Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Camino del Norte: cuadragésima etapa


4/8/11

Santiago. No, hoy no hemos caminado. Hoy es el último día que estamos todos juntos como ha venido sucediendo en las diez últimas etapas. Mañana comenzaremos a separarnos y ya, aunque nos volvamos a ver más adelante, no será lo mismo, pues habremos perdido esa magia que sólo  se da en el Camino. Ahora, quiero dirigiros  unas palabras que no tienen otra pretensión que la de manifestar cuáles son mis deseos para con vosotros. Comenzaré por los más jóvenes.
Joiane, Irantzu, no dejéis que marche esa niña que aún lleváis dentro y que se manifiesta aún sin vosotros ser conscientes de ello. No olvidéis esa niña pues es el mayor tesoro, no os quepa duda, que habéis heredado de vuestra todavía cercana infancia. Os lo dice alguien que aún se emociona y no  puede contener las lágrimas cuando rememora a ese niño que fue y que durante tanto tiempo olvidó.
David, me has parecido un chico vivaz y dinámico que tiene muy claras las ideas y lo que quiere en la vida y eso es muy bueno pero, a la vez, le da a tu vida un punto de incertidumbre y conviene ir atento a las posibilidades que nos ofrece la vida de ir cambiando de tren cuando sea necesario, atento siempre a lo que el corazón, y no tanto la cabeza, nos dice.
Sara, recuerda algo que tú sabes: uno hace planes en la vida que, a veces, sólo se quedan en eso, en planes. Al igual que las guías del Camino, sólo sirven para guiarnos y no para determinar nuestro destino.
Susana, desde que te vi el primer día, tuve la sensación de que ibas como perdida. ¿Es que te has perdido en la Vida? Has encontrado un grupo de caminantes que te ha acogido con cariño en este camino y eso, así lo he sentido yo, te ha dado esa seguridad que te faltaba. Está bien caminar en compañía, es muy satisfactorio, como todos hemos podido comprobar, pero el Camino de la Vida lo hemos de transitar solos, aunque, en muchos momentos la Vida nos traerá esa compañía que andamos buscando, aunque sea de una manera inconsciente. No dudes que, si eso es bueno para ti, la vida te lo concederá. Aunque no desesperes, pues, a veces, nuestros deseos no coinciden con lo que la Vida tiene preparado para nosotros. Y eso hay que aceptarlo si no queremos sufrir.
Josefina, yo se que tu intuyes que algo falta en tu vida. Dedícate a buscarlo, si es así. No pares hasta conseguirlo pues en ello va tu felicidad. El Camino es una metáfora de la Vida y tú, como yo, has repetido. ¿Qué andas buscando? Sin embargo, no hace falta ir muy lejos a buscarlo, pues, sin saberlo, lo llevamos muy cerca, muy cerca, tanto que…
Álvaro, en ti he visto un joven con inquietudes, que busca una manera de encauzar esa energía hacia el bien común mediante la acción política y me parece muy loable. Contigo he podido recordad al joven que una vez fui, aunque yo no milité en ningún partido en concreto. Te deseo que, si sigues por ese camino, nunca te desvíe la senda engañosa del dogmatismo, tan frecuente, por desgracia, en los partidos políticos y en las personas que los componen.
Sergio, ¡qué grande eres, Sergio! Nos has hecho reír hasta llorar y eso no tiene precio. ¡Cómo te voy a recordar! Deseo para ti dos cosas: una, que nunca te dejes comprar por el dinero, tú sabes que no da la felicidad, y, dos, que encuentres esa felicidad, la que nace del corazón y  que, aunque estés solo, sabrás encontrar y valorar.
En fin, Oliva, qué decirle a una persona que parece tener las cosas muy claras en la vida. Así me lo ha  parecido a mí, fruto de nuestras agradables charlas mientras caminábamos juntos. Ha sido un placer caminar y platicar contigo, acompañarte y que me acompañaras y una suerte que hayas y que hayáis hecho más fácil y más placentero mi Camino. Y no olvides disfrutar aprendiendo pues en el aprendizaje está el sentido de la Vida y del Camino.
En fin, compañeros, estimados compañeros del Camino, espero haber acertado con las palabras que os he dedicado a cada uno de vosotros y, si no es así, a bien seguro que pronto las olvidaréis y todo quedará como un vago recuerdo de alguien que os acompañó y a quien acompañasteis en este Camino. Disculpad a este pretencioso peregrino que cree haber visto algo en cada uno de  vosotros y se ha atrevido a manifestároslo.
Muchas gracias.
Un abrazo.

Camino del Norte: trigésimo-novena y última etapa


3-8-11

Pedrouzo-Santiago 20 Kms.

