Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

sábado, 25 de agosto de 2012

Camino Sanabrés: decimoséptima etapa

02/08/2012

Ourense-Cea: 22 km.

Hoy hemos empezado a caminar por separado Gumersiña y yo. No es que  nos hayamos enfadado, no. Simplemente ambos necesitábamos caminar solos estos días que faltan para llegar a Compostela. Ella me lo planteó ayer durante la comida que hicimos juntos en un restaurante. Anduvo pensativa y cabizbaja toda la mañana y yo me preguntaba que podría pasarle. Finalmente, sacó el tema mientras comíamos, como he dicho y me dijo que había venido al Camino sola, con sus miedos en la mochila y que cuando yo aparecí se quedó  más tranquila puesto que iba acompañada. Sin embargo, cree que debe enfrentarse ella sola a sus miedos y de aquí que haya estado toda la mañana dándole vueltas al asunto. En fin, yo no podía sino comprenderla y estuve de acuerdo con ella en que debía caminar a solas. Además, a mi me vino estupendamente también ya que sentía que este año tenía que hacer más Camino sólo. Así que aclaradas las cosas, cada uno ha salido a horas diferentes, Gumer antes que yo, y ha hecho el camino que ha creído conveniente. No obstante, nos hemos encontrado en el mismo albergue.


La salida de Ourense ha sido muy pesada. Dos factores han procurado que así sea. Primero, el camino sale de esta ciudad paralelo a una de sus carreteras de salida importantes, con mucho tráfico de entrada y de salida, tras cruzar el río Miño por el puente romano. Al llegar al primer pueblo, se deja la carretera nacional y se camina por una carretera local. La carretera empieza a subir para después bajar y pasar debajo de un alto viaducto de la autovía. Entonces se empieza a ver lo que uno no quisiera creer que fuese el camino. Desde lejos,  y tras pasar también bajo un puente del ferrocarril, se ve como la carretera se empina de lo lindo. Ya había oído hablar de esta cuesta a la salida de Ourense pero siempre piensa uno que los demás son exagerados al contar las cosas. Mas no, no exageraron nada los que comentaron cómo era esta cuesta. Ha sido la cuesta por carretera más larga y empinada que he hecho nunca y, además, con mucho tráfico de gente de los pueblos cercanos que van a trabajar a la capital. Horrorosa cuesta, sí señor. Interminable y durísima. La afronté con mucha calma pues no quería quemarme antes de tiempo. Tuve mucho tiempo de pensar en el peso de mi mochila que sospecho que no es el que yo pensaba al salir de casa. Cuando llegue a Santiago lo voy a comprobar, antes no, pues no quiero que influya negativamente en mí. Es cierto que salí con algo menos de peso que en anteriores caminos pero finalmente me parece a mí que la cosa debe estar por un estilo. En fin, llevo 6 años saliendo al Camino y aún no consigo llevar una mochila por debajo de los 10 kilos de peso. Hay que tener en cuenta que cargo con algo de comida, frutos secos y un litro y medio de agua y todos esos gramos de más no pueden obviarse ya que son necesarios para el día a día. O sea, que para un próximo año habrá que aminorar el peso de los enseres que lleva uno y que o no se utilizan o se utilizan muy poco. La verdad es que me está costando mucho descartar aquellas cosas que no son imprescindibles y, quizás, también, habrá que echar algo menos de ropa. En fin, esa será la primera tarea cuando me ponga a preparar el nuevo camino del año que viene. De momento, he subido con mi mochila, y su excesivo peso, esta cuesta que se me ha antojado inacabable, aunque, finalmente, claro está, se acaba, así como también los peores momentos de la vida. Una vez acabado el martirio en esta pronunciada pendiente de más de 2 km de longitud, la andadura se hace más accesible, con pequeñas bajadas y subidas que se suceden unos a otras.


A mediodía, el peregrino decide hacer una paradiña para tomar una cerveza y unos trocitos de queso del país que le saben a gloria bendita. Continúa la marcha este peregrino con la esperanza de que ya quede poco para llegar, mas pronto comprueba que son aún 5 los km del camino que han de hollar sus pies. Y esos pocos km, objetivamente hablando, se le hacen eternos al peregrino por obra y gracia del cansancio acumulado en la dichosa cuesta.

