sudamericanos.

Camino del Norte: 5ª etapa

9/7/2010

Salimos de Deba a las 7,30. Después de desayunar y tras cruzar la ría empieza de nuevo la batalla diaria contra el relieve. Dice la sabiduría popular que “cuando no puedes vencer a tu enemigo únete a él”. Pues bien, como en este Camino del Norte el accidentado relieve es como es, el peregrino se adapta y lo hace como puede. Siempre escuchando al cuerpo. Nunca dejándose conducir por la mente. Hoy, en 10 kms, hemos subido desde los 0 metros del nivel del mar en que se encuentra Deba hasta los 500 mts del monte más alto que hay que subir en el tramo de camino del Pais Vasco. Fuertes rampas que desprestigian las subidas que hemos hecho hasta ahora y que, ¡ay!, luego se habían de bajar. Puedo afirmar con contundencia que ésta es la etapa reina en lo que va de camino, tanto por lo que respecta a la altura que hay que salvar como a la distancia a recorrer, 22 kms, además de la impresionante pendiente que significa bajar de los 400 a los 50 mts en tan sólo 3 kms. En fin, inhumano, como dice Juan, mi compañero de fatigas. Hoy, sin embargo, nos hemos separado ya que él quería tomar una alternativa al itinerario que yo he seguido      que transcurre en su mayoría por carretera. Como quiera que yo me hubiera adelantado a mi compañero, finalmente comprobé como él tomaba la desviación de su camino desde un alto donde yo ya me encontraba. Nos despedimos con la mano, ya que hablando era imposible, y creí verlo por última vez. El resto del camino lo hice sólo aunque constantemente me encontraba peregrinos a los que adelantaba o bien ellos lo hacían conmigo. Así llegué a Markina donde primeramente me dirigí al albergue antes de comer. Hice bien pues, de lo contrario,  me hubiese quedado sin plaza en este albergue de la Asociación del Amigos del Camino de Vizcaya, sito en un convento anexo a la iglesia del pueblo. Después de asearme mínimamente, fui a comer y volví inmediatamente al albergue y cual sería mi sorpresa cuando encuentro a Juan que me andaba buscando por ver si quería ir con él a Zenarruza, a 6 kms de allí. El albergue estaba al completo y él y tres peregrinos conocidos polacos habían llamado para comprobar si había plaza. Le dijeron que sí y se ofrecieron a venir a buscarlos en coche. Esperamos a que bajaran a buscarnos del albergue privado a donde queríamos ir a parar y mientras tanto fui a comunicárselo a la hospitalera del albergue en que pensaba en principio alojarme ya que yo había llegado antes, cuando todavía había plazas. No le gustó mucho a la hospitalera este cambio y me pidió que me decidiera enseguida, si me quedaba o me iba. Yo no podía renunciar a una plaza segura allí ya que no sabía, hasta que viniesen a buscarnos, si tenía plaza en el albergue privado. En esto pasó el tiempo y llegó el encargado de subirnos hasta Zenarruza. Me confirmó que había plaza para mi y que cabía en la furgoneta que nos trasladaría. Cogí mi mochila y marché de allí. No me tuve que arrepentir pues, aunque había que pagar 15 euros, el edificio era nuevo, estaba muy bien cuidado e incluía el desayuno, cosa de agradecer pues en ocasiones sale uno del albergue sin probar bocado y se tarde bastante en encontrar un bar donde desayunar. Como ya he referido antes, hemos dejado Guipúzcoa y entrado en Vizcaya. En tres días estaremos en Bilbao.
 A destacar, también, que hoy he conocido, por decirlo de alguna manera, a uno de los peregrinos –en este caso peregrina-  más antipáticas en los cuatro años que llevo haciendo el Camino y de la cual no voy a dar detalles sobre su nacionalidad por no desprestigiar a sus dos compañeros de viaje que son “normales” desde el punto de vista de la sociabilidad. Me refiero a que desde Deba nos hemos cruzado en más de una ocasión, la he saludado y sonreído como haría con cualquier peregrino y ni se ha dignado en mirarme. Luego, en el desplazamiento en coche hacia Zenarruza, he tenido que compartir asiento con ella y, al instalarnos en el albergue, compruebo que también tenía que compartir habitación con ella, con sus dos compañeros y con Juan, el de Madrid. Me consuelo pensando que no tendré que compartir la cama. Je, je, je.
Como curiosidad, decir que hemos pasado por una población llamada Bolívar, pueblo donde vivió el abuelo de Simón Bolívar, el famoso libertador y padre de la independencia de muchos países sudamericanos.

