Camino
Sanabrés: decimocuarta etapa
30/07/2012
Laza-Vilardebarrio: 20 km.
Las diferentes guías que uno puede consultar para planificar
su Camino no se ponen de acuerdo en las distancias. Puede haber hasta 2 km de
diferencia entre ellas para una misma etapa. Viene pasando en todas las etapas
anteriores y así es también para la de hoy. Sin embargo, la dificultad de hoy
no ha estribado en la distancia a recorrer, en torno a los 20 km, si no en el
estado de cansancio de mis piernas y pies. Sobre esta premisa, me atrevo a
afirmar que ha sido la más dura hasta la presente. Sí, ya sé que lo he dicho
eso anteriormente, que he hecho etapas sensiblemente más largas, con más
cuestas que subir, pero el estado previo en que uno se encuentra puede influir
decisivamente en el desarrollo de la etapa como así ha sido hoy.
La orografía del terreno también ha tenido su participación
en el cansancio y dolor que ahora siento en las piernas, especialmente de rodillas
para abajo. De Laza salíamos siguiendo un precioso valle que subía muy
lentamente. No obstante, a unos 4 km, una vez pasado el pueblo de Soutelo
Verde, el camino empieza a subir de lo lindo y pronto nos acordamos de los
comentarios, acompañados de una irónica sonrisa, que nos hicieron en Laza
acerca de la cuesta que nos quedaba por delante. Algunos pequeños descansos,
cuando el desnivel se hacía más soportable, nos daban un respiro en lo que
comenzaba a parecerme un auténtico suplicio. Aunque es preferible no mirar
hacia arriba cuando uno va subiendo por no caer en el desánimo, de vez en
cuando lo hacía, con la esperanza de divisar el final de aquella interminable
subida. De manera que cuando a uno le parecía que ya se acababa lo peor, una
nueva cuesta venía a contrariar nuestras expectativas, empinándose de nuevo el
camino ante nuestros atónitos ojos. Nada que hacer sino seguir subiendo y aprovechar
las sombras para hacer pequeños descansos, recuperar el resuello y continuar
con la esperanza de que, en la próxima, esta vez sí, estaría la última cuesta.
Pero todo se acaba en la vida, y nuestro calvario particular
también, cuando por fin llegamos a la carretera que discurre a más de 900 mts
de altura. Enseguida llegamos a Alberguería, pueblecito en el que hay un
albergue montado hace algunos años por Luis, que regenta también un bar situado
enfrente, decorado en sus paredes y techos con cientos de conchas de vieira
firmadas por los peregrinos que por allí han
pasado. Gumersiña y yo firmamos también una concha y una peregrina que
se había quedado allí a ayudar a Luis durante un tiempo, nos lleva al albergue
a enseñarnos el lugar donde se colocará nuestra concha, ya que en el bar no
cabe ni una más desde el mes de abril.
Después de descansar, tomar algo y hacernos la consabida
foto con Luis, partimos hacia nuestro destino, afrontando ahora una buena
bajada y ejercitando con ello la musculatura de las piernas que aún no había
intervenido en la andadura. El sufrimiento se prolongó así un buen rato más
para nuestras pobres piernas y pies.
Pero bueno, la experiencia en el Camino me dice que mañana estaremos como
nuevos para hacer lo que nos echen. Además, mañana, la etapa promete ser llana
y corta. ¿Qué más podemos desear?
A media tarde, ha llegado al albergue Enrique, el peregrino
cordobés, que no veíamos desde hace algunos días. En un próximo capítulo
contaré algo sobre sus peripecias y aventuras en el Camino que viene haciendo
desde Mérida. Lleva ya 43 días caminando. Se dice muy pronto pero se tarda
mucho en hacerlo. Dudo que yo pudiera hacer tantos días seguidos de Camino. Al
menos, hasta ahora, no los he hecho,
pero nunca se debe decir de esta agua no beberé. Uno, en el Camino, como en la
vida, desconoce sus potencialidades hasta que se pone a prueba.
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