Finalmente,  llego a Cea, donde se ubica el albergue donde hoy descanso. Este pueblo, de no más de 2000 habitantes, tiene 18 hornos de pan y es que tiene fama de tener uno de los mejores panes de Galicia. El mejor, dirán sus habitantes. Obviamente, gran  parte del pan que en él se produce, se vende fuera del pueblo. Esta fama le viene a Cea de siglos atrás, cuando ya proveía de pan a los pueblos de la comarca.



 Por primera vez desde que salí de Zamora vamos casi a llenar el albergue pues somos muchos los peregrinos que aquí nos hemos juntado. Cuando son las 8,30 de la tarde llega un grupo de adolescentes de ambos sexos, italianos ellos, acompañados por 4 adultos, que, me temo, pondrán un poco el albergue patas arriba. Llegan empapados de sudor y haciendo gestos evidentes de cansancio e incluso de dolor. Habrá que ver a qué hora se acuestan, tarde supongo, y cómo lo hacen, ya que son demasiado jóvenes como para ser conscientes de que, a según qué horas, el inevitable ruido que hagan cuando se acuesten, va a molestar a los demás peregrinos, acostumbrados a ir a dormir entre las 10 y las 10,30 para cumplir con una de las normas tácitas del Camino. En fin, mañana confirmaré o no estas suposiciones. De momento, una vez duchados, han dejado el albergue que parece un campo de batalla, con todas sus pertenencias por en medio. Desconozco si los adultos les han llamado la atención a cerca de ello, aunque me temo que no.

viernes, 24 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: decimosexta etapa

01/08/2012

Xumqueira de Ambia-Ourense: 22 km.

Etapa más o menos llana, aunque en Galicia ya se sabe, llano, llano no hay ningún camino. En fin, se puede considerar una etapa llana sobre todo si la comparamos con las de hace unos días.


Lo más pesado de la jornada ha sido la llegada a Ourense pues, primero, hay que atravesar un polígono industrial y, después, hay que cruzar buena parte de la ciudad para terminar en subida hasta llegar al albergue, ubicado en el antiguo convento de San Francisco, en el barrio del mismo nombre y muy cerca del casco histórico de la ciudad. Muy cerca, pues, está la catedral, que visité por la tarde.  La verdad es que tampoco tiene nada destacable pero la visita a éste y a otros monumentos del casco histórico se hace casi, casi obligatoria para el peregrino. También paseé por las calles más concurridas del centro donde se dan cita los ourensanos cuando salen de copas, en el bullicio de las terrazas de los bares de estas animadas calles. Iba sólo aunque había quedado con Gumersiña en llamarnos y tomar un pulpo a feira y una cerveza en una de esas terrazas, como así hicimos. Y como quiera que el pulpo  nos supo a gloria bendita, repetimos.
Así pues, después de unos cuantos días en que no pude utilizar la tarjeta de débito para pagar mis gastos o sacar dinero de unos cajeros inexistentes, pude extraer dinero en esta capital y saldar así mi deuda  con Gumersiña.


