Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

sábado, 16 de agosto de 2014

Camino Primitivo 13

24/07/2014

13ª etapa: Lugo-San Roman de Retorta. 18 km

Partimos del albergue de Lugo a las 7,15 y las conchas de vieira nos guiaron hasta la puerta de Santiago por donde se abandona la ciudad en dirección al puente romano, restaurado en su parte superior, sobre el río Miño. Poco después, sin dejar la carretera durante un rato y en continuo ascenso, empecé a sudar de lo lindo. Enseguida, también, noté que la de hoy no iba a ser una etapa fácil y no es que la orografía del terreno fuese muy complicada, no, simplemente que yo no me encontraba bien. Me sentía mareado, aunque tampoco era esa la palabra adecuada para definir mi estado. Lo notaba, sobre todo, en el tercio superior de la cabeza. Además, tampoco tenía demasiadas fuerzas para llevar un ritmo fijo, por lento que fuera. Mis compañeros de andadura me preguntaron en diversas ocasiones si me pasaba algo pero yo no sabía explicarles cómo me sentía, ya que yo mismo tampoco lograba explicármelo. Así anduve un buen rato. A mitad de etapa, había un desvío que llevaba hasta unas termas romanas aparecidas en 1926 cuando se excavaba para hacer una tumba. Se encontraron pinturas y mosaicos de la época tardo-romana que ahora se pueden visitar. Guillermo y Cristina decidieron desviarse para visitarlas pero yo no me sentía ni con ganas ni con energías para hacer 3 km de más por el desvío. Nos separamos con la intención de reencontrarnos en el albergue donde me hallo, en el cual, ayer, habíamos reservado cama en previsión de no encontrarla en el albergue público que se halla muy cerca de aquí.

Una vez dejamos la carretera, la ruta seguía por un camino carretero que discurría a través de un precioso bosque de robles, mi árbol preferido, aquí llamados carballos. A lado y lado del camino, como encauzándolo, un  pequeño murete de piedras graníticas desgastadas por el tiempo y por el musgo verde que las recubría, también las ramas de los robles, de manera que el caminante tiene la impresión de encontrarse dentro de un paisaje recubierto de terciopelo verde por la mano de un caprichoso artista. Vinieron, entonces, a mi memoria recuerdos de otras épocas. Me acordé de mi hermano mayor, recientemente operado del riñón, que le ha sido extirpado y le dije, en mi imaginación, aquello que tanto me cuesta decir a mis seres queridos: que los quiero. En fin, las sensaciones se sucedían unas a otras y en un momento dado, paré para hacer una foto e inmortalizar ese ambiente que tanto me estaba haciendo sentir. Hice un par de fotos y me giré sin saber porqué. A mi izquierda, a escasos metros se alzaba un magnifico ejemplar de roble que enseguida llamó mi atención. Sin descabalgarme la mochila me acerqué hacia él con la intención de darle un abrazo, tal y como lo he hecho en tantas ocasiones en mis excursiones por el parque natural de Sant Llorens del Munt i l'Obac, en Barcelona. Me quedé abrazado a él unos minutos mientras me encontraba cada vez más a gusto. Después reemprendí mi camino. 

Decidí que era buen momento para escuchar música, algunos de mis temas preferidos, aquellos que me tocan la fibra sensible y me hacen conectar con quién sabe qué emociones ocultas o perdidas en los más oscuros recovecos de mi inconsciente. La suma de la música más el paisaje bucólico en el que estaba inmerso hicieron acudir a mis ojos unas lágrimas que pronto fueron a más, acompañadas de algún que otro quejido que salía de lo más profundo de mi ser. Era necesario, pues, que no fuese a visitar las termas, lo que en otras circunstancias hubiese hecho, para poder encontrarme sólo y dejar fluir todas las emociones que, de ir acompañado, no me hubiese permitido sentir. Eran, éstas, sensaciones y vivencias que ya había sentido en caminos anteriores y ahora me sentía afortunado de haberlas sentido de nuevo. Quise atribuirlas al abrazo que le di al roble momentos antes, como si este me hubiese traspasado su capacidad de sentir sin juzgar, aceptando las cosas tal y como vienen, tal y como son. Continué así, en ese estado, un rato más hasta que  llegué de nuevo a la carretera, donde el camino pierde su encanto.


