Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

sábado, 17 de mayo de 2014

Camino Inglés. 4º día

28-04-2014

3ª etapa: Pontedeume-Betanzos. 20 km

¡Santo Cristo del Perdón Divino! La etapa de hoy podría ser utilizado por el Cielo como sustitución del purgatorio. Me estoy refiriendo, claro está, a la dureza de la ruta y al castigo que supone para un cuerpo humano como el mío. Obviamente, esto es algo subjetivo, una apreciación que seguramente algunos peregrinos no compartirán, aunque, me consta por que les he oído, que otros caminantes son de la misma opinión que yo. Si hubiese que ponerle nota, yo le pondría un notable alto por lo que hace a la dureza. No por la distancia en sí -20 km no son demasiados- sino por la orografía del terreno. Como se diría en el argot ciclista, salvando las distancias, se trata de una etapa rompe-piernas, con constantes subidas y bajadas, alguna de ellas con fuerte pendiente. Estuve tentado ayer, cuando hice el repaso de la etapa del día siguiente, de partirla y quedarme en Miño, localidad turística con una bonita playa que se haya a mitad de camino de la etapa de hoy. Finalmente, me decidí por la etapa que he hecho. Y es que 10 km se me antojaban pocos km para una etapa. De manera que me decidí por llegar a Betanzos y hacer noche aquí. 


Betanzos es la capital del Concello del mismo nombre y una de las poblaciones más visitadas de Galicia por el atractivo que supone para el turista su casco histórico, con varias de las puertas que horadaban las antiguas murallas de la ciudad, que aun subsisten, y con su gran plaza mayor, centro neurálgico de la ciudad, donde ahora me hallo, sentado en la terraza de uno de los varios bares que aquí intentan atraer tanto al visitante como al autóctono, bajo los soportales de la misma.


Ya desde la misma salida de Pontedeume ,empieza una larga y fuerte subida que discurre por la empinada cuesta que comienza en su calle Real. El caminante, entonces, vuelve la vista atrás para ver lo que ha subido y continúa hacia adelante con la esperanza de que algún que otro descanso le sirva para recuperar el resuello y aliviar así su sufrimiento. Pero una y otra vez, el caminante comprueba que los falsos llanos son eso, falsos y, además, cortos, con lo que el cansancio se acumula y uno se empieza a preguntar ¿cuándo se acaba esto?. Así, poco a poco, la esperanza de que tras la siguiente curva el camino se haga más llevadero se va desvaneciendo y ya tan sólo queda consolarse diciéndose a uno mismo que el Camino es una metáfora de la vida misma.

Diversos peregrinos me han ido adelantando esta mañana aun habiendo salido después de mi, ya sea porque llevaban un ritmo más vivo que el mío, ya sea porque yo he ido haciendo pequeñas paradas, tantas como han sido necesarias, pues sabedor de dureza del itinerario de hoy decidí tomármelo con toda la calma del mundo.



El albergue es el mejor de cuantos hemos visitado hasta ahora. Un antiguo edificio de piedra granítica, de la que tanto abunda en esta región, acondicionado como albergue, con un resultado más que notable. Por lo demás, comentar que tanto ayer como hoy he comido con los dos compañeros madrileños que conocí el primer día, saliendo de Ferrol, con los que he podido trabar una amena conversación, hablando de lo divino y de lo humano. Son algo mayores que yo y tienen también su buena experiencia en el Camino. Espero seguir gozando de su compañía en próximas etapas pues he pasado buenos ratos charlando con ellos mientras comíamos.

Finalmente, decir que si hoy ha sido una etapa dura, la de mañana puede ser más dura aún ya que se sube a la máxima altura de este Camino Inglés, algo más de 450 metros, que sin ser una gran altitud, sin duda endurecerá la etapa máxime si se tiene en cuenta que se hace en la segunda mitad del recorrido cuya distancia total es de 28 km. Añádase, por si era poco, que la etapa transcurre por pueblecitos y aldeas sin servicios para el peregrino, llámese bar, restaurante, supermercado... Pero no acaba aquí la cosa, ya que la etapa finaliza en Hospital de Bruma, una aldea en la que tampoco hay servicios. A estas alturas de la tarde no tengo claro cómo voy a encarar esos 28 km y esa subida de la que ya todo el mundo habla.

viernes, 16 de mayo de 2014

Camino Inglés. 3r día


27-04-2014

2ª etapa: Neda-Pontedeume. 14 km

A modo de divertimento, permítame el lector que explique una aparente paradoja en relación a la etapa que he hecho hoy. 