Nos acompaña en el albergue Enrique, el peregrino cordobés, con el que ya hemos entablado una pequeña “amistad”. Según lo relatado por él mismo en diversos albergues en los que hemos ido coincidiendo, se decidió a hacer el Camino por cuestiones de índole personal que he podido entresacar de sus palabras. Casado dos veces y con hijos de ambas parejas, ha roto con su trabajo –siempre trabajó de comercial- y posiblemente también con su pareja o algo parecido. El caso es que ha venido al Camino a encontrarse a sí mismo, a romper con todo lo anterior, salvo sus hijos, y a esperar a ver que le depara la vida. Está cobrando el paro y ha agotado el dinero con el que salió hace más de 40 días. Ahora ha de esperar a cobrar de nuevo el día 10 de agosto para disponer de dinero propio y cubrir sus gastos. Mientras tanto, acude a las parroquias y a los ayuntamientos, a los alcaldes y a las asistentas sociales para exponer su situación y obtener así unos ingresos que le permitan costearse los albergues y su comida. Dice que le han venido muy bien las técnicas de venta que utilizaba como comercial para vender el producto de la industria para la que trabajaba pero que a diferencia de entonces, aquí no ha tenido que utilizar ninguna estratagema para engañar a nadie. Dice ir con la verdad por delante y que sus interlocutores, quien quiera que sea en cada ocasión, lo comprenden y le ayudan. Así que de esta manera vive estos días nuestro peregrino cordobés, quien lo que es buen pico para hablar sí que lo tiene. Desconozco si escribiendo también tiene buena maña y digo esto porque está escribiendo un libro que piensa publicar cuando acabe su andadura, que, según él, puede durar varios meses pues no tiene prisa alguna en volver hasta que no tenga bien claro lo que quiere hacer en la vida en esta nueva etapa que ha decidido emprender. En fin, aquí en Ourense, piensa quedarse 3 días. Ya tiene asegurada una plaza en el albergue de transeúntes donde le darán desayuno y cena de forma gratuita y él tendrá que arreglárselas  con la comida. Hoy, al medio día, quise invitarlo a comer pero me aseguró que no tenía necesidad y que le estaba mejor quedarse a dormir la siesta. Por la noche, después de cenar en el albergue, estuvimos charlando un rato y antes de despedirme de él, pues seguramente no lo volveré a ver, le pregunté si me aceptaría 10 euros para que se pagase la comida del día siguiente. Me dijo que le sabía mal, que no quería abusar, pero por la expresión de su cara supe que le vendría muy bien y  finalmente aceptó mi ofrecimiento. Al día siguiente podría comer caliente. Últimamente, por lo visto, iba de bocadillo en bocadillo. ¡Suerte, peregrino del Camino y de la Vida!


Camino Sanabrés: decimoquinta etapa

31/07/2012

Vilardebarrio-Xumqueira de Ambia: 14 km.

¿Porqué una etapa corta, hoy? Porque hacerla más larga significaba llegar hasta Ourense de un tirón y ese tirón significa 34 km en total. Por lo tanto, había que partir esta etapa y eso es lo que hecho. Mi cuerpo y mi mente me lo agradecerán. El primero no está como para tirar cohetes y la segunda no sabría cómo hacerlo para animar al cuerpo a hacer una gran etapa que, por cierto, nunca ha hecho. Así pues, habremos de esperar un día más para llegar a Ourense.


Si la distancia no ha sido un problema hoy, tampoco lo ha sido la orografía del terreno,  agradablemente llano hoy. Hemos cruzado uno de los valles más amplios que hay en Galicia, según nos dijo ayer un lugareño. Nos acercamos a Ourense, que se encuentra en una hondonada a tan sólo 180 mt de altura y como que nuestro destino de hoy, Xumqueira, está a más de 500 mt pues cabe deducir que la etapa de mañana será de bajada lo que, junto con su distancia, 22 km, suponemos que será muy asequible para nuestras piernas. Me quedan 6 etapas para llegar a Santiago y quiero llegar el sábado día 4 al final del Camino de este año, con lo cual, o hago etapas maratonianas para salvar los 115 km que aún me quedan o tendré que saltarme alguna jornada, 2 en concreto, como ya he dicho en anteriores capítulos. También he considerado otra posibilidad que es dar por finalizado mi camino por este año en Ourense y acabarlo el próximo. Ello significaría estar algún que otro día o en Ourense o llegar a Santiago antes del sábado. Sin embargo, esta posibilidad, la estoy descartando ya en el mismo  momento en que se me ha pasado por la cabeza. Así que seguiré caminando hasta que tenga que tomar un autobús y acercarme hasta el último pueblo antes de Santiago, que es Outeiro, porque lo que tengo muy claro, a estas alturas, es que quiero entrar andando en Santiago. Nunca en autobús, si ello es posible.



jueves, 23 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: decimocuarta etapa

30/07/2012

Laza-Vilardebarrio: 20 km.