Camino del Norte: 4ª etapa

8/7/2010

Done Jakue Bidea, o sea, Camino de Santiago en euskera. Creo que no voy a olvidar nunca estas palabras. Aparecen, junto con la consabida flecha amarilla, en todas las señales del camino, aquí, en el Pais Vasco. Estan siendo grabadas en mi memoria y asociadas a la palabra sufrimiento. De nuevo, hoy, continuas subidas y bajadas han hecho que desease con desespero el fin de la subida para al poco de empezar a bajar desear de nuevo el cambio de rasante en mi camino. Algunas subidas me están resultando extenuantes y aunque las afronto con conciencia, a paso lento, regulando la respiración no consigo sino verme forzado a tener que hacer breves paradas para no desfallecer. Es suficiente un par de minutos para retomar el camino con garantías. Recuperar el resuello, se le llama a eso. Sin embargo, en las bajadas el problema es muy diferente: sufren, sobretodo, las rodillas y los pies. Las rodillas porque llevan todo el peso de la acción de frenar. Los pies porque inevitablemente acaban desplazándose hacia la puntera de la bota y en ello se producen fricciones que  provocan zonas encallecidas que duelen lo suyo, en concreto en los dedos pequeños de ambos pies. Si alguien ha tenido durezas en tal lugar bien sabrá de lo que estoy hablando y quan doloroso es.
Sobre el papel, la etapa de hoy constaba tan sólo con 12 kms. aunque mi aparato cuentakilómetros me indica en torno a los 15. Sea como fuere, más de lo mismo. En cuanto al paisaje, igualmente. Una postal tras otra. Hoy hemos subido a Santa María de Itziar, a algo más de 300 mts. en pocos kilómetros de recorrido. Quiere ello decir que la pendiente ha sido considerable. En tan sólo 4 kms. he bajado de los 300 y pico metros hasta el nivel del mar.
En Deba, nuestro destino de hoy, nos alojamos en un antiguo colegio que no hace mucho que pasó a serlo, ya que aún se conservan los percheros con los nombres de los alumnos que algún tiempo atrás los utilizaron. Se habilita en verano ya que el de la playa, con 8 plazas, queda a todas luces insuficiente en estos meses. Sin embargo, este albergue funciona algo diferente a los otros ya que hay que inscribirse y presentar la credencial en la oficina de información de la localidad, donde dan las llaves al peregrino para que se instale. Para acceder al mismo, hay que tomar dos ascensores que nos llevan casi a nivel del colegio, salvando un desnivel que de otra manera habría que hacer a pie, por las escaleras. Se agradece sobremanera la existencia de estos ascensores contando que llega uno escaso de energías para afrontar más subidas y bajadas en el interior del pueblo. Sin embargo, la alegría por haber utilizado estas máquinas que nos evitan nuevos esfuerzos se convierte en incredulidad cuando veo la rampa que me ha de llevar hasta la puerta del albergue. Corta pero con gran pendiente. En fin, que le vamos a hacer, saca uno fuerzas de donde parece que no las hay y se encamina en busca de esa ducha que nos está esperando. Una vez instalado doy una vuelta para echar una ojeada al lugar. Leo un cartel que dice así: masaje de pies, 15 minutos, por 5 euros. No me lo pienso y decido aceptar la oferta. Mis pies me lo agradecerán. Sin embargo, habrá que esperar a que llegue la chica que lo hace. Se lo comunico a mi compañero de camino en estos días, Juan, el de Madrid que también muestra su interés. Así que cuando llega la chica nos apuntamos los primeros para el masaje. Más tarde bajamos al pueblo donde cenamos a base de pinchos y cerveza. Volvimos al albergue algo tarde y ya había finalizado el tiempo de funcionamiento de los ascensores, así que tuvimos que subir andando. ¡Maldita la gracia!