Y así, sin apenas percatarme, ensimismado con mis sensaciones, llegué al albergue privado en el que por 17 euros, tendremos el alojamiento, la comida de hoy, y el desayuno de mañana. El albergue se encuentra en una vieja casona gallega adaptada para las circunstancias siendo en general bastante aceptable en su conjunto. En los momentos que escribo este diario, creo saber la razón del malestar que he sentido durante toda la mañana de hoy. Ayer no me tomé la medicación que tomo cada día para aliviar mis achaques y creo que he notado la falta de la misma. De hecho ya me ha ocurrido otras veces pero nunca estando haciendo el camino, y es por eso, por lo que, por más que pensaba en el origen de mi indisposición, no acertaba a adivinarlo. Por supuesto, al llegar al albergue me las he  tomado cuando he visto que los comprimidos aún estaban en el pastillero.

viernes, 15 de agosto de 2014

Camino Primitivo 12

23/07/2014

12ª etapa: Castroverde-Lugo

Por fin una etapa casi llana. Digo casi porque a mitad de etapa había una pequeña subida aunque nada comparable a lo que hemos subido en días anteriores. Yo la he llevado muy bien, así como mis  compañeros de trío, Guillermo y Cristina. Eso sí, como casi siempre en este camino, al final subida para llegar al albergue, precisamente cuando el sol, que no habíamos visto en toda la mañana, ganaba su pulso con la niebla, que había desaparecido a la hora en que llegábamos a Lugo. Después de recorrer algunas calles de la ciudad entramos en intramuros por la puerta de San Pedro, una de las que se abren en las imponentes murallas que rodean la ciudad más antigua.

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Eran poco más de las 12 del mediodía y teníamos que esperar en las inmediaciones a que abrieran a las 13. Unos cuantos peregrinos, algunos conocidos, otros no, descansaban apoyados en la pared del albergue que resultó ser una casa de 2 pisos. Conforme fuimos entrando nos iban dando el número de cama en la que teníamos que dormir y, por suerte a mi me tocó la de abajo tal y como yo deseaba. Encima tendría a Cristina y Guillermo dormiría en la cama de al lado, en la parte de arriba. 


Después de dar cuenta de las rutinas diarias, salimos a comer. Enseguida vimos un buen restaurante, en la plaza mayor de Lugo. Hacía mucho calor y pensamos que dentro, con el aire acondicionado, estaríamos mejor. El menú del día, por 11 euros, nos dejó bastante satisfechos. Al salir, no se nos ocurrió otra cosa que dar una vuelta por el centro. Fuimos a visitar la catedral y al salir subimos a recorrer un tramo de la muralla por su parte elevada. Hacía mucho calor y tomamos la primera salida que vimos para bajar al nivel de la ciudad. Buscamos una tienda de deportes para que Guillermo se comprara una mochila, pues la suya, pese a haberla comprado para venir al Camino, se le había descosido una cinta y el pobre llevaba ya unos cuantos días sufriendo por culpa de la mochila. Se la compró y volvimos al albergue a echar una siesta o, al menos, a descansar un poco. Tras el descanso tocaba el escribir el diario y esperar la hora de dormir: las diez, hora en que se apagan automáticamente las luces y se cierra la puerta del albergue al que no se puede acceder desde fuera. 


El centro de Lugo, la antigua Lucus Augusti, está rodeado por una Muralla romana de 2.266 metros de circunferencia. Esta impresionante fortificación, una de las más grandes de su tiempo, se erige entre finales del s. III y comienzos del s. IV durante tiempos críticos para la ciudad desde el punto de vista político y militar. Además, es la única en los tres continentes por los que se extendió el Imperio Romano que conserva íntegro su perímetro.

Por esta razón, el 2 de diciembre del año 2000 la UNESCO inscribió oficialmente la Muralla de Lugo en la lista de monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad.
La Muralla estaba coronada por 85 grandes torres semicirculares que medían entre diez y trece metros de diámetro, y estaban elevadas sobre el adarve con grandes ventanas en cada una. De estas torres actualmente sólo se conservan 71 cubos .Tenían acceso desde el interior de la ciudad por una escalera abierta a media altura en la muralla, a la que se accedería a través de una escala de madera. El espesor medio de los muros era de seis metros, y el adarve, el paseo superior, que ahora está entre los ocho y los doce metros por encima del suelo exterior, entonces quedaría a una altura más regular.