Las diferentes guías que uno puede consultar para planificar su Camino no se ponen de acuerdo en las distancias. Puede haber hasta 2 km de diferencia entre ellas para una misma etapa. Viene pasando en todas las etapas anteriores y así es también para la de hoy. Sin embargo, la dificultad de hoy no ha estribado en la distancia a recorrer, en torno a los 20 km, si no en el estado de cansancio de mis piernas y pies. Sobre esta premisa, me atrevo a afirmar que ha sido la más dura hasta la presente. Sí, ya sé que lo he dicho eso anteriormente, que he hecho etapas sensiblemente más largas, con más cuestas que subir, pero el estado previo en que uno se encuentra puede influir decisivamente en el desarrollo de la etapa como así ha sido hoy.
La orografía del terreno también ha tenido su participación en el cansancio y dolor que ahora siento en las piernas, especialmente de rodillas para abajo. De Laza salíamos siguiendo un precioso valle que subía muy lentamente. No obstante, a unos 4 km, una vez pasado el pueblo de Soutelo Verde, el camino empieza a subir de lo lindo y pronto nos acordamos de los comentarios, acompañados de una irónica sonrisa, que nos hicieron en Laza acerca de la cuesta que nos quedaba por delante. Algunos pequeños descansos, cuando el desnivel se hacía más soportable, nos daban un respiro en lo que comenzaba a parecerme un auténtico suplicio. Aunque es preferible no mirar hacia arriba cuando uno va subiendo por no caer en el desánimo, de vez en cuando lo hacía, con la esperanza de divisar el final de aquella interminable subida. De manera que cuando a uno le parecía que ya se acababa lo peor, una nueva cuesta venía a contrariar nuestras expectativas, empinándose de nuevo el camino ante nuestros atónitos ojos. Nada que hacer sino seguir subiendo y aprovechar las sombras para hacer pequeños descansos, recuperar el resuello y continuar con la esperanza de que, en la próxima, esta vez sí, estaría la última cuesta.

Pero todo se acaba en la vida, y nuestro calvario particular también, cuando por fin llegamos a la carretera que discurre a más de 900 mts de altura. Enseguida llegamos a Alberguería, pueblecito en el que hay un albergue montado hace algunos años por Luis, que regenta también un bar situado enfrente, decorado en sus paredes y techos con cientos de conchas de vieira firmadas por los peregrinos que por allí han  pasado. Gumersiña y yo firmamos también una concha y una peregrina que se había quedado allí a ayudar a Luis durante un tiempo, nos lleva al albergue a enseñarnos el lugar donde se colocará nuestra concha, ya que en el bar no cabe ni una más desde el mes de abril.


Después de descansar, tomar algo y hacernos la consabida foto con Luis, partimos hacia nuestro destino, afrontando ahora una buena bajada y ejercitando con ello la musculatura de las piernas que aún no había intervenido en la andadura. El sufrimiento se prolongó así un buen rato más para nuestras pobres piernas  y pies. Pero bueno, la experiencia en el Camino me dice que mañana estaremos como nuevos para hacer lo que nos echen. Además, mañana, la etapa promete ser llana y corta. ¿Qué más podemos desear?

A media tarde, ha llegado al albergue Enrique, el peregrino cordobés, que no veíamos desde hace algunos días. En un próximo capítulo contaré algo sobre sus peripecias y aventuras en el Camino que viene haciendo desde Mérida. Lleva ya 43 días caminando. Se dice muy pronto pero se tarda mucho en hacerlo. Dudo que yo pudiera hacer tantos días seguidos de Camino. Al menos, hasta ahora,  no los he hecho, pero nunca se debe decir de esta agua no beberé. Uno, en el Camino, como en la vida, desconoce sus potencialidades hasta que se pone a prueba.

miércoles, 22 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: decimotercera etapa

29/07/2012

Campobecerros-Laza: 16 km.


Etapa sin mayores complicaciones y con un paisaje fabuloso. Salimos a las 7,30 de Casa Núñez después de un frugal desayuno consistente en café con leche y unas madalenas. Nada más empezar a caminar parecía que la mañana sería agradable de caminar ya que, aunque había niebla, ésta estaba alta y no hacía viento como en el día de ayer. Sin embargo, al no ir bien abrigado, el frescor de la  niebla pronto se convirtió en frío y durante un rato aceleré el paso para entrar en calor. Algo más tarde el sol acabó imponiéndose y la niebla se disipó despareciendo así el frescor de la mañana. El resto de la mañana anduvimos con una temperatura ideal.