lunes, 26 de julio de 2010

Camino del Norte: 3ª etapa

7/7/2010

Orio-Zumaia, ésta es la etapa de hoy, de 14 kms. de recorrido. Sobre el papel parecía que iba a ser cómoda pero  se ha convertido en una más de las etapas duras de este  Camino del Norte. Hablo estrictamente desde la subjetividad, desde la impresión que causa el camino en mis piernas y mis pies. A diferencia del Francés, en este camino la dureza no la pone la distancia, que también, sino el perfil de la etapa y en este caso su continuo subir y bajar, con rampas cortas pero duras que acaban por romperme las piernas cada día. Creo que podría numerar cada uno de los músculos del pie y de la pierna ya que siento el dolor en cada uno de ellos. Los que no duelen al subir, duelen al bajar.
Por lo demás, llegamos a las 9 de la mañana a Zarautz, directos a ver el “castillo” de Arguiñano, el famoso cocinero vasco, sede de su restaurante. Nos sentamos en su terraza, en un lugar privilegiado en primerísima línea de la gran playa de esta villa, donde a estas horas de la mañana ya empiezan los surfistas a practicar su deporte preferido. Tras desayunar algo, nos dirigimos a lo largo de la playa camino de Getaria. Una vez acabado el paseo marítimo enlazamos con la carretera que se dirige a la localidad vecina, famosa por la península adjunta que tiene forma de ratón, aunque otros ven en su perfil un elefante sumergiéndose en el mar. La verdad es que yo distingo perfectamente ambas formas. Sea como sea, esta población es pequeña pero bonita y tiene un gran encanto. Destaca su iglesia gótica levantada sobre una enorme roca a cuyo terreno se adapta la nave, de manera que, entrando por la parte trasera, se aprecia perfectamente como el piso del templo tiene una ligera subida yendo hacia el altar. Su misma estructura se acomoda, también, a las características del terreno y ello se observa en la distribución de pilares y arcos. Bajo la gran roca una abertura se aprovecha como túnel por donde pasan vehículos y peatones camino de la playa.
Saliendo de Getaria se pasa junto a la estatua del famoso navegante Juan Sebastián Elcano que diera la vuelta al mundo por primera vez y que al parecer era de aquí. De nuevo subida, y pronunciada, camino del monte Askizu. Prados, caseríos, bosques… De nuevo la postal. De nuevo la parada para hacer  unas fotos con el ansia de capturar la belleza de este paisaje vasco.
Llegamos a Zumaia y, como siempre, lo primero fue localizar el albergue. Después recorrimos  la localidad para encontrar un bar donde ver el partido de futbol del mundial entre Alemania y España, en semifinales de la competición. Fue cuestión de preguntar en el bar que creí adecuado si por la tarde pondrían el partido para venir a verlo. Me contestaron que sí y partimos hacia el albergue. Me acompañaba Juan, el madrileño.
A las 8  estábamos allí, por si acaso había que coger sitio. Tomamos unos pinchos -¡qué pecado éste, el de los pinchos de este país! – y nos dispusimos a ver el partido. El bar se llenó y todo el mundo celebró en mayor o menor grado la victoria de la selección española.

