Camino
Sanabrés: decimoséptima etapa
02/08/2012
Ourense-Cea: 22 km.
Hoy hemos empezado a caminar por separado Gumersiña y yo. No
es que nos hayamos enfadado, no.
Simplemente ambos necesitábamos caminar solos estos días que faltan para llegar
a Compostela. Ella me lo planteó ayer durante la comida que hicimos juntos en
un restaurante. Anduvo pensativa y cabizbaja toda la mañana y yo me preguntaba
que podría pasarle. Finalmente, sacó el tema mientras comíamos, como he dicho y
me dijo que había venido al Camino sola, con sus miedos en la mochila y que
cuando yo aparecí se quedó más tranquila
puesto que iba acompañada. Sin embargo, cree que debe enfrentarse ella sola a
sus miedos y de aquí que haya estado toda la mañana dándole vueltas al asunto.
En fin, yo no podía sino comprenderla y estuve de acuerdo con ella en que debía
caminar a solas. Además, a mi me vino estupendamente también ya que sentía que
este año tenía que hacer más Camino sólo. Así que aclaradas las cosas, cada uno
ha salido a horas diferentes, Gumer antes que yo, y ha hecho el camino que ha
creído conveniente. No obstante, nos hemos encontrado en el mismo albergue.
La salida de Ourense ha sido muy pesada. Dos factores han
procurado que así sea. Primero, el camino sale de esta ciudad paralelo a una de
sus carreteras de salida importantes, con mucho tráfico de entrada y de salida,
tras cruzar el río Miño por el puente romano. Al llegar al primer pueblo, se
deja la carretera nacional y se camina por una carretera local. La carretera
empieza a subir para después bajar y pasar debajo de un alto viaducto de la
autovía. Entonces se empieza a ver lo que uno no quisiera creer que fuese el
camino. Desde lejos, y tras pasar
también bajo un puente del ferrocarril, se ve como la carretera se empina de lo
lindo. Ya había oído hablar de esta cuesta a la salida de Ourense pero siempre
piensa uno que los demás son exagerados al contar las cosas. Mas no, no
exageraron nada los que comentaron cómo era esta cuesta. Ha sido la cuesta por
carretera más larga y empinada que he hecho nunca y, además, con mucho tráfico
de gente de los pueblos cercanos que van a trabajar a la capital. Horrorosa
cuesta, sí señor. Interminable y durísima. La afronté con mucha calma pues no
quería quemarme antes de tiempo. Tuve mucho tiempo de pensar en el peso de mi
mochila que sospecho que no es el que yo pensaba al salir de casa. Cuando
llegue a Santiago lo voy a comprobar, antes no, pues no quiero que influya
negativamente en mí. Es cierto que salí con algo menos de peso que en
anteriores caminos pero finalmente me parece a mí que la cosa debe estar por un
estilo. En fin, llevo 6 años saliendo al Camino y aún no consigo llevar una
mochila por debajo de los 10 kilos de peso. Hay que tener en cuenta que cargo
con algo de comida, frutos secos y un litro y medio de agua y todos esos gramos
de más no pueden obviarse ya que son necesarios para el día a día. O sea, que
para un próximo año habrá que aminorar el peso de los enseres que lleva uno y
que o no se utilizan o se utilizan muy poco. La verdad es que me está costando
mucho descartar aquellas cosas que no son imprescindibles y, quizás, también,
habrá que echar algo menos de ropa. En fin, esa será la primera tarea cuando me
ponga a preparar el nuevo camino del año que viene. De momento, he subido con
mi mochila, y su excesivo peso, esta cuesta que se me ha antojado inacabable,
aunque, finalmente, claro está, se acaba, así como también los peores momentos
de la vida. Una vez acabado el martirio en esta pronunciada pendiente de más de
2 km de longitud, la andadura se hace más accesible, con pequeñas bajadas y
subidas que se suceden unos a otras.
A mediodía, el peregrino decide hacer una paradiña para tomar una cerveza y unos
trocitos de queso del país que le saben a gloria bendita. Continúa la marcha
este peregrino con la esperanza de que ya quede poco para llegar, mas pronto
comprueba que son aún 5 los km del camino que han de hollar sus pies. Y esos
pocos km, objetivamente hablando, se le hacen eternos al peregrino por obra y
gracia del cansancio acumulado en la dichosa cuesta.
Finalmente, llego a
Cea, donde se ubica el albergue donde hoy descanso. Este pueblo, de no más de
2000 habitantes, tiene 18 hornos de pan y es que tiene fama de tener uno de los
mejores panes de Galicia. El mejor, dirán sus habitantes. Obviamente, gran parte del pan que en él se produce, se vende
fuera del pueblo. Esta fama le viene a Cea de siglos atrás, cuando ya proveía
de pan a los pueblos de la comarca.
Por primera vez desde
que salí de Zamora vamos casi a llenar el albergue pues somos muchos los
peregrinos que aquí nos hemos juntado. Cuando son las 8,30 de la tarde llega un
grupo de adolescentes de ambos sexos, italianos ellos, acompañados por 4
adultos, que, me temo, pondrán un poco el albergue patas arriba. Llegan
empapados de sudor y haciendo gestos evidentes de cansancio e incluso de dolor.
Habrá que ver a qué hora se acuestan, tarde supongo, y cómo lo hacen, ya que
son demasiado jóvenes como para ser conscientes de que, a según qué horas, el
inevitable ruido que hagan cuando se acuesten, va a molestar a los demás
peregrinos, acostumbrados a ir a dormir entre las 10 y las 10,30 para cumplir
con una de las normas tácitas del Camino. En fin, mañana confirmaré o no estas
suposiciones. De momento, una vez duchados, han dejado el albergue que parece
un campo de batalla, con todas sus pertenencias por en medio. Desconozco si los
adultos les han llamado la atención a cerca de ello, aunque me temo que no.