¿Cómo es posible que los 16 km de ayer los hiciese en menos tiempo que los 14 km de hoy? Se supone, en general, que a menos distancia recorrida menos tiempo empleado. Resulta ser un sencillo problema de lógica que cualquier niño/a de primaria puede explicar sin mucho esfuerzo. Pero ya no tan fácil para ese niño/a resulta el problema si introducimos una tercera variable, la velocidad. Entonces, pasa a ser un problema de física, aunque tampoco tiene mayor dificultad. Una sencilla fórmula de física nos dice que la velocidad es equivalente al espacio dividido por el tiempo: v = e/t. Y de aquí se deduce que el espacio es equivalente, a su vez, a la velocidad multiplicada por el tiempo: e= v*t. Con ello, tenemos que a más velocidad menos tiempo empleado en recorrer un determinado espacio. Y en el caso de la etapa de hoy, el espacio ha sido de 14 km. Como este dato es fijo, ha tenido que cambiar la velocidad, lógicamente. Ahora, la pregunta es: ¿qué me ha llevado a variar la velocidad? He de decir que mi intención era mantener un ritmo sostenible para toda la etapa. Llegados aquí, ¿se le ocurre al paciente lector la razón que me ha llevado a disminuir la velocidad, con lo que el tiempo de duración de la etapa ha aumentado forzosamente?  La respuesta es la orografía del terreno que se recorre. Estamos en Galicia y la etapa de hoy hace honor a ello: un continuo subir y bajar. Cuestas no demasiado largas pero muy seguidas unas a otras. Y eso cansa. Y eso obliga a caminar más despacio. Ha sido por ello que, aun siendo más corta, el tiempo dedicado ha sido mayor.

Salí del albergue de Neda cuando ya lo habían hecho la mayoría de los peregrinos que allí pernoctamos. Eran las 7.45 cuando daba los primeros pasos hacia mi nuevo destino: Pontedeume, población a orillas de la ría de Betanzos. La etapa se me ha hecho mucho más larga, como he explicado anteriormente y, también, más dura, por la razón que ya he mencionado. La etapa de ayer, en comparación, me pareció hoy una de esas excursiones largas que hago a través de caminos y senderos por el Parque Natural de Sant Llorens del Munt i de l'Obac, muy cercano a mi residencia, con la diferencia de que en el Camino lleva uno una mochila que pesa 12 kilos. Por cierto que no hay manera de bajar el peso de la mochila que cada año traigo al Camino. Siempre me digo que será la última vez que cargue con tanto peso y año tras año he vuelto a excederme en ello. 

De Neda a Fene, pueblo industrial, el más grande de la zona, la ruta transcurre, nuevamente, paralela a la ría de Ferrol, en busca de la ría de Betanzos. Atraviesa el camino una pequeña península que separa ambas rías, cubierta de eucaliptos con algún que otro carballo, nombre que se le da aquí al roble, a pie de camino, dando fe de lo que en otros tiempos fue el bosque propio de la región que pisamos: las carballeiras, de las cuales ahora se protegen algunas de las pocas que quedan, como las que se pueden ver cercanas a Pontedeume. Se ha sustituido este tipo de bosque por otro en el que domina el eucalipto, mucho más apto y rentable para la explotación maderera. Árbol de rápido crecimiento tiene el inconveniente de que necesita mucha agua y sus raíces se encargan de tal menester. Las consecuencias para el medio son desastrosas. Por lo que he podido observar en el día de hoy y en otras ocasiones en que he cruzado estos bosques camino del destino diario en mi peregrinar por estas tierras, prácticamente sólo crecen los helechos en este tipo de bosque. Además, y eso también lo he podido observar, cuando se tala el bosque de eucalipto se arrasa con toda la vegetación que pueda haber en el lugar y se deja el terreno limpio a la espera de ser replantado con esta especie arbórea proveniente de Australia. Creo recordar que tampoco he oído cantar demasiado a los pájaros cosa que sí ha ocurrido cuando transitaba por otros caminos de ambiente más agradable. Las plantas con flores también son escasas en este medio. Vaya que no es de lo más agradable pasear por estos bosques. Lo único que a mi entender se salva es el aire con un reconocible olor a eucalipto, como no.