Sin más prisas que las de no llegar tarde al albergue privado en el cual reservamos plaza en el día de ayer (nos rogaron que nos presentáramos antes de las dos de la tarde) nos levantamos hoy a las 6,30 de la mañana para comenzar a caminar hacia la ciudad de la estrella, pues eso es lo que significa según la tradición, Compostela: campus stellae, campo de la estrella, pues fue una estrella la que indicó a Teodomiro, en el siglo IX, dónde se encontraba el sepulcro del apóstol.
Se supone que es el gran día para todo peregrino que se dirige a Santiago: llegar a la meta. Y ciertamente así es pues las emociones que se desatan cuando uno pisa la plaza del Obradoiro son difíciles de explicar de forma generalizada ya que cada uno vive la experiencia conforme a su manera de ser. Aún así lo que no falta nunca, al menos en mi caso, y los que yo he podido vivir en primera persona, ha sido el compartir esas emociones con los compañeros de andaduras y fundirnos en un abrazo muy emotivo.
La llegada a Santiago se hizo de esperar, como ya pasó la primera vez, en el 2007. Caminos de tierra, bosques, aldehuelas y asfalto van poniendo el contrapunto a las pisadas de cada cual. Pasar Lavacolla, el aeropuerto, algún que otro avión sobrevolando nuestras cabezas a baja altura, la última paradiña en un bar para reposar, refrescarnos y reponer fuerzas, en fin, que le da a uno la impresión de que nunca va a llegar. Y, sin embargo, allí estaba, por donde se pone el sol: Santiago, al fin. Pese a haber llegado a la meta en otra ocasión, a uno no se le deja de erizar el bello cuando sabe que está a pocos kilómetros del final de su camino. La diferencia es que, en esta ocasión sabía, por la experiencia pasada, que al final se añora el camino y que la meta deja de tener tanta importancia unas horas después de haber llegado. Uno sabe que el Camino se ha terminado por esta vez y uno sabe que se va añorar intensamente. Como se van a añorar, intensamente también, los compañeros de caminatas, con los que compartes pláticas, mesa, sensaciones, penas, alegrías, dolores, ampollas… Pero así es el Camino: te une y te separa, te da y te quita. Cualquiera que lo haya hecho lo sabe por experiencia. Los últimos 5 kilómetros, desde que se divisa la ciudad, bajando desde el Monte do Gozo, acompañé a Jaione, la simpatiquísima y joven vasca que nos acompaña. Pude sentir su alegría suma por la llegada a Santiago, ansiosa por sentir un claxon de automóvil que le diera la bienvenida para estallar de alegría cuando, al fin, lo conseguía. Me contagié de su entusiasmo y así fuimos hasta que llegamos a la plaza del Obradoiro, en la cual cada quien hizo la entrada a su manera para después buscarnos y fundirnos en tiernos abrazos con las lágrimas corriendo por nuestras mejillas. Gracias, gracias, nos dábamos las gracias unos a otros por haber tenido la suerte de habernos acompañado mutuamente en este increíble viaje. Luego la foto de rigor, ¡la tan deseada foto!, del grupo. Y mirar la fachada de la catedral de Santiago, ¡la imponente fachada barroca!, que parece no hartarse nunca de observar este espectáculo de tanto y tanto peregrino que, año tras año, aquí llega y lo celebra así o asá. Y después, más abrazos y más lágrimas y reencuentros con peregrinos conocidos que, en algún momento, lo adelantaron a uno y llegaron un día antes y que, a uno se le antoja, quedaron en la ciudad para que se pudiera producir ese reencuentro. Para entonces, se mezclaban en mí los sentimientos de alegría y emoción con los de añoranza por lo que aún no había perdido: el propio Camino y a mis queridos compañeros, con una certeza: volveré.

Camino del Norte: trigésimo-octava etapa


2/8/11

Arzúa-Pedrouzo: 20 km. Tres adjetivos podemos ponerle a la etapa de hoy: fácil, asequible y corta. Después de tantos días caminando, 20 km se me antoja que son pocos en un día como hoy. Además, han resultado ser casi llanos, en su mayoría. Por lo tanto, y en conclusión, la etapa ha sido fácil.
Como decía ayer, estamos transitando por el Camino Francés y eso se nota en la gran cantidad de gente que empezamos a ver, ya sea con mochila o sin ella. Esta última es una modalidad que hace asequible el Camino para mucha gente con  problemas para llevar peso a sus espaldas, ya sea por cuestiones de edad, de enfermedad o, simplemente, porque no estén habituados a hacer muchos km cada día, máxime si se lleva peso, como decía. Así, he adelantado a una señora de sesenta y tantos, que caminaba con lo puesto, pasito a pasito, sin prisas pero sin pausa, cabizbaja iba ella aunque deseando el buen camino a todo aquel con quien se encontraba. Creo que se han acabado por este año las caras conocidas de los días anteriores, en que caminábamos casi en familia, dado el escaso número de personas que transitan por el Camino del Norte, aunque suficientes para llenar los albergues que, por esta zona, son de mediana capacidad, queriendo decir con ello que están entre 20-30 personas, en la mayoría de los casos.
Seguimos caminando en grupo, tal y como era de prever desde un par de día después de salir de Ribadeo. Cada uno a su ritmo pero esperándonos unos a otros cuando tocaba hacer un alto en el camino. Entonces, era yo el que se adelantaba y paraba cuando más o menos llevábamos caminando unas dos horas. Un descanso, no demasiado largo, de máximo media hora, para reponer fuerzas y, como viene siendo habitual, para comentar anécdotas y reír un rato. El caso es que todos los del grupo así lo han ido aceptando, sin mediar acuerdo para ello,  supongo yo que porque me ven mayor que ellos y creen que tengo cierta experiencia del Camino. Sea como sea, así lo hemos ido haciendo durante los últimos días y, creo yo, nos ha ido bien. Y es que el contacto y la cercanía hacen  el apego, y un apego sostenido en el tiempo te lleva a tomarle cariño a la buena gente que te acompaña, como ha sido mi caso y, creo, el de ellos también.
Hoy, sin embargo, me he quedado rezagado más o menos a mitad de etapa. Todos los miembros de esta familia del Camino me han ido pasando y finalmente me he quedado sólo. La causa ha sido una de esas pájaras que ya he sufrido en anteriores ocasiones en el camino y que son el resultado de la falta de ingestión de alimento durante un  buen rato y que, a veces, llega sin avisar, aunque lo normal es que me percate de ello, porque el cuerpo avisa, y se soluciona antes de que haga efecto. En esta ocasión no ha sido así y me ha pillado desprevenido. Cuando he querido reaccionar ya era tarde y lo que supongo que será una bajada de glucosa en sangre se ha producido sin darme tiempo a actuar sino a posteriori. Sin embargo, un poco de chocolate y frutos secos, que siempre llevo por si se da el caso, han puesto solución al tema y pronto he podido alcanzar a mis compañeros sin mayores dificultades.
Al llegar a Pedrouzo, pueblo que nos acoge hoy, y que se encuentra a tan sólo 19 km de Santiago, he visto el albergue en el que me alojé en el 2007, cuando hice el Camino Francés, y en el cual se había formado una monumental cola de peregrinos esperando su apertura para, al fin, asearse y descansar. Me he detenido unos instantes para observarlo y me  he visto allí, haciendo lo propio unos años antes. Ello, no sé bien por qué, me ha dejado algo melancólico durante unos minutos. La llegada al nuevo albergue y el ajetreo propio de las rutinas diarias me  ha hecho olvidar esa melancolía.