Así era la Muralla romana de la bimilenaria ciudad de Lugo. Pasaron diecisiete siglos y su función militar caducó, las torres fueron cayendo (menos el resto de A Mosqueira), se abrieron puertas nuevas, la población se extendió por fuera, pero el perímetro se conserva completo y los 71 cubos conservados le dan a esta tremenda fortaleza su carácter inconfundible.



Hoy, sus diez puertas (cinco antiguas y cinco nuevas) unen el casco antiguo con el ensanche de la ciudad. El adarve -que tiene una anchura de unos cuatro metros- es un paseo tradicional extraordinario, considerado una calle más de Lugo, al que se accede por escaleras adosadas al paramento interior.

jueves, 14 de agosto de 2014

Camino Primitivo 11

22/07/2014

11ª etapa: O Cadavo-Castroverde. 9 km

Hoy era un día para no madrugar ya que la cortedad de la etapa así lo permitía. Sin embargo, los albergues, por lo que llevamos visto últimamente, cierran a las 8 de la mañana para que los servicios de limpieza puedan realizar sus labores. Además, muchos delos peregrinos que hoy han dormido en el albergue han tenido que madrugar, pues en sus planes entraba el llegar hasta Lugo hoy cubriendo una distancia de 32 km, que ni los hermanos de Viloria (Valladolid) ni yo estábamos dispuestos a recorrer después de las dos duras etapas anteriores.


Así es que a partir de las 5,30 empezó el baile y aunque la mayoría de peregrinos que madrugan intentan hacer el mínimo ruido posible, éste es, finalmente, inevitable. Los que tenemos el sueño ligero no podemos evitar despertarnos y luego ya es inútil intentar dormirse. De manera que a las 7,30 ya estábamos en marcha y por mucho que fuimos despacio no tardamos mucho en llegar al albergue, en torno a las 11,30. Dejamos las mochilas en la puerta del albergue y  nos fuimos a tomar un refrigerio. Guillermo y Cris no acababan de estar seguros con eso de dejar las mochilas en la puerta pero pronto aceptaron mi explicación de que es lo normal. El sol había despejado las nieblas matinales y ya comenzaba a picar. Volvimos poco antes de las 13,00, la hora de apertura del albergue, y procedimos a cumplir con las rutinas del camino: hacer la cama -o sea poner la sábana y la funda de almohada confeccionadas con celulosa, de usar y tirar-, ducharse, lavar la ropa, buscar un sitio para comer, volver al albergue a descansar -con siesta o no, más larga o más corta, a gusto del consumidor-, ir a comprar algo para la cena, y desayuno del día siguiente si es necesario, dar un paseo por la población que nos acoge...


Hay que decir que el albergue que nos cobija hoy es el mejor y más nuevo de cuantos hemos visitado hasta ahora. El mejor por sus instalaciones, por el buen gusto de utilizar la madera en su construcción,  por la tranquilidad del entorno donde se halla, por la limpieza casi impoluta del ambiente. En fin, si le tuviéramos que poner nota sería el albergue 10 del Camino Primitivo, si es que más adelante no nos encontramos algo mejor, cosa que veo muy difícil pues éste ha dejado el listón muy alto.

Ah! Decir también que el peregrino se ha percatado de que la orografía del terreno es ya mucho más suave que en la brava Asturias y eso es de agradecer aunque hoy la distancia no daba pie a queja alguna.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Camino Primitivo 10

21/07/2014

10ª etapa: A Fonsagrada- O Cadavo. 25,5 km

Esta de hoy, ha sido la etapa más larga si atendemos a las horas que estuve caminando. Salí a las 7,30 de la mañana y llegué a las 15,20 de la tarde. En total, casi 8 horas. Algo menos si descontamos las paradiñas que hemos hecho. Y es que el perfil de la etapa ya daba miedo de tan sólo mirarlo.