Al pasar por un pueblo, nos indicaron que unos 2 km más abajo había una fuente a la que vecinos de los pueblos cercanos venían a llenar sus garrafas  pues tiene fama de ser la mejor agua del  lugar. Paramos junto a la fuente y aprovechamos para tomar algún alimento a media mañana. No nos pareció, sin embargo, que la fuente ofreciera muchas garantías por el aspecto que ofrecía y decidimos no tomar agua de ella.
Llegamos a Laza a las 12,30. Había que contactar con Protección Civil para recoger las llaves del albergue, registrarse y sellar la credencial y eso fue lo primero que hicimos. Una vez acabado con el protocolo, partimos hacia el albergue sito en las afueras de la villa, no sin antes haber atendido las explicaciones del encargado de la oficina acerca del pueblo y de dónde comer un buen menú a un precio asequible. Eran las 14 horas cuando habíamos acabado de realizar las rutinas propias del Camino: ducharse, lavar, tender… y fuimos en busca del restaurante que nos habían recomendado para dar cuenta de un estupendo menú siendo obsequiados con un trato muy agradable de la cocinera que comía también al lado nuestro después de atender a todos sus clientes.


El albergue tiene buenas instalaciones y está bien conservado. Esta parece ser la tónica general de los albergues de este Camino Sanabrés en Galicia. No tienen más de 15 años ya que este Camino se abrió oficialmente en 1996 a raíz de la presión que ejercieron los alcaldes de los pueblos por los que pasaba para que la Xunta de Galicia reconociera este Camino usado también en la Edad Media para peregrinar a Santiago desde el sur de España.

Continúo caminando con Gumer, a la que cariñosamente le llamo Gumersiña. También ella me llama a mi Pepiño. De esta manera, nuestros nombres se han galaiquizado.

Había comentado en anteriores etapas la posibilidad de  tomar un tren hacia Ourense para salvar las dos etapas que me sobran si quiero llegar a Santiago el sábado día 4. Sin embargo, he considerado la posibilidad de llegar lo más cerca posible de Santiago y entonces tomar un autobús que me deje a una etapa de distancia de la llamada ciudad de las estrellas y eso es lo que haré.

Mañana tenemos una etapa que nos puede complicar un poco las cosas, no tanto por la distancia como por el perfil orográfico que presenta, con una fuerte subida para salvar un desnivel de 500 metros en una distancia relativamente corta. Veremos cómo se presenta.


martes, 21 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: duodécima etapa

28/07/2012

A Gudiña-Campobecerros: 19 km.

A Gudiña era la última oportunidad que teníamos los peregrinos de encontrar un cajero para sacar dinero ya que en las próximas etapas, hasta llegar a Ourense, no hay ninguno en el Camino. De manera que, de buena mañana, me dispuse, acompañado de Gumer, a visitar uno de  los dos cajeros que hay en este pueblo. El primero no me dejó sacar nada y me informó que por un error técnico la operación que solicitaba no estaba disponible. -Menos mal que hay otro cajero, pensé-. Me fui hacia él y la sorpresa fue que, con el mismo mensaje y siendo de otra Caja diferente, tampoco pude disponer de mi dinero. ¿Qué hacer entonces? Mi compañera Gumer me dijo que lo iba a intentar ella y que me prestaría 50 euros que ya le devolvería más adelante, cuando llegásemos a Ourense. Ella sí que lo consiguió y agradecí entonces llevar una compañera en aquellas circunstancias, ya que, de lo contrario, no sé qué hubiese tenido que hacer pues en tres días no dispondría de dinero y tampoco había disponible ningún otro peregrino conocido que me pudiese haber hecho un préstamo. En fin, el caso era que ya tenía dinero para ir tirando hasta poder disponer del mío propio.

Pues bien, la salida de A Gudiña empezó con una continua cuesta arriba que pronto se convertiría en un pequeño calvario para mí ya que la etapa de ayer me estaba pasando factura. Pronto noté el cansancio acumulado y un exceso de carretera contribuyó aún más a ello. Salimos con niebla y el viento vino a contribuir también al malestar ya que empecé a tener frío –cómo me acordaba en esos momentos de mi amiga Dori que me dijo antes de partir hacia Zamora que echara algo de abrigo por si acaso-. El por si acaso se hizo realidad y me cogió a mi desprotegido. Una camiseta de manga larga me ayudó a soportarlo mejor pero, por momentos, el frío hizo mella en mí. Al cabo de un rato de andadura, el sol se impuso a la niebla como yo esperaba y deseaba y la situación mejoró para mí por lo que respecta a la temperatura, no así en lo que se refiere al cansancio.