martes, 23 de agosto de 2011

Camino del Norte: trigésimo-séptima etapa


1/8/11

Sobrado dos Monxes- Arzúa: 25 km . Etapa de perfil muy asequible, sin más dificultades que las propias de caminar 6 horas con una mochila de 11 kilos a la espalda. En esta etapa el Camino del Norte se une al Camino Francés, que yo ya conocía, justamente en la localidad donde me encuentro: Arzúa, famosa por el queso del mismo nombre que aquí se fabrica.
Como comenté en el diario de alguna etapa anterior, ayer tuvimos la precaución de reservar plaza en un albergue privado, cosa que seguiremos haciendo hasta que lleguemos a Santiago. En pleno Camino francés es impensable, en estas fechas, no hacerlo así y esperar a encontrar sitio en el albergue público, a no ser que  uno quiere madrugar y levantarse a las 4 de la mañana. Así es que, entre las dos opciones: darse el madrugón para participar en una especie de carrera para llegar pronto al albergue o ir a tu aire, sin prisas, con la seguridad de que dispondrás de una cama en condiciones para descansar, los diez miembros del grupo nos hemos puesto de acuerdo en escoger la segunda opción y para ello hay que ir reservando albergue privado de un día para otro como acabo de explicar.
Hoy hemos llegado a nuestro albergue algo después de las dos. Es algo grande quizás pero está limpio y es agradable para pernoctar. Además, hemos podido compartir lavadora haciendo una colada común y cuando volvimos de comer ya la teníamos lista para tender. La mayoría de nosotros ha dormido la siesta hoy, más o menos tiempo en función de la capacidad de cada cual para conciliar el sueño en condiciones de no absoluto silencio, con gente que entra y sale continuamente. Luego hemos compartido la tarde con nuestras charlas, hora en serio, hora en broma y, sobre  todo, hemos reído, de nuevo, de lo lindo con las bromas, los chascarrillos y las ocurrencias de unos y otros y especialmente de Sergio, al que nunca agradeceremos lo bastante el que nos haya hecho estos días compartidos tan agradables. Llegada la hora, fuimos al super a comprar para la cena y para el desayuno de mañana. Cenamos y compartimos lo que cada uno aportó. En torno a las 22,30 nos fuimos a la cama. Aunque para mañana no tenemos prisa, como he dicho, tampoco es cuestión de pillar las horas posteriores al mediodía en espera de que haga un día de verano como Dios manda.

lunes, 22 de agosto de 2011

Camino del Norte: trigésimo-sexta etapa


31/7/11

Miraz-Sobrado dos Monxes: 26 km. Me encuentro en un pueblo surgido en torno a un monasterio que toma su nombre del propio recinto religioso que le vio nacer. Me hallo escribiendo estas líneas en uno de los tres claustros que tiene este enorme monasterio, a saber: el claustro de los peregrinos, llamado así porque es por el que acceden los hacedores del Camino al albergue, sito en lo que debieron ser las antiguas caballerizas. Algunos peregrinos platican plácidamente tendidos en el césped que cubre el patio central, mientras algunos visitantes entran y salen y los peregrinos continúan llegando, no sin manifestar visiblemente su asombro por ver el lugar donde se hallan, en un goteo que no cesa desde que llegamos nosotros. Necesitan con prontitud tomar posesión de su cama o litera y dirigirse a las duchas para asearse y, sobre todo hoy, refrescarse, pues de nuevo ha vuelto a hacer calor. Se dejan para más tarde las rutinas del camino.
La etapa de hoy nos causaba cierto respeto, a estas alturas hemos perdido el miedo al camino puesto que las peores etapas ya pasaron, aunque finalmente se ha limitado a ser una larga subida a partir de los 400 mt para dejarnos en los 700. Larga, pues, la subida pero tendida, resultando, así, casi, casi agradable de recorrer. Eso sí, demasiada carretera, aunque, por fortuna, con poco tránsito.
Son las 7 menos cuarto y las campanas de las dos torres gemelas que desde aquí se divisan se han puesto a tocar y, la verdad, con un tañer un tanto ensordecedor.
Veo a Susana y a Oliva que salen del albergue y se dirigen a dar una vuelta por el monasterio. Me hacen señas para que las acompañe y dejo de escribir este diario por un rato.
Retomando el hilo, acabamos de visitar toda la parte del monasterio que está abierta al público: los tres claustros y el templo. El estilo de todo el conjunto va del barroco al neoclásico y el estado en que se encuentran algunos sectores del mismo deja mucho que desear, como por ejemplo, el de las torres a las que antes aludía: se hallan en un estado lamentable por la vegetación que crece en sus partes horizontales alimentada ésta por las defecaciones de las aves que aquí encuentran su morada. En fin, un defectillo de esta nuestra querida patria que no cuida lo que de valioso tiene.

domingo, 21 de agosto de 2011

Camino del Norte: trigésimo-quinta etapa


30/7/11

Baamonde-Miraz: 16 km, ¡qué descanso!. Suenan los acordes de una guitarra mientras escribo estas líneas y hay un goteo de peregrinos que acaban aquí su etapa y pronto llenarán este pequeño pero acogedor albergue de Miraz, estratégicamente ubicado a caballo entre Baamonde y Sobrado dos Monxes, donde iremos mañana. Lo regentan 3 voluntarios ingleses pertenecientes a la Fraternity of Saint James, algo así como aquí la Asociaciones de Amigos del Camino que existen en las comunidades por las que pasa esta antigua calzada. La etapa que marcan las guías acaba precisamente en esta última localidad y es la más larga de este Camino del Norte con 42 km. De ahí la agradecida situación de este albergue para un buen  número de peregrinos que no quieren y, sobre todo, no pueden hacer tamaña etapa. El paseo de hoy lo hemos hecho todos juntos por primera vez y prácticamente nadie ha ido por delante o por detrás como ha venido ocurriendo en días anteriores desde que vamos juntos. Hemos salido a las 7 de la mañana y hemos llegado poco antes del mediodía. El trayecto ha sido bonito y casi llano y el sol nos ha acompañado todo el rato. Fuimos los primeros en llegar y aún estábamos sellando las credenciales e inscribiéndonos en el libro de registro cuando llegó una furgoneta a la puerta del albergue haciendo sonar con estridencia su claxon. Se trataba del panadero. El caso es que en esta aldea en que  nos hallamos no hay restaurante y Josefina tuvo la viveza suficiente para asomarse a ver que tenía, además del pan que pensaba comprar, y, comprobando que disponía de unas lindas empanadas, compró 2 sin mediar palabra. Además, en la nevera había alimentos sobrantes que otros peregrinos dejaron ayer y nos habían advertido que podíamos tomar lo que quisiésemos. Así, pudimos disponer de vino y cerveza y un trozo de queso azul que untado en rebanaditas de pan pudimos degustar con fruición. Por si era poco, Sergio fue al bar de lugar y allí pudo comprar espaguetis, salsa de tomate  y un par de cebollas con lo que hicimos el sofrito. Él añadió una lata de caballa que tenía en la mochila de algún día anterior. Todo nos supo a gloria. Al acabar fuimos a tomar café y estuvimos de cháchara un buen rato. Al volver algunos nos dispusimos a echar una siesta. Más tarde nos encontramos los 6 de nuevo a hacer lo que mejor sabemos hacer, aparte de caminar, que es reír. De este modo, entre nosotros que tenemos todos unas  ganas locas, pero saludables, de reír y Sergio, que tiene el don, la diversión está asegurada. Hace poco, acaban de llegar los canarios, David y Sara, a los que habíamos dejado un par de etapas antes ya que tenían un compromiso con unos amigos que viven en estas tierras y se  quedaron un par de días con ellos. Pues bien, hoy han hecho una etapa larga y se han vuelto a unir al grupo. Han  llegado ciertamente cansados y sudorosos ya que podemos afirmar, sin exagerar, que hoy ha sido el primer día de pleno verano en lo que llevo de camino, que son 19 días ya.
Sobre el papel, la etapa de mañana, de 25 km, tiene un perfil al que hay que, si no temer, si respetar ya que subiremos a poco más de 700 mt, en lo que constituye el techo del Camino del Norte. Por cierto, acabo de descubrir que después de tantos días andando  me han salido ampollas en ambos pies. Eso sí, no las he sufrido para nada ya que ni siquiera me he percatado de ello. Y hablando de los días  que llevo caminando, me quedan, nos quedan, 4 días para llegar a Santiago, si nada imprevisto lo impide. 

