Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

sábado, 25 de agosto de 2012

Camino Sanabrés: decimoséptima etapa

02/08/2012

Ourense-Cea: 22 km.

Hoy hemos empezado a caminar por separado Gumersiña y yo. No es que  nos hayamos enfadado, no. Simplemente ambos necesitábamos caminar solos estos días que faltan para llegar a Compostela. Ella me lo planteó ayer durante la comida que hicimos juntos en un restaurante. Anduvo pensativa y cabizbaja toda la mañana y yo me preguntaba que podría pasarle. Finalmente, sacó el tema mientras comíamos, como he dicho y me dijo que había venido al Camino sola, con sus miedos en la mochila y que cuando yo aparecí se quedó  más tranquila puesto que iba acompañada. Sin embargo, cree que debe enfrentarse ella sola a sus miedos y de aquí que haya estado toda la mañana dándole vueltas al asunto. En fin, yo no podía sino comprenderla y estuve de acuerdo con ella en que debía caminar a solas. Además, a mi me vino estupendamente también ya que sentía que este año tenía que hacer más Camino sólo. Así que aclaradas las cosas, cada uno ha salido a horas diferentes, Gumer antes que yo, y ha hecho el camino que ha creído conveniente. No obstante, nos hemos encontrado en el mismo albergue.


La salida de Ourense ha sido muy pesada. Dos factores han procurado que así sea. Primero, el camino sale de esta ciudad paralelo a una de sus carreteras de salida importantes, con mucho tráfico de entrada y de salida, tras cruzar el río Miño por el puente romano. Al llegar al primer pueblo, se deja la carretera nacional y se camina por una carretera local. La carretera empieza a subir para después bajar y pasar debajo de un alto viaducto de la autovía. Entonces se empieza a ver lo que uno no quisiera creer que fuese el camino. Desde lejos,  y tras pasar también bajo un puente del ferrocarril, se ve como la carretera se empina de lo lindo. Ya había oído hablar de esta cuesta a la salida de Ourense pero siempre piensa uno que los demás son exagerados al contar las cosas. Mas no, no exageraron nada los que comentaron cómo era esta cuesta. Ha sido la cuesta por carretera más larga y empinada que he hecho nunca y, además, con mucho tráfico de gente de los pueblos cercanos que van a trabajar a la capital. Horrorosa cuesta, sí señor. Interminable y durísima. La afronté con mucha calma pues no quería quemarme antes de tiempo. Tuve mucho tiempo de pensar en el peso de mi mochila que sospecho que no es el que yo pensaba al salir de casa. Cuando llegue a Santiago lo voy a comprobar, antes no, pues no quiero que influya negativamente en mí. Es cierto que salí con algo menos de peso que en anteriores caminos pero finalmente me parece a mí que la cosa debe estar por un estilo. En fin, llevo 6 años saliendo al Camino y aún no consigo llevar una mochila por debajo de los 10 kilos de peso. Hay que tener en cuenta que cargo con algo de comida, frutos secos y un litro y medio de agua y todos esos gramos de más no pueden obviarse ya que son necesarios para el día a día. O sea, que para un próximo año habrá que aminorar el peso de los enseres que lleva uno y que o no se utilizan o se utilizan muy poco. La verdad es que me está costando mucho descartar aquellas cosas que no son imprescindibles y, quizás, también, habrá que echar algo menos de ropa. En fin, esa será la primera tarea cuando me ponga a preparar el nuevo camino del año que viene. De momento, he subido con mi mochila, y su excesivo peso, esta cuesta que se me ha antojado inacabable, aunque, finalmente, claro está, se acaba, así como también los peores momentos de la vida. Una vez acabado el martirio en esta pronunciada pendiente de más de 2 km de longitud, la andadura se hace más accesible, con pequeñas bajadas y subidas que se suceden unos a otras.


A mediodía, el peregrino decide hacer una paradiña para tomar una cerveza y unos trocitos de queso del país que le saben a gloria bendita. Continúa la marcha este peregrino con la esperanza de que ya quede poco para llegar, mas pronto comprueba que son aún 5 los km del camino que han de hollar sus pies. Y esos pocos km, objetivamente hablando, se le hacen eternos al peregrino por obra y gracia del cansancio acumulado en la dichosa cuesta.

Finalmente,  llego a Cea, donde se ubica el albergue donde hoy descanso. Este pueblo, de no más de 2000 habitantes, tiene 18 hornos de pan y es que tiene fama de tener uno de los mejores panes de Galicia. El mejor, dirán sus habitantes. Obviamente, gran  parte del pan que en él se produce, se vende fuera del pueblo. Esta fama le viene a Cea de siglos atrás, cuando ya proveía de pan a los pueblos de la comarca.



 Por primera vez desde que salí de Zamora vamos casi a llenar el albergue pues somos muchos los peregrinos que aquí nos hemos juntado. Cuando son las 8,30 de la tarde llega un grupo de adolescentes de ambos sexos, italianos ellos, acompañados por 4 adultos, que, me temo, pondrán un poco el albergue patas arriba. Llegan empapados de sudor y haciendo gestos evidentes de cansancio e incluso de dolor. Habrá que ver a qué hora se acuestan, tarde supongo, y cómo lo hacen, ya que son demasiado jóvenes como para ser conscientes de que, a según qué horas, el inevitable ruido que hagan cuando se acuesten, va a molestar a los demás peregrinos, acostumbrados a ir a dormir entre las 10 y las 10,30 para cumplir con una de las normas tácitas del Camino. En fin, mañana confirmaré o no estas suposiciones. De momento, una vez duchados, han dejado el albergue que parece un campo de batalla, con todas sus pertenencias por en medio. Desconozco si los adultos les han llamado la atención a cerca de ello, aunque me temo que no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquí puedes dejar tu comentario, si te place.