Empezamos a ver y admirar el magnífico paisaje que se abría ante nosotros desde una carretera que serpenteaba por encima de una cadena montañosa de perfil ondulado en torno a los 1000 metros de altura. A nuestra derecha, un barranco cubierto de vegetación arbustiva que venía a acabar en las aguas de una presa y, al otro lado de ésta,  los contrafuertes casi verticales y desnudos de un macizo montañoso de  unos 1800 metros de altura constituido por las estribaciones del macizo de Cabeza de Manzaneda. A la izquierda de la carretera un paisaje de pequeños valles cubiertos también de matorrales renacidos de las cenizas de un incendio, algo tan común en esta bella y castigada región, del cual aún se veían los restos de arbustos carbonizados y suelos calcinados.

La carretera por la que íbamos cruzaba alguna que otra aldeíta, llamadas aquí Venda, casi deshabitadas y dejadas de la mano de Dios en la que pudimos intercambiar algunas palabras con los escasísimos habitantes, personas mayores, que pudimos ver en ellas. Saludamos a un matrimonio de avanzada edad y a un hombre mucho más joven, de treinta y pocos años, que hablaba con ellos. En la puerta, a un lado de la carretera, un Audi de color negro. Seguimos nuestro camino sin detenernos y algunos kilómetros más adelante el mismo coche que se paró junto a Gumer, que venía algo más retrasada que yo, y le dice que nos puede acercar hasta el siguiente pueblo, adonde él va, que, justamente, era nuestro destino de hoy. Gumer le contesta que lo que  yo diga y yo acepté enseguida su propuesta. Así que hicimos esta pequeña trampa y llegamos al pueblo en coche. Por el camino, una empinada cuesta abajo que, de aquella manera, íbamos a salvar, nos contó el conductor del Audi que había venido a visitar a sus tíos que vivían allí, que él vivía en Bilbao donde hacía algunos años que había emigrado.



El cansancio acumulado de ayer y una ampolla que me había salido en el dedo pequeño del pie izquierdo me llevaron a la rápida conclusión de que lo mejor era aceptar la oferta de tan amable conductor. De modo que ello nos ahorró unos 6 km de andadura. En este pueblo, Campobecerros, había un albergue que funcionó hasta no hace mucho pero lo cerraron, de modo que nos alojamos en una casa rural por 20 euros la noche. Por cierto, el servició aquí deja mucho que desear, pero no hay otro sitio donde alojarse.
Mañana nos espera una etapa corta hasta Laza y  allí, probablemente, tome un tren hasta Ourense pues como quiera que voy corto de tiempo, si quiero llegar el sábado día 4 a Santiago tengo que saltarme un par de etapas y puede que lo haga pasado mañana. En realidad, en mi planificación del viaje, tenía previsto llegar este día y así hubiese sido si no hubiese tomado la decisión, a última hora, de empezar mi Camino en Zamora y no en Granja de Moreruela donde en realidad comienza el Camino Sanabrés, también llamado Mozárabe, con sus 360 km. de  longitud. Esos 2 días de más hechos desde Zamora son los que ahora me faltan para llegar en el plazo que me había propuesto. En Santiago me esperará mi amiga Dori que dado que no hará vacaciones este verano, ha decidido hacer una escapadita hasta Santiago y allí esperar mi llegada el sábado para partir hacia Barcelona el lunes por la mañana. Pero mañana será otro día y sabe Dios que nos depara. Uno propone y el  Camino dispone, ésta es unas de las máximas que he aprendido en estos años de caminos a Santiago.

lunes, 20 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: undécima etapa

27/07/2012

Lubián-A Gudiña: 25 km.

En principio, ésta no tenía que ser una etapa que nos diese problemas pues sus 25 km de recorrido la hacía asequible a mis piernas, claro está, sin contar con la dificultad añadida que supone subir un puerto, el segundo que subo en el Camino, el puerto de La Canda. Precioso sendero por el que hemos subido hoy pero considerable desnivel el que hemos tenido que salvar en una distancia corta. No obstante, en la primera mitad de la etapa, lo encaramos con alegría y no tanta en la segunda. Sigo caminando con Gumer, mi compañera desde que salimos de Puebla de Sanabria. Esta circunstancia ha hecho que la etapa, pese a su dificultad, haya sido más llevadera.