sábado, 20 de agosto de 2011

Camino del Norte: trigésimo-cuarta etap


29/7/11

Villalba-Baamonde: 20 km. Otra fácil y agradable etapa. Pareciera que Santiago se apiada del peregrino y procura que el camino sea más cómodo y confortable en estas últimas etapas que estamos recorriendo, tanto por lo que se refiere a la distancia como a la comodidad. La etapa ha sido completamente llana como era de prever y he caminado con la agradable compañía de Oliva y Josefina. ¿Qué más puede desear el peregrino en su caminar?
Decidimos salir temprano pues se preveía buen tiempo soleado y no queríamos que nos cogiese la solana a partir del mediodía, pues, aunque no lo parezca estamos en verano, en plena canícula. La ruta cruza varias veces la carretera nacional por lo que a mitad de etapa decidimos tomarla para así ahorrarnos algún km. De esta manera, llegamos los primeros del grupo, al albergue cuando justamente tocaban las 12. El hospitalero nos recomendó un baño en un río cercano  nosotros nos dirigimos hacia allí después de tomarnos una habitación de 8 camas para el grupo. El río se encontraba a algo menos de medio km y cuando llegamos vimos un lugar acondicionado para pasar el día de picnic y baño. Aunque no era un gran río, se había practicado en el una represa que acumulaba el agua hasta una altura de más de 2 metros en algunos puntos, suficientes para darse un buen chapuzón. Yo fui el primero en entrar en el agua y también fui el primero ya que estaba algo fresquita. Oliva y Josefina no tardaron en meterse y tardaron bastante más que yo en salirse. Ellas, tras la primera impresión, la encontraron estupenda. Hice algunas fotos y me marché, dejándolas a ellas aún en el agua. Poco después de mi retorno al albergue llegaron el resto de peregrinos del grupo a los cuales informé sobre el río y que las chicas les esperaban allí. Y allá que marcharon  todos. Estuvieron un rato y cuando volvieron Sergio hizo pa amb tumaca y cada uno compartió lo que tenía: queso, jamón, embutidos… Lo mejor de cuando estamos todos juntos es lo que llegamos a reír, es un no parar con los comentarios y chascarrillos de Sergio, a los cuales cada uno de nosotros pone el contrapunto ya sea conscientemente o apenas sin proponérselo. Es este un grupo en el que compartimos las cosas materiales cuando es menester y también otras cosas que no se ven con los ojos sino con el corazón. Y el caso es que cada uno hace cada etapa a su aire, juntándonos o separándonos para luego volvernos a reencontrar, por ejemplo cuando echamos de menos un descanso, un pincho de tortilla, o cuando alguien como este que escribe tiene la necesidad de rezar a San Miguel o a Santa Clara, copatrones del camino con permiso de Santiago. Y no es que sea uno practicante, no, pero la verdad es que refresca mucho en verano.
En el grupo ha habido una nueva incorporación, se trata de Susana, madrileña también, que ha venido sola al Camino y lleva dos días caminando. Ha sido bien recibida y acogida por todos nosotros. Poco a poco, etapa a etapa, los nuevos peregrinos van cogiendo los intríngulis del camino y sus rutinas, aunque hay a quien le cuesta más que a otros, como por ejemplo cuando alguien se pone a lavar la ropa del día a las ocho de la tarde y pretende que se le seque para el día siguiente, cuando precisamente en estas tierras las noches son frescas y húmedas.