De entrada, la subida a Montouto, puerto de algo más de 1000 metros, en cuya cima se encuentran las ruinas de un antiguo hospital de peregrinos "que fue construido en este lugar para refugio de los pobres peregrinos que morían aquí de frío y nieve" según se relata en "Las peregrinaciones a Santiago de Compostela" de Juan Uría. También, y escasos metros del hospital, se pueden ver las "Pedras dereitas", dolmen compuesto por 5 rocas verticales, y, asimismo, en esta cima se halla una capilla en la que un cartel avisaba de la próxima celebración de una misa en honor del Apóstol el próximo día 25. Descansamos un rato y visitamos las ruinas del antiguo hospital mientras llegaban otros peregrinos. Llegó la hora de partir y afrontar de nuevo un descenso que resultó ser más suave que el que hicimos dos días atrás y que tanto me fastidió, cosa que agradecí. 


Al final de la bajada de Montouto, un bar recibe al peregrino. Había algunos peregrinos que se disponían a marchar y nos dijeron que nos armáramos de paciencia pues solo estaba atendido por una persona, que resultó ser argentina aunque también podía haber sido uruguaya por su forma de hablar. Como que todos queríamos lo mismo, o sea, algo de comer y algo de beber pues iba atendiendo persona por persona, de manera que igual estaba en la cocina que el bar sirviendo. Yo decidí esperar, sobre todo porque lo que nos esperaba era de aúpa y quería llegar con energías recuperadas tanto por el descanso como por el refrigerio. No fue el caso de mis dos acompañantes, Guillermo y Cristina, que decidieron seguir pensando en parar más adelante. Cuando me llegó el turno, me sirvieron un grandioso bocadillo de pan tostado, tomate, aceite y sal, y queso de barra en cantidad. Tan grande era el bocadillo que no pude acabármelo y dejé un buen trozo de pan. Pagué y partí en busca de lo que me esperaba.


Lo que me esperaba era una de las rampas más duras del Camino Primitivo, si no la que más, y un rato después lo iba a comprobar y sufrir en mis propias carnes con la subida al pueblo de Lastras, donde se suponía que había otro bar. Así pues,la guía que consultamos no exageraba. El ascenso fue durísimo y por momentos tenía que pararme a recuperar el resuello cada 40 o 50 metros. Sin ser la subida más larga sí que era la subida con más desnivel en tan poca distancia.

Llegando a la carretera, ¡por fin!, el camino bajaba un  poco para descanso del caminante y fui a dar con otro peregrino que había aprovechado la primera sombra que encontró para parar a descansar y refrigerarse. Unos metros más adelante, el bar. Pero, resultó estar cerrado. Al parecer su propietario trabaja la tierra también y no siempre puede atenderlo. Descansé un ratito a la sombra en una de las sillas de la terracita del bar y cuando me hube recuperado partí en busca del a segunda rampa que, sobre el perfil, parecía más suave que la anterior y así resulto ser, por suerte. Llegué al alto, de poco menos de 1000 metros, y empecé la bajada que me llevaría, ahora sí, a otro bar junto a la carretera, donde otros peregrinos también habían hecho un alto en el camino. Entre ellos había dos que había dejado almorzando en el bar anterior y me extrañó verlos allí ya. Les pregunté lo que yo ya suponía y me confirmaron que habían subido por la carretera, ahorrándose las rampitas que acabábamos de dejar atrás. En fin, tomé un refresco y me marché. Bajando de Fontaneira, así se llamaba el pueblo que acababa de dejar, se llega a una meseta llamada Campo da Matanza en la que dice la leyenda que se celebró una batalla entre los musulmanes y las tropas de Alfonso II que se dirigía a Santiago a honrar los restos del Apóstol allá por el año 813. No es un dato histórico pero sí es cierto que  se han encontrado armaduras, espadas y lanzas en el lugar en unas excavaciones hechas allí.