Si subir fue duro, bajar no lo fue menos. Pero a todo esto, vino a sumarse una dificultad que no estaba prevista. Charlando, charlando dejamos de estar atentos a las flechas y no nos percatamos que éstas nos invitaban a dejar la carretera comarcal por la que discurría nuestro andar, con lo que hicimos más kilómetros de los debidos. Me percaté al cabo de un rato de caminar por la carretera sin ver más indicaciones, ya sea en forma de flecha, de mojón o de hito que señalizan el camino. Se lo comenté a mi compañera y comentamos que hacía rato también que no pasaba ni un solo coche por aquella carretera. Nos miramos temiendo lo peor y al poco vimos que se acercaba un coche en la misma dirección que llevábamos nosotros. Se paro cuando  llegó a nuestra altura y, sin mediar palabra, sólo con el típico  gesto de cabeza que te dice que no, supimos que, efectivamente, nuestro temor se cumplía. Le preguntamos cuál era la mejor alternativa, si seguir hasta el siguiente pueblo para allí retomar la dirección correcta o si volver sobre nuestros pasos y retomar el camino donde debimos haberlo hecho. Nos dijo que continuar hasta el pueblo siguiente representaba hacer muchos más kilómetros que si volvíamos atrás. De todas maneras él se ofrecía a llevarnos en su coche hasta el pueblo donde tenía que hacer el reparto, ya que era el cartero de  la zona, pero insistió en su advertencia de la considerable distancia hasta A Gudiña, nuestro destino, desde allí. Le dimos  las gracias por  la información y por su ofrecimiento y, como no podía ser de otra manera, cambiamos el sentido de nuestros pasos. Cuando llegamos al lugar donde debimos haber dejado la carretera decidimos continuar en lugar de  volver al pueblo, que desde allí no estaba demasiado lejos, para comer. Como llevábamos algo de comida decidimos continuar, lo que nos ahorraría algún kilómetro. Era ya una hora avanzada y el sol calentaba de lo lindo. Buscamos una sombra para reponer fuerzas y dimos buena  cuenta de lo que teníamos para comer: algo de queso curado, de salchichón, de pan del día  anterior que sólo  comí yo pues a Gumer no le gustaba por estar algo blando y alguna pieza de fruta y chocolate. Fue suficiente para saciar el apetito. Decidimos,  también, hacer un descanso largo pues las horas más calurosas del día se cernían sobre nuestras  cabezas. Desplegué una manta térmica sobre el suelo y nos dispusimos a descansar con la esperanza de echar alguna cabezadita. No fue así, ya que se hacía difícil conciliar el sueño por el calor y la incomodidad de estar en el suelo, pero, al menos nos sirvió de  descanso y de algo tan beneficioso para nuestro organismo entero como es el reír a carcajadas. No importa cuál sea la causa de la risa pero lo importante era reír y afrontar las dificultades con buen humor. Nos  sirvió de excusa un vídeo que a Gumer le había enviado su hijo por Internet y que pudimos escuchar en su móvil.  Después de un buen descanso decidimos reemprender nuestra andadura. Compartimos subidas y bajadas, cruzamos un monte escaso en árboles pero abundante en grandes rocas de granito que jalonaban el camino con su redondez producida por la erosión medioambiental. Pronto el cansancio empezó a hacer mella en nosotros pero no había más remedio que seguir hacia delante.


Llegamos, por fin, a A Gudiña, un pueblo grande, capital de su comarca, donde nos esperaba el deseado albergue cuando eran las 7 de la tarde habiendo salido a las 7 de la mañana de Lubián. No hace falta explicar cómo llegamos. Con esos datos cualquiera se lo puede imaginar. Calculo que habremos hecho entre 28 y 30 kilómetros. Después de asearnos nos fuimos al bar O Peregrino a reponer fuerzas y a disfrutar de una fría cervecita. Nos lo merecíamos. Nos quedan algo menos de 200 kilómetros para llegar  a Santiago y estamos en Galicia.