viernes, 19 de agosto de 2011

Camino del Norte: trigésimo-tercera etapa


28/7/11

Gontán-Villalba: 20 km, y son ¡reales! Las guías y las distancias reales han  vuelto a coincidir. Ya era hora. Una etapa preciosa, sí, pero, sobre todo, una etapa fácil. A estas alturas del Camino, lo que el peregrino quiere son etapas como esta. Como decía ayer, estamos recorriendo a Terra da Cha, comarca lucense de perfil plano como hace suponer su propio nombre  en gallego. La mayor parte del camino la hemos hecho por tierra y eso ha facilitado aún más las cosas. Se agradece.
Salimos esta mañana con viento y muchas nubes y temimos que, una vez más, la previsión meteorológica fuera a fallar. No fue así, afortunadamente, y pronto brilló el sol y no quedó rastro de las nubes. Gran parte de la etapa la he hecho junto a Josefina. Ha sido hoy cuando he sabido lo que le une con Oliva que no es otra cosa que la flauta. Ella, de quien ya he dicho que se dedica a la enseñanza de la música, tiene como instrumento, al igual que Oliva, la flauta. Desde hace más de 15 años, creo recordar que contaba Oliva, que se conocen. Ambas de ven una vez al mes desde entonces pues pertenecen a la misma orquesta de flauta. Josefina tiene 28 años, como mi hija, y me recuerda en algunos gestos y en la sonrisa a mi sobrina Marina.  Es por ello que a menudo me he acordado de ella en estos días que llevamos caminando juntos.
El albergue está 1,5 km antes de llegar al pueblo y aunque hay un restaurante cerca decidí ir al pueblo a comer, aún a costa de recorrer esa distancia por el arcén de la carretera. Oliva, Josefina y los demás no tenían ganas, ya que habíamos tomado algo en una parada que hicimos a poco de finalizar la etapa. Quedé con ellas en llamarnos, ya que ambas tenían previsto ir al pueblo a dar una vuelta. Comí en abundancia por la módica cantidad de 8,5 euros y cuando me disponía a tomar el postre llamó Oliva para quedar. Abandoné el restaurante en cuanto  hube dado cuenta del postre y me fui a buscarlas. No tardé en encontrarlas. Tuvimos la ocurrencia de sentarnos en la terraza de un bar a tomar café y resultó ser la más concurrida, por todo tipo de vehículos, pues no en vano estaba en el cruce de la carretera nacional.  Ya puestas, pidieron algo de comer. Se les había abierto el apetito. Poco después nos fuimos a comprar algo para la cena y el desayuno de mañana, dimos una vuelta por el pueblo  y decidimos volver al albergue. Yo propuse hacer autostop y mis compañeras aceptaron. Bromeando, decidimos que sería Josefina quien enseñara parte de sus encantos,  mientras Oliva y yo nos escondíamos, pero no hizo falta acudir a ninguna estratagema para que nos parasen. En el primer paso cebra que cruzamos paró un coche conducido por una chica y hacia ella se dirigió una de mis compañeras para preguntarle si nos podía acercar el albergue. Enseguida aceptó. Subimos. Después de dar unas cuantas vueltas, a cierta velocidad, por las calles de Villalba, incluso en dirección contraria hacia donde se suponía que teníamos que ir, cosa que no entendimos pues solo había que seguir la carretera en línea recta, nos dejó junto al albergue, no sin antes habernos confirmado que en Galicia  se gusta conducir con velocidad, que qué le iban a hacer ellos, que así como en otras comunidades gustan  de los toros, a ellos, a los gallegos, les gusta conducir rápido. De ello podemos dar fe estos tres peregrinos. Cuando contamos esta anécdota a los peregrinos del grupo nos hartamos de reír, tanto por la gracia que nos hizo a nosotros, los protagonistas, como por la sal y la pimienta que le pusieron Sergio, el madrileño, quien por cierto lleva decorando su vara, que cogió en el camino, desde hace ya unos cuantos días, y los demás. Incluso, le puso un nombre a la conductora: la Chari, cuyo recuerdo ya no nos abandonará en las pocas etapas que nos quedan. ¡Y es que mañana  nos faltarán  menos de 100 km para llegar a Santiago!

Camino del Norte: trigésimo-segunda etapa


27/7/11

Vilanova de Lourenzá-Gontán: 24 km. Bueno, eso es lo que dice mi guía. En realidad son 27. Lo dice la gente del lugar.
Las previsiones y temores de ayer se han cumplido con creces. Han sido 17 km de continua subida y, además, por asfalto. Aunque me he sentido fuerte desde el principio y he podido mantener un ritmo sostenido durante 20 km, los últimos 7 han sido un pequeño calvario para mí y me consta que para algún compañero/a también. Se me han hecho francamente largos. De nuevo me acompaña y acompaño a Oliva. Y, al final, las prisas para ir al restaurante ya que el hospitalero nos dijo que cerraban en torno a las 15,30 y eran las cuatro menos cuarto cuando llegamos. De manera que dejé las cosas en la cama del albergue y me dirigí sin más preámbulos al restaurante, que, por suerte, estaba cerca. Los demás compañeros de etapa irían viniendo después y así lo avisamos en el restaurante.
A medida que nos vamos acercando a Santiago y tal como pasó en mi anterior llegada a esta ciudad, cada vez hay más peregrinos en el camino y  ahora mismo, mientras escribo estas líneas, se ha producido una situación tensa entre el hospitalero y un grupo de ciclistas que acaban de llegar y no  han encontrado cama para todos en el albergue por lo que tendrán  que separarse e ir a dormir a un local muy cercano a éste o, simplemente seguir su camino hasta el próximo albergue donde, probablemente, se darán las mismas circunstancias. Son las normas del camino, los ciclistas se habrán de esperar a que haya plazas libres pues los que vamos a pie tenemos preferencia. No hay pues porque enfadarse. El hospitalero no tiene la culpa y sólo hace cumplir las normas.
Bien, aparte de Oliva y Josefina, quien por cierto se ha retrasado hoy respecto de su compañera Oliva, se han cambiado las tornas, y de quienes ya he hablado anteriormente, se ha formado un grupo de peregrinos de lo más variopinto que venimos compartiendo etapas, paradas, risas, agradables charlas… y que está compuesto por las siguientes personas: Sergio y Alvaro, o Alvarito, como le llama cariñosamente Sergio. Ambos son amigos, de Getafe y, claro está, han venido juntos. Luego están dos jovencitas vascas, de Bilbo, muy simpáticas, de escasos 20 años: Irantzu y Jaione, de las que espero haber escrito bien sus nombres, pues a menudo me equivoco al decirlos. Sara y David son dos maestros, de la especialidad de Educación física, aunque ella no ejerce. Son también muy jóvenes y canarios de Tenerife por más señas. Él, buen deportista, tiene mucho ímpetu y hace ir a su novia quizás algo pasada de rosca, lo que probablemente le pasará factura más adelante. También nos  acompaña, desde Ribadeo, “la Rubia”, así es como la llamamos todos, pues ese es el color de su pelo y ahora mismo no recuerdo su nombre. Es profesora de instituto en Donosti y se la ve bien preparada para hacer el Camino, una buena andarina. Eso sí, se me antoja de que le gusta ser el centro de atención de todos. Buen andarín es también Roberto, valenciano él, siempre dispuesto a hacer un favor a quien sea. Por cierto, uno de los dos madrileños, Alvaro, se ha sentido hoy indispuesto durante todo el camino, ha vomitado todo lo que ha ingerido y dice haber perdido buena parte de la energía, si no toda la que le quedaba. Veremos cómo le afecta esto en el futuro. Aunque parece que después de dormir la siesta se siente mejor. Mañana entramos en la comarca de Terra Cha (Tierra Llana) con una etapa fácil a priori, tan solo 20 km, que nos servirá a todos de  relativo descanso.
Aunque dura, la etapa de  hoy ha sido de las más bellas de este camino por lo que se refiere al paisaje. Además, hemos tenido la suerte de que no ha llovido y se han alternado buenos ratos de sol con otros de entre sol y nubes. Ahora mismo, se ha nublado bastante y en el  horizonte negros nubarrones amenazan con lluvia y, cosas del camino, la ropa que he tendido hace un rato aún no se ha secado. No será la primera vez que he de ponerme unos calcetines aún húmedos por no ponerme los usados del día anterior.