En fin, el albergue, muy bien situado en  las antiguas lonjas de pescado de esta población, donde recientemente se ha habilitado una espacio, pequeño, para que haga las veces de albergue de peregrinos. Una pena, porque habiendo sitio como hemos podido comprobar, se ha optado por un espacio totalmente insuficiente pues solo tiene el dormitorio y dos servicios con ducha, no habiendo ningún espacio habilitado para lavar y tender la ropa o una cocina donde algún que otro peregrino se haga la comida. El mantenimiento también deja mucho que desear. Por lo visto la persona que lo atiende no cobra nada y tiene su trabajo lejos de allí. Hay una mujer que hace la limpieza pero por lo visto ayer no la hizo, pues fue sábado, y hoy, que es domingo, tampoco la hará. Los desagües de las duchas no evacuan bien el agua y todo el servicio queda inundado. Algunas peregrinas que han llegado tarde al albergue se han encontrado tal panorama y han desistido de ducharse en tales condiciones.  Una pena de albergue en una región de España que pareció en ciertos tiempos tomarse esto del Camino mucho más en serio de lo que lo está haciendo en los últimos tiempos. Supongo que habrá que repartir responsabilidades con los municipios por donde pasa el camino que tampoco hacen gran cosa por dignificar algunos albergues. No estamos hablando de que pongan hoteles. Estamos hablando de unas mínimas instalaciones y un mínimo mantenimiento como es la normalidad en la mayoría de los caminos que llevan a Santiago. Estamos en tiempos de crisis económica y de recortes y, también, de corrupción y, mientras tanto, la casa sin barrer. Con lo dicho creo que se explica todo.

Camino Inglés. 2º día


26-04-2014

1ª etapa del Camino: Ferrol-Neda. 16 kilómetros

Por fin, la normalidad, que consiste en encontrarme con otros peregrinos que hacen exactamente lo mismo que uno: caminar; cada cual a su paso, cada cual a su ritmo. Esto es el Camino. Como dijo el poeta:

"Caminante,no hay camino, 
se hace camino al andar".

Y yo añado: y cada cual lo anda a su manera.

La etapa de hoy, transcurrió paralela a la ría de Ferrol, siempre de oeste a este. De hecho, esta ría forma parte junto con la de A Coruña, Betanzos, Ares y Ferrol del golfo Ártabro. Aquí, en el Ferrol, la ría adquiere esta dirección. El camino discurrió siempre junto al agua de la ría, siendo muy diferente según la hora en la que se transita. Así, con la marea baja, o bajamar, el agua , mezcla de agua dulce procedente de los ríos que desembocan en la ría y agua salada procedente del mar, apenas si se divisa a lo lejos y todo lo que el peregrino ve es un fangal en el que sólo algunas aves se atreven a adentrarse en busca de algo que llevarse a la boca y, a lo lejos, el otro lado de la ría. En cambio, cuando la marea sube, todo se llena de agua, mayoritariamente procedente del mar y las aves acuden en mayor cantidad en busca de alimento. Desde el punto de vista estético, al peregrino se le antoja más vistosa esta imagen de la ría plena, con marea alta y hace un alto en el camino para realizar alguna que otra fotografía con la intención de inmortalizar la visión de un paisaje que muy probablemente no volverá a ver, de la misma manera, ya nunca más.



Al final de esta porción de la ría, se encuentra Neda, el pueblo que acogerá en su albergue a los peregrinos que iniciamos hoy camino. A primera hora de la mañana, en un momento de duda sobre por donde discurre la ruta de hoy, giré la vista hacia atrás y vi a dos peregrinos que se acercaban a mi. Decidí esperarlos. Los saludé y les hice participes de mi duda. Será por la derecha, en lo que parece un camino que va hacia un pequeño parque junto a la ría, o habrá que seguir de frente, por un camino asfaltado que discurre paralelo a la carretera. Decidimos ir por este último y nos despedimos enseguida pues  comprobé que llevaban un ritmo más vivo que el mío. Seguramente, pensé, ya nos encontraremos en el próximo albergue. Los vi desaparecer de mi vista y yo seguí recreándome en mi camino y en mi ritmo de marcha. No tengo ninguna prisa, me dije.

La mañana amaneció en Ferrol con nubes y claros y parecía que el viento había amainado lo suficiente como para no molestar al caminante. Eso se deducía de la visión de las banderas que reposaban casi inmóviles bajo los cristales de la ventana de mi habitación. Observar el cielo fue lo primero que hice cuando puse los pies en el suelo una vez me hube despertado. Demasiado halagüeño para ser verdad, pensé. Más tarde, en el transcurso de la mañana, pude comprobar cuan equivocado estaba con mi primera observación.