En fin, llegué reventado  al albergue a una hora en la que yo sabía que probablemente no tendría plaza y así fue. Me fui en busca de un hotel o pensión, lo primero que encontrase, que resulto ser un hotel. Tenían habitación libre pero a aquella hora de la tarde, pasadas las 15,30, aún no estaba preparada por lo que decidí esperar tal y como me dijeron. Llegaron otros peregrinos conocidos que dispusieron enseguida de habitación ya que habían tenido la precaución de reservar previamente. Una vez dispuse de mi habitación, me aseé y me dispuse a echar una buena siesta. Se alargó más de la cuenta y no salí hasta las 8 de la tarde, más que nada porque quería comprar algo para cenar en el supermercado que había enfrente del hotel.

martes, 12 de agosto de 2014

Camino Primitivo 9

20/07/2014

9ª etapa: Grandas de Salime- A Fonsagrada. 26 km

Pese a haber dormido en un hotel, con lo que ello supone para un peregrino en cuanto a comodidades, no he tenido una buena noche y no he descansado bien ya que el dolor del hombro derecho no me ha dejado. Son las consecuencias de la caída de ayer. Además, el hotel estaba en el centro del pueblo y era fin de semana, con lo que no dejó de pasar  gente que iba o venía de trasnochar y aunque cerré la ventana no dejaron de despertarme continuamente, de manera que, "cuando no estaba preso me andaban buscando" como dice el refrán. Tal ha sido la mala noche que he tenido que me he levantado hoy con el pie izquierdo, pensando en abandonar el Camino por este año. Sin embargo, algo me impelió a continuar y hacer, al menos, la mitad de la etapa, hasta la Venta del Acebo, bajando el puerto del mismo nombre que separa Asturias y Galicia. Allí llamaría un taxi que me llevaría a Fonsagrada y allá tomaría un transporte para iniciar mi vuelta a casa, dando por finalizado mi Camino. Ese era el plan que me impuse esta mañana pues pensaba que no era cuestión de seguir sufriendo. Lo cumplí a rajatabla. Anduve los 14,5 km hasta el lugar decidido para poner fin a mi periplo pero el ascenso al Acebo no me pareció tan duro como yo suponía. Tan sólo los 3 últimos km me han hecho sudar de lo lindo, máxime cuando la lluvia, intermitente toda la mañana, me obligaba a ponerme el chubasquero. 


En fin, pese a la lluvia, he disfrutado del camino de hoy ya que he comprobado cómo el hombro apenas si me ha molestado durante mi andadura y la rodilla izquierda, que en días anteriores se hizo notar y mucho, no me ha causado el más mínimo problema. Aún así, dado que me encontraba más animado que esta mañana, decidí seguir con parte del plan, esto es, llamar un taxi e irme a Fonsagrada. No quería machacarme ahora que había decidido permanecer en el Camino, al menos mientras el cuerpo aguante. Llegué a Fonsagrada un rato antes que Guillermo y Cristina, con los cuales había decidido compartir habitación en una pensión. Cuando llegaron y una vez llevadas a cabo todas las rutinas propias del camino, salimos a dar una vuelta por el pueblo que parecía desierto. Según me comentó el taxista que me trajo esta mañana, los domingos la mayor parte de los habitantes del pueblo marchan fuera y es por ello que nosotros apenas si veíamos a alguien en nuestro paseo por las calles de este primer pueblo grande de Galicia. 


A Fonsagrada está situada sobre un cerro, a unos 900 metros de altura y por la tarde corrió un vientecillo que nos obligó a llevar alguna prenda de abrigo, pues la sensación era de estar en otoño y no pasada la primera mitad de julio. En fin, mañana 25 km hasta O Cadavo. Me estoy planteando utilizar el servicio de una empresa de autobuses para llevar la mochila de albergue a albergue o, la alternativa, comenzar a caminar y allá donde el cuerpo no aguante llamar un taxi que me lleve a mi destino. Probablemente, será esta última la opción por la que me decida mañana.


lunes, 11 de agosto de 2014

Camino Primitivo 8

19/07/2014

8ª etapa: Berducedo-Grandas de Salime. 20,5 km

Me despertaron, a las 5,15 de la mañana, los primeros peregrinos en salir al Camino. Yo, aunque despierto, esperé un rato más en la cama pues no tenía necesidad de partir tan temprano en el día de hoy. Me dediqué, mientras tanto, a observar a los peregrinos cómo preparaban su mochila para la partida. Y la conclusión es para mi muy clara: no entiendo cómo se puede tardar tanto tiempo en estar listo par ponerse a caminar. Los que me despertaron esta mañana temprano, parecían de Huelva por su forma de hablar, tardaron en concreto 3/4 de hora desde que se levantaron hasta que partieron. Yo, que me levanté media hora después, he llegado a salir antes que ellos. Luego, enseguida me alcanzaron y sobrepasaron en plena subida y ya no los he visto más. Eran jóvenes y tenían buenas piernas para caminar. El caso es que yo dejo la mochila casi preparada de modo que lo que no voy a necesitar lo dejo en el fondo de la misma y encima aquello que voy a precisar al levantarme. Eso es un cuarto de hora, no más.
                                  