Camino del Norte: trigésimo-primera etapa


26/7/11

Ribadeo-Vilanova de Lourenzá: 32 km. Mi guía sugiere para hoy esta etapa, pero indica que tiene 29 km de longitud. Sea como sea, en mi planificación previa yo había decidido partir esta etapa y parar en Gondán, más o menos a 20 km del inicio de etapa, donde hay un albergue muy apañado pero sin ningún servicio a la vista, me refiero a tiendas donde comprar alimentos o bar donde poder comer, aunque sea un bocadillo. Llegados al lugar, comprobamos la certeza de lo que indican  las guías y aunque el albergue está bien, como he referido anteriormente, decidimos seguir nuestro camino, pues tan “solo” nos faltaban 8 km para el siguiente albergue, en Vilanova. Luego hemos sabido que en realidad eran 11, con lo que hemos hecho los 32 km a los que me refiero al principio. Yo creo que si hubiésemos sabido que la distancia real entre Gondán y Vilanova era de 11 km nos hubiéramos quedado allí y nos las hubiéramos arreglado de alguna manera para comer. Eso quiere decir que desconocemos el alcance real de nuestras propias fuerzas y que, al decidir, nos basamos casi siempre en los datos de que disponemos, en la experiencia anterior, y esos datos se encuentran siempre en el pasado. ¿No será así, también, en la vida misma? ¿No será por eso que en  muchas ocasiones no decidimos hacer cosas porque con los datos acumulados en nuestra memoria pensamos que no estamos capacitados  para llevarlos a cabo? Me pregunto: ¿cuántos caminos dejamos de transitar en la vida por no saber calibrar bien nuestras propias fuerzas, por miedo, en definitiva? De nuevo, compruebo cómo el camino es una metáfora de la vida.
El lector habrá reparado en que hablo en plural al narrar la etapa de hoy. Ello es así porque he hecho el camino en compañía. Acompañado y acompañando, una vez más, por una persona que trabaja en el mismo sector que yo, en la educación. En concreto, vengo caminando con Oliva, profesora de Música, de Madrid aunque trabaja en un instituto de Getafe. Oliva ha venido al camino acompañada o acompañando a Josefina, profesora de Música en una escuela privada en León. Josefina hizo hace dos años un tramo del camino francés, con lo que ya sabe lo que es llegar a Santiago, y es la responsable de que Oliva esté aquí. Media hora después de salir de Ribadeo y como quiera que Oliva renqueaba en su caminar algo aquejada de molestias en su muslo, resultado de sus malas andanzas en etapas anteriores, como quien más y quien menos, vaya, pues Josefina decidió seguir adelante, estableciendo su propio ritmo de marcha ya que le agobiaba el ritmo más lento de su amiga. Y como uno no va tampoco demasiado fino pues decidí acompañar a Oliva en su caminar. Por cierto, toda la etapa ha estado lloviendo, no muy fuerte pero… lloviendo. En fin, un verano atípico, que dicen los lugareños. Tanto en Asturias como ahora en Galicia, la gente afirma no recordar un verano tan lluvioso como éste.
El largo rato que hemos caminado juntos Oliva y yo, hemos venido hablando de  todo un poco pero, sobre todo, de educación que es nuestro tema común, aunque poco a poco fui  comprobando que también el tema del movimiento 15M nos une. Los km iban pasando, así, de una manera agradable, casi sin darnos cuenta y sólo nos percatábamos de los muchos km que ya llevábamos en las piernas cuando había que subir una cuesta, entonces ambos callábamos, y ello ocurrió en un par de ocasiones en que la pendiente demandaba concentrar  todas las energías en nuestro caminar, para retomar el hilo de la conversación cuando el camino se hacía más llano. He podido comprobar, una vez más, cómo cuando el camino se hace en buena compañía, y hoy la he tenido, la dureza del mismo se hace perceptiblemente más llevadera. La ruta de hoy ha transcurrido por el Valle de Cárcabos y aunque hemos podido ver algo de su paisaje, sólo  hemos podido que intuir la belleza de estos parajes dada la lluvia y la niebla que en todo el recorrido nos ha acompañado, desde las 7 en que salimos de Ribadeo, dejando atrás definitivamente el mar, hasta las 3 de la tarde en que hemos llegado a Vilanova de Lourenzá. Mañana tenemos tan “sólo” 24 km por delante hasta llegar a Gontán. El perfil de la etapa, que no la distancia a recorrer, es lo que más me preocupa ya que tiene 17 km de continua subida: una auténtica prueba de fuego para este peregrino después de haber andado hoy 32 km.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Camino del Norte: trigésima etapa


25/7/11

Tapia de Casariego-Ribadeo: 12 km oficialmente, alguno más en la realidad. Sea como sea, estoy en Ribadeo, Galicia, villa que recibe su nombre del río Eo ,que desemboca aquí y que separa las  comunidades de Asturias, que acabo de dejar, y Galicia. Etapa, pues, relativamente corta, acorde con la intención de que sirva de recuperación para afrontar próximas etapas que parecen, sobre el perfil, ser más duras.
La etapa de hoy, que, según voy comentando con los otros peregrinos que se hallan aquí, cada uno ha hecho por un itinerario diferente, ha sido llana para mí en su mayor parte, y cuando digo llana quiero decir que hay pocas cuestas que subir, aunque haberlas las ha habido. La lluvia ha vuelto a hacer acto de presencia un día más, aunque no por mucho tiempo. Eso sí, hoy se ha vuelto a repetir la angustia de la etapa de ayer ya que las indicaciones del camino, de nuevo, han brillado por su ausencia. He recordado, entonces, que en la vida también  hay cruces de caminos en los que tampoco hay indicaciones de por dónde ha de dirigirse uno, y uno elige un camino y a veces se acierta y a veces se yerra. En la vida no hay quías que te orienten, como sí las tiene el peregrino para su tranquilidad, aunque en ocasiones tampoco te sacan del apuro, como ha sido el caso de hoy. Tengo como norma, cuando se da la circunstancia de llegar a un cruce sin señalizar, de continuar por el camino de enfrente, sin desviarme ni a izquierda ni a derecha, siguiendo mi propia intuición y teniendo en cuenta que en el Camino del Norte el mar siempre nos ha de quedar a la derecha y el sol a nuestra espalda, puesto que caminamos en dirección a poniente y lo hacemos por la mañana.
El albergue que nos acoge, a la entrada del pueblo, nada más dejar el largo puente de la autovía que une ambas comunidades salvando la ría del Eo, es muy pequeño. Según mi guía, para el 2010 estaba previsto uno nuevo en el centro  de la villa, pero seguramente los recortes en gasto público, tomando como coartada la crisis económica en la que vivimos, han sido la causa de que no haya ni señal del nuevo albergue, así que enseguida el viejo albergue, inaugurado en la época de Fraga como reza una placa en las afueras del mismo, se ha llenado. Somos 14 peregrinos que enseguida entablamos una charla que en principio me pareció anodina por lo que me dispuse a dar una vuelta por la ciudad. Más tarde volví a sentarme con ellos en el césped del exterior del albergue donde, entre comentarios insulsos, salía a relucir algún tema que llamaba mi atención. Como quiera que soy consciente de que tengo una tendencia a juzgar y a criticar a la gente que acabo de conocer sin dar tiempo al tiempo para conocerlos mejor, me propongo corregir esos pensamientos y esperar a ver qué da la gente de sí. Enseguida compruebo que detrás de las apariencias hay otras realidades que merecen ser tenidas en cuenta. Quiero creer, y estoy seguro que es así, que detrás de la fachada que uno presenta ante los demás, hay un ser humano con muchas cualidades y también con sus defectos pero ¿quién no los tiene?
Finalmente, ya algo  tarde, llegaron unos peregrinos italianos que acabaron enfadándose porque no había sitio para ellos. Se les propuso dormir en el recibidor en el suelo y algún peregrino le dejó su esterilla para que no tuvieran que hacerlo directamente sobre el suelo. Lo mismo sucedió con dos jovencitas y simpáticas vascas que igualmente habían  llegado tarde. 

