12/07/2014
1ª Etapa:
Oviedo-Escamplero. 13 km
Salí de Oviedo poco después de las 10. Había tenido que
esperar a que abriesen la catedral, mejor dicho a que empezase a trabajar el
personal (dos chicas jóvenes uniformadas) que atiende a los visitantes. Llegué
a las 9,30 y tuve tiempo de echar un vistazo a esta sencilla catedral de estilo
gótico. A las 9,55, unas cuantas personas nos arremolinábamos alrededor del
mostrador donde las dos azafatas lo preparaban todo para comenzar a atender a
turistas y algún que otro peregrino como yo. Esperaron escrupulosamente a que
fuesen las 10 en punto para empezar a
dar instrucciones a los visitantes. Enseguida me indicaron a dónde tenía que
dirigirme para adquirir la credencial que me acredita, valga la redundancia,
como peregrino y que me permite utilizar los albergues establecidos que me
alojarán y ofrecerán sus servicios, mínimos pero suficientes, a lo largo del
camino. Una vez adquirida la credencial, abandoné la catedral y después de
callejear un par de km o tres por la ciudad al fin salí de la pequeña urbe
precisamente bordeando el parque que lleva el nombre de Camino de Santiago.
Enseguida pude comprobar lo que sería la tónica dominante de
la jornada y de todo el Camino Primitivo: un continuo subir y bajar,
acompañado, eso sí, por un paisaje de postal compuesto de verdes prados,
maizales, casas desparramadas por doquier, a veces formando pequeños núcleos
urbanos que dan un nombre al lugar y, al fondo... al fondo la majestuosidad de
los altos y abruptos picos de la cordillera Cantábrica. Es éste, justamente, el
paisaje que diviso desde la terracita del albergue donde me hallo escribiendo
estas líneas, en Escamplero, a mitad de camino entre Oviedo y Grado, el pueblo
de mi amiga y compañera de escuela, Carmen González. Lástima que ese paisaje de
fondo se halla semicubierto por nubes y nieblas. En días despejados, de atmósfera límpida, su contemplación sería un auténtico gozo para unos ojos
sensibles que sepan apreciar la belleza que hay en estas tierras.
En fin, si el camino de hoy ha seguido el perfil ondulado de
la tierra que pisamos, el final del trayecto ha acabado con las energías de más
de uno como he podido comprobar con algún que otro peregrino que, al llegar, se
echó en la cama y aún duerme la siesta, cuando escribo estas letras, de tan
derrotado como estaba. Y es que la cuestecita del final ¡se las trae! Pero, en
fin, no viene uno aquí sin saber en dónde se mete. Así que arreando que esto no
es un paseo, ni mucho menos. El albergue es pequeñito, tan sólo caben 12
personas. Se ha habilitado en la planta superior de un edificio cuya planta
baja también ha sido habilitada, con unos colchones inflables, para acoger a
otros peregrinos que, al llegar, encontraron el albergue completo.