Comencé mi andadura poco después de las 6 y una hora más tarde había llegado a La Mesa, en cuyo albergue pernoctaron mis jóvenes acompañantes de los días anteriores. Al pasar por ese albergue un peregrino me saludó con el tradicional "Buen camino" con un marcado acento francés. Yo le devolví el saludo y continué caminando. Poco después empezaba a llover, justo cuando comenzaba la subida por la carretera. Me refugié bajo un roble a orillas de la carretera y me dispuse a ponerme la capelina que me protegería de la lluvia que, por momentos, arreciaba. Ya hacía media hora, al menos, que veía avanzar un cielo oscuro precisamente en la dirección contraria en la que yo venía, por lo que deduje que no pasaría demasiado tiempo en empezar a llover. Poco antes de entrar en el pueblo, un precioso doble arco iris salía a saludar a los peregrinos en aquellas horas tempraneras de la mañana. Una vez protegido, emprendí de nuevo el camino, que se ponía cuesta arriba. Pasados unos minutos, la lluvia cesaba y a partir de entonces y hasta llegar al final de la subida, pareció querer jugar con los peregrinos ya que, ora sí ora no, se iniciaba o se interrumpía caprichosamente. De esta manera, salvé el repecho que me llevaba hasta la cumbre del cerro donde unos cuantos aerogeneradores cumplían la función para la que había sido instalados allí: aprovechar el viento para producir electricidad. De esta manera me vi arriba, sin percatarme, aún, de lo que me esperaba hasta llegar a mi destino de hoy, que no era otra cosa que una larguísimo descenso hasta las orillas de la presa de Salime, que embalsa las aguas del río Navia, y que cuando fue inaugurada en 1954 fue la más alta de Europa con 132 metros de altura sobre cimientos y la segunda del mundo. En su construcción murieron más de un centenar de obreros.

 Pues bien, el descenso hasta llegar allí tiene 760 metros de desnivel y constituyó una auténtica tortura para mis rodillas y la bajada más fuerte de todo el Camino Primitivo. Una tras otra se sucedían las eses y contraeses, sin dar tregua al caminante para reponerse y caminar de una manera más suelta. Ya cerca de la presa, una puerta metálica abría un pasadizo en la roca que me llevó a un mirador colgante desde el que se tenía una fantástica vista de la presa. Decidí parar un rato allí y tomar un refrigerio y un corto descanso, que falta me hacía. Llegaron otros peregrinos y yo reemprendí la marcha camino de Grandas de Salime. La carretera, que había retomado poco antes, cruza la presa y desde el centro de la misma se puede tener una idea precisa del gigantismo de tal obra. Cruzada la presa, la carretera se empina de nuevo y a lo lejos divisé un hotel en el que decidí hacer una parada más amplia. Otros peregrinos han hecho lo mismo, de modo que unos entramos y otros re-emprenden su camino. Retomada la marcha, la lluvia y el Sol parecen jugar al escondite. Finalmente, abandonamos la carretera por una senda que en sus principios, se empinaba de lo lindo para dar paso, poco después, a una agradable senda que cruzaba un bosque de pinos. 