Camino del Norte: vigésimo-novena etapa


24/7/11

Navia-Tapia de Casariego: veintitantos km. No sé realmente cuántos km he hecho hoy. En un principio, la ruta prevista para hoy iba de Navia a Tol, itinerario que va por el interior, mientras que finalmente decidí hacer la que acaba en Tapia de Casariego, que va por la costa. Además, me he perdido esta mañana y he dado un buen rodeo hasta que he encontrado de nuevo el camino. Unas obras de la autopista, tan frecuentes por estas tierras, desviaban el camino y la mala o nula señalización me han despistado. El caso es que preguntando se llega a Roma y también a Santiago y eso hice. Me indicaron cómo salir a la carretera nacional 634 y desde allí fue fácil retomar la ruta indicada volviendo a ver las señalizaciones, ora en forma de mojón con  la concha de Santiago ora con la flecha amarilla. Otros peregrinos con los que he comentado esta incidencia también  han confirmado esta visión sobre la mala señalización en estas tierras del poniente de Asturias. Alguien en esta maravillosa comunidad debería tomar cartas en el asunto y solucionar este tema que tanto puede llegar a angustiar al peregrino. Para colmo, ha llovido durante la caminata, eso sí con poca intensidad y durante no demasiado tiempo, afortunadamente.
Me encuentro en Tapia de Casariego, una población costera del oeste de Asturias, muy cerca ya de Galicia. Me alojo en el albergue municipal, sito a la entrada del pueblo, junto a un acantilado. A destacar los baños de este albergue, no por su buen acondicionamiento sino  por todo lo contrario, aunque el resto de la instalación está bien, eso sí muy austero todo.
Hoy he vuelto a caminar solo, completamente solo, de nuevo. El segundo día desde que marcharon Susana y Jesús, a los que echo de menos. Además de los km de más que haya podido hacer, otra inquietud me ha angustiado esta mañana: el miedo a perderme, como así ha sido  en realidad. En más de  una ocasión he tenido que preguntar y recuerdo, también cómo alguien, a las 7 de la mañana -hoy he madrugado bastante- abría la ventana de su casa para avisarme que estaba errando el camino e indicarme el correcto en una bifurcación no señalizada. ¿Qué puede sentir el peregrino sino agradecimiento profundo en estos casos?  En conclusión: era el día establecido para que uno se perdiera, pero ¿por quién?, y ¿por qué? ¿Quizás lo he provocado yo mismo? ¿Quizás he atraído yo mismo esa posibilidad al pensar en ella? Recuerdo haberme quejado en varias ocasiones acerca de la falta de señalización adecuada y ésta ¡es una forma de atraer para uno precisamente lo que uno está temiendo!
Ahora mismo, cuando escribo estas líneas, me ha sucedido una anécdota que creo que  merece ser recogida en estas páginas, a saber: un joven ciclista del camino acaba de salir del albergue con una bolsa en la mano. Dice que va a cenar y me ofrece del contenido de la bolsa. Contiene moras que ha recogido esta tarde de unas zarzas cercanas. Es su cena. A  algún peregrino le  he oído hablar de este joven ciclista. Dicen que últimamente se viene alimentando de madalenas, que compra en gran cantidad y que le sirven para hacer todas las comidas del día. Al parecer no anda muy bien de dinero. Ante su oferta no tengo por más que compadecerme* de él y ofrecerle mi ayuda. Le propongo que acepte un billete de diez euros con los que cenar esta noche en condiciones, algo caliente que  le reconforte. Enseguida ha rechazado mi oferta disculpándose repetidamente porque no quiere herir mis sentimientos, agradeciendo así mismo mi gesto. Le vuelvo a insistir y le ruego no se tome mi oferta como una limosna que se da a un pobre. Vuelve a agradecérmelo y me pide perdón de nuevo por si me he sentido menospreciado por él. Yo le digo que no es así, que mi oferta es sincera y que me gustaría que pudiera comer caliente. Entonces me cuenta que es verdad que dispone de poco dinero para llegar hasta Santiago pero que con lo que tiene se apaña. Además, me dice, sus padres se han ofrecido a darle algún dinero y que él, igualmente, lo ha rechazado. Quiere  apañarse con lo que él ha podido ahorrar para hacer el camino. En fin, allá que se va hacia el acantilado, a dar cuenta de sus moras, que por cierto, aún no deben estar maduras, como he podido comprobar yo mismo en algún día anterior.