domingo, 25 de julio de 2010

Camino del Norte: 2ª etapa


6/7/2010

Segundo día de Camino. Ayer caminé 17 kms. Reconozco que la distancia no es larga en absoluto. Pero he de adaptar mi cuerpo a estas distancias progresivamente. Dicen los expertos que se tarde en torno de una semana en adaptarse. Es preferible así, tengo la experiencia del primer  año en que una tendinitis en la pierna derecha estuvo a punto de mandarme para casa. Y todo por haber forzado más de la cuenta en la primera semana. Tiempo habrá más adelante. En cuanto a hoy, la distancia y el perfil de la etapa ha sido similar al de ayer pero yo estoy más cansado si cabe. Será que se suma el cansancio de ayer al de hoy. Miro los perfiles de las etapas que vienen en los próximos días y compruebo que en esta semana todo ha de ser como hasta ahora: un perfil con picos. Concluyo que difícilmente podré hacer muchos más kms. en las próximos días  y habré de posponer el plantearme hacer más distancia cuando llegue a Cantabria.
La costa nos ha acompañado gran parte del recorrido de hoy, al igual que ayer. Se trata de una costa muy accidentada en que las montañas llegan hasta la misma orilla del mar lo que explica el perfil de estos caminos, con continuas subidas y bajadas. No gran cosa por lo que a la altura se refiere  pero se ha de tener en cuenta que partimos del nivel del mar y se sube hasta 200, 300, 400 y más mts. aunque sin pasar de los 500. Ello hace que los grandes protagonistas del camino sean las piernas –junto con los pies, claro- y la cabeza. Las primeras porque son las que hacen casi todo el esfuerzo, las que me llevan. La cabeza es la que convence a las piernas de que pueden con el camino pese a la mochila que cabalga sobre uno. Y es que la mochila que llevo conmigo pesa en torno a los 11 kilos, teniendo en cuenta que llevo un litro y medio de agua que consumo durante el trayecto. Lo ideal habría sido salir con unos 8-9 kilos como máximo pero cuando preparé la mochila en casa no conseguí reducir el peso de la misma. Es algo que después de 3 años de experiencia aún no he conseguido y es fundamental, pues un par de kilos más en un día no se acaban de notar, pero cuando se trata de 10, 15 o 20 días, el efecto acumulativo se deja sentir, y sobre todo en cuesta arriba, donde me veo obligado a acortar el paso para no desfondarme antes de tiempo.
En total, pues, han sido 17 kms y ocho horas lo que he tardado en recorrerlos. Recuerdo que el año pasado, en el Camino Aragonés, tarde el mismo tiempo en recorrer 28 kms, aunque, eso sí, el perfil no era el mismo. Así es que en tan sólo dos etapas, y viendo lo que se me viene encima, he podido constatar que el ritmo en este Camino del Norte no tiene nada que ver con los otros dos caminos que he recorrido, el Francés y el Aragonés. Para empezar, aquí se abren los albergues a las 4 de la tarde, cuando en los otros se abren en torno a las 2. Por tanto las rutinas que tenían aprendidas de años anteriores no me acaban de funcionar aquí y he tenido que adaptarme a las características propias de este camino. Sin ir más lejos, hoy he comido pasadas la 4, eso sí al estilo del norte, o sea en cantidad. Tanto es así que no he podido acabarme el segundo plato.
El albergue se encuentra en la parte alta de Orio, que es donde me encuentro hoy. Para ir al pueblo, que está a nivel del mar, hay que bajar una pronunciada pendiente que luego, claro está, se ha de subir. Hablando de esto con otros peregrinos, nos oyó Rosa, la hospitalera, que se ofreció a ir a buscarnos en coche y subirnos luego. Ya en el pueblo y después de hacer lo que teníamos que hacer, nos supo mal abusar de la confianza y miramos de llamar un taxi, pero en este pueblo no hay taxi, de manera que, finalmente, tuvimos que aceptar la oferta de la hospitalera. Enseguida apareció un coche conducido, no por Rosa, sino por una amable y guapa joven que nos subió hasta el albergue. Resultó ser la sobrina de la hospitalera.
En esta etapa de hoy me ha acompañado Juan, de Madrid. Mañana partiremos hacia Zumaia con un corto recorrido de 15 kms, algo más suave en teoría y con cosas interesantes que ver en destino. Así nos los ha sugerido la dueña de este albergue privado poniendo énfasis en la visita a Getaria. Pero ¿qué decir del paisaje que contemplo desde aquí? Simplemente: de postal. Una continuidad de prados, pequeños bosques, montañas, cerros, laderas salpicados aquí y allá de caseríos, aunque mucho me temo que lo que desde aquí parecen caseríos debe ser más bien segundas residencias. Y allá, al fondo, en la falda de una de las montañas que se contemplan, un pueblecito en el que destaca el campanario de su iglesia. Todo ello pintado con una amplia gama de tonos verdes. Y como remate, las nubes que cubren las cumbres de los picos más altos.