Sería por el cansancio acumulado, fruto de la orografía del terreno, el caso es que las etapas se hacen mucho más duras si la lluvia está presente, pues la no transpirabilidad de la capelina con la que uno se protege hace que el sudor acabe empapándolo a uno por dentro. Y en este estado, empapado de sudor, harto de subir y, sobre todo de bajar, justo cuando una suave cuesta abajo me llevaba hasta la entrada del pueblo, de nuevo por camino de tierra, en el que de tanto en tanto aparecían rocas de pizarra desgastadas por el continuo pisar de los caminantes. justo en ese momento bajé la guardia y no puse atención a dónde pone uno los pies y resbalé al pisar una de esas rocas que, con la lluvia, se convierten en pequeñas pistas de patinaje. Y allí fui yo a dar con mis huesos en tierra, cayendo incomprensiblemente en dirección contraria a la que llevaba y recibiendo un fuerte golpe en el hombro derecho, en el que días antes de partir me habían diagnosticado artrosis y en el cual ya tenía molestias que, ahora con la caída, se han acentuado como puedo comprobar en el momento en que escribo estas lineas. En fin, tanto que advertía  yo a mis jóvenes acompañantes en días anteriores, Guillermo y Cristina, que tuvieran cuidado de donde pisaban cuando se encontraran con un piso húmedo y rocoso, y tuve que ser yo precisamente quien perdió la concentración en el andar, con las consecuencias ya sabidas. En fin, gajes del peregrino. Al parecer, según se comenta en el albergue, esta cuesta es causa de abandono frecuente de peregrinos, en su periplo camino de la ciudad del Apóstol, que acusan el sobre esfuerzo de tan larga y dura bajada.

domingo, 10 de agosto de 2014

Camino Primitivo 7

18/07/2014

7ª etapa: Peñaseita-Berducedo. 15 km

Hoy hace una semana que transito este Camino Primitivo, que he ido dejando para más adelante, año tras año, por temor a no ser capaz de hacerlo, y por lo que he podido comprobar hasta ahora mi distancia ideal aquí es la de 15 km pudiendo estirar como máximo hasta los 18. Así viene sucediendo últimamente. Ayer, sin ir más lejos, me quedé prácticamente exhausto poco antes de llegar al albergue que me cobijaría. Hoy ha vuelto a suceder aunque el final de etapa ha sido llano, al contrario de ayer.

La primera mitad de la etapa ha sido de ascenso al Ato del Palo, de 1146 metros de altura, que ha puesto a prueba mi fortaleza o, mejor dicho, la de mis rodillas, ya que tras la dura y larga subida viene el descenso por un camino pedregoso en el que las articulaciones de la pierna sufren una dura prueba paso a paso. Había que extremar las precauciones pues era fácil resbalar y dar con los huesos en el suelo, con consecuencias imprevisibles. Esta vez, sin embargo, ha sido la rodilla derecha la que me ha dado problemas, en forma de dolor, lo que me hacía sentir inseguro durante la bajada. 


El paisaje, espectacular, es el que, apriori, se espera uno contemplar, tanto en la subida como en la bajada del puerto, en su caminar por estas bellísimas tierras del interior montañoso de Asturias. Nos estamos acercando a Galicia y, de hecho, hoy hemos podido divisar las ya próximas montañas gallegas. Bajando el puerto hemos podido pasar por una aldea en la que vive una sola persona, un hombre, acompañado de su perro y sus vacas. Se llama Montefurado y allí tuve que parar para comer ya que sentía cierta inquietud en el estómago que así me lo aconsejaba. Mis compañeros, Guillermo y Cristina, siguieron su camino. Fue entonces cuando pude sentir la profunda soledad en la que se debe encontrar el único habitante del lugar. Un silencio total tan sólo interrumpido por los cencerros de las vacas pastando en la cercanía, que oigo pero no veo, tan tupida es la vegetación que me rodea.


Ayer, durante toda la jornada, hizo un sensacional día soleado. Hoy, amaneció el cielo cubierto por nubes y nieblas en los valles. No obstante, con el paso de las horas, las primeras se han mantenido y las segundas se han disipado con la acción del sol. Guillermo y su hermana han decidido seguir hasta el siguiente albergue, en La Mesa, y yo, exhausto de nuevo, me he quedado en Berducedo, en el albergue privado, algo caro para las instalaciones que tiene. Sin embargo, me decidí por el albergue privado por la sensación que tiene uno de mayor higiene en sus instalaciones. Además hemos podido lavar la ropa en lavadora y después de comer, cuando volví, me la encontré ya tendida al sol. Un agradable olor a heno recién cortado, en un prado cercano, pone el punto final, por hoy, a este acopio de impresiones que uno intenta plasmar negro sobre blanco.