martes, 16 de agosto de 2011

Camino del Norte: vigésimo-octava etapa


23/7/11

Luarca-Navia: 20 km. Pocas cosas recuerdo de esta etapa. Escribo sobre ella 24 horas después de lo que lo hubiera hecho si sigo mis rutinas diarias. Ayer no me apetecía nada ponerme a escribir y poca cosa había que contar en realidad. Hizo buen día para caminar y no llegué a cumplir con lo que estaba previsto para este día. La salida de Luarca por la calle de la Peña es de las que hay que anotar bien en el diario pues constituye una cuesta de las que se recuerdan en días posteriores. Una fuerte pendiente hasta llegar hasta la ermita del mismo nombre nos recuerda que estamos en el Camino del Norte. En fin, contar también que en el anochecer anterior pude contemplar el espectáculo de la puesta de sol, muy pocos minutos después de las diez de la  noche.
En principio, la etapa se había de acabar en Piñera y eran  las 12,15 cuando llegué. Pregunté por el albergue en casa de la hospitalera, que está a la entrada del pueblo, y me quedé a charlar un rato con el señor que me atendió ya que resultó que había vivido en Cataluña algunos años, ahora está jubilado, y conocía bastante bien la zona del Vallés, mi comarca. Mientras tanto, había decidido no acabar etapa allí, puesto que era muy temprano y me veía con ganas de seguir mi camino, así que le pregunté por algún hostal en Navia apto para presupuestos de peregrino y me recomendó uno que él conocía, diciéndome que dijera al llegar que venía de parte suya. Así lo hice y pude comprobar que efectivamente el precio era asequible, 20 euros, estaba como nuevo pues se había reformado últimamente y me lavaron y tendieron la ropa mientras yo salía a dar una vuelta por el pueblo. Di un amplio paseo por la ría de Navia y añadí algún km más a los ya recorridos por la mañana. Cuando llegó la hora, no tenía ganas de cenar así que entre en un super y compré cerezas, lo que constituyó mi cena del día y enseguida me retiré a descansar.

Camino del Norte: vigésimo-séptima etapa


22/7/11

Cadavedo-Luarca: 15 km. Esta noche pasada he podido descansar un poco más. Me fui a la cama a las 22,00  y no tardé demasiado en dormirme. Me desperté a las 7. Aún hice un poco el remolón  durante media hora más y me levanté. Preparé la mochila sin prisa y esperé a que Susana y Jesús se despertaran. Hemos dormido en un apartamento de dos habitaciones y cocina- comedor que alquilamos entre los tres. Eso explica el porqué de las 9 horas de descanso esta noche. Faltaban 10 minutos para las 8 cuando Susana salió  de su habitación para dirigirse al baño. Poco después desayunábamos juntos, la casera nos había dejado algo para desayunar. A las 8,30 llegó mi hora de partir. Le di un abrazo a mis dos compañeros de camino los últimos días y les deseé que volvieran el año que viene a retomar aquí su camino. Triste despedida. Se le coge mucho apego a la buena gente del Camino.
Hice toda la etapa, corta etapa, solo. Pronto empezaron las complicaciones: barro en los caminos por la lluvia caída ayer pero, sobre todo, por la falta de señalización. Los mojones con la concha de Santiago y las flechas amarillas escasearon en esta etapa. Estoy convencido que he hecho algún km de más. La misma guía que llevo lo indica: no hacer caso de los mojones que hacen dar un rodeo innecesario y alargan la ruta y recomienda seguir las flechas, que yo no he visto. En fin, llegué finalmente al albergue, sito en Almunia, a dos km de Luarca y tras la ducha y el lavado de ropa de rigor, pregunté a unos peregrinos si sabían dónde se podía comer de menú. Me aseguraron que no había ningún sitio cerca y que ellos habían ido a la carretera  donde a 1 km de distancia había un restaurante. Bien, como quería bajar a Luarca, al igual que otros dos peregrinos que había conocido en días anteriores, pensamos en tomar un autobús en la carretera pero alguien debió oírnos y nos dijo que no había comunicación con Luarca por autobús y que él había tomado un taxi  que por 5 euros lo acercó hasta Luarca. Nos dio el teléfono por si queríamos llamarlo y así lo hicimos: compartimos el taxi los tres. Di una vuelta por el puerto parándome a mirar los precios de los menús en los diferentes restaurantes y finalmente comí en uno de ellos por 10 euros. Luego, busqué una cafetería donde poder ver cómodamente el tour que llegaba a  su etapa reina y no quería perdérmelo. Al acabar, busqué de nuevo un taxi, ahora ya sólo, y me dirigí al albergue. Al llegar, comprobé si la ropa estaba seca y como así era la recogí, la guardé en la mochila y me dispuse a escribir estas líneas. Son las 18,30 de la tarde, el albergue está lleno, aunque todo el mundo se ha ido y sólo somos 3 peregrinos los que estamos aquí ahora mismo. Acaba de llegar un nuevo peregrino, extranjero, aunque no descubro aún de dónde. Pregunta por la hospitalera que hace unos minutos estaba por aquí. Cuando aparece, le pregunta, en un castellano más que aceptable, si hay alguna habitación para grandes roncadores, pues él lo es  y no quiere molestar a los demás. La hospitalera se sonríe y le responde que no.
Como he dicho, la etapa la he hecho totalmente solo lo que me ha dado mucho tiempo para pensar en mis cosas. He notado la ausencia de Jesús y Susana. ¡Cuán fácil resulta caminar con su buena compañía! Pero así son las cosas en el Camino de Santiago, el Camino te une y el Camino te separa. Hay que agradecer que ambas cosas sucedan, pues así es, también, en la vida misma: ¡de todo se puede sacar un aprendizaje!

lunes, 15 de agosto de 2011

Camino del Norte: vigésimo-sexta etapa


21/7/11

Soto de Luiña-Cadavedo: 23 km. Esta mañana se ha dado una de aquellas situaciones que se suceden en el camino  y que uno no acaba de comprender por más que se comenta con los compañeros de viaje. Ocurrió que pocos minutos antes de las 6,  la inmensa mayoría de los peregrinos que dormían en el albergue parecieron haberse puesto de acuerdo en la hora de levantarse ya que en escasos minutos el albergue quedó casi desierto. El ruido fue mayúsculo y casi nadie parecía tener interés en no molestar a los que todavía  estábamos en la cama. Este hecho  podría haber tenido sentido en el Camino Francés, en pleno verano, pero no en el Camino del Norte. En aquel, la afluencia de peregrinos impulsa a muchos a madrugar para llegar a buena hora al albergue y asegurarse así una plaza ya que, a veces, esto es harto difícil, sobre todo a medida que se acerca uno a Galicia y ya dentro de esta comunidad. Pero en el Camino del Norte esta circunstancia no se da. Los albergues son suficientes para los peregrinos que lo recorren, al menos hasta el momento. El caso es que a partir