Me levanté a las 7.45 y, una vez acomodadas mis pertenencias en la mochila, bajé a la cafetería del hotel donde me alojaba. Tomé un café con leche descafeinado y un croissant y enseguida me dispuse a dar los primeros pasos de mi nueva andadura. El Camino que habría de seguir, transcurría cercano a la parte posterior del edificio donde se encontraba el hotel, así que, cuando pasé la esquina del mismo, pude comprobar que mis observaciones meteorológicas, hechas desde la comodidad de la habitación donde dormí, no eran adecuadas al lugar donde me hallaba. Me animó, sin embargo, el comprobar que el viento no era tan intenso como el de ayer. Pero aún más animo me dieron los primeros rayos de sol del día que, poco después, se colaban entre los nubarrones y acariciaban mi cara. Tan solo fue un instante y, enseguida, las nubes ganaron la batalla y ocultaron el astro rey.

Una pena que no haya hecho un día soleado pues el paisaje perdía mucho con un cielo entre gris y oscuro. Sea como fuere, llegué al albergue de Neda a las 12,30. Está situado a escasos 50 metros de la ría y se arriba a él cruzando el último brazo de ría antes de que ésta se cierre, a través de un puente peatonal construido en su mayor parte de madera. En la puerta del albergue, que estaba cerrado, un cartel avisaba que se había de llamar a un número de teléfono para que alguien diese instrucciones sobre cómo entrar. Llamé y me contestó alguien que trabajaba en protección civil y que, además, era el encargado de atender al peregrino. Me explicó que en un hueco de la pared, a la izquierda de la puerta, donde en otro momento hubo un timbre, escondida, se podía encontrar una llave de la puerta. Me dijo que la tomara y me acomodara y que, enseguida que sus obligaciones se lo permitieran, pasaría por el albergue a tomarme los datos y cobrarme los 6 euros que, en toda Galicia, cuesta alojarse en un albergue del Camino. Y eso fue lo que hice. Era el primero en llegar y tenía a mi elección 22 camas dispuestas en 9 literas en una habitación grande y otras 4 en una habitación pequeña. Pensé en quedarme en la habitación pequeña con tal de no molestar con mis ronquidos durante la noche y no ser molestado por los de los otros peregrinos, pero preferí ir a la habitación grande. 

Poco después, vino el encargado con el que había hablado hacía un rato. Cogí mi credencial y los 6 euros que cuesta el albergue y entré en la pequeña oficina dispuesta para quien debía hacer las veces de hospitalero. Le entregué mi credencial y en ese momento me percaté que no había cogido la que utilicé el año pasado y que quedó con espacios vacíos  para sellar suficientes como para hacer todo el Camino Inglés que, por cierto, es el más corto de cuantos he hecho pues sólo consta de 5-6 etapas y un total de 120 km. Era la credencial del 2010 la que me había traído, de cuando hice la primera mitad del Camino del Norte, des de Irún a San Vicente de la Barquera. Una vez cumplimentada la ficha de inscripción y pagado el importe del alojamiento me dispuse a seguir con las rutinas que ya he practicado en otros caminos y que tan buen resultado me dieron, a saber: lavar la ropa y tenderla, ducharse, buscar un sitio para comer, en esto los hospitaleros siempre son los que orientan al peregrino pues son ellos los que conocen el lugar, echar la siesta, si se tercia, ...

Estando escribiendo estas líneas, llegaron al albergue dos japoneses que entraron sin fijarse en el cartel que había en la puerta, que informaba que había que llamar a un número de teléfono para ser atendido. Me tomaron por el hospitalero e intentaron decirme, lo deduje, qué hacer para albergarse allí. Con el poco inglés que sé, intenté explicarles que había que llamar por teléfono pero no acabaron de entenderme o bien no disponían de teléfono, cosa que sería sorprendente en los tiempos que corren. Les dije, como pude, o sea con gestos y con mi parco conocimiento del inglés,  que pasaran,  que más tarde vendría el hospitalero. Parecieron entenderlo, sobre todo uno de ellos, que  era el que hablaba inglés. Tomaron asiento y esperaron pacientemente su llegada no sin antes haberse puesto más cómodos. 

Entre tanto, habían llegado otros peregrinos, entre ellos los dos que vi por la mañana. No parecieron reconocerme en un principio aunque sí lo hicieron después. Los  japoneses,con gran civismo y respeto, hicieron todas las cosas que hace un peregrino cuando llega a un albergue, que he comentado más arriba, en la sala de estar, para evitar molestar a los otros peregrinos, algunos delos cuales dormían tras la comida del día.

Al día siguiente, me esperaba una etapa algo más corta, tan sólo 14 km, hasta Pontedeume. Tan sólo esperaba que el tiempo acompañase y que, si más no, al menos fuera como el de hoy, en el que la lluvia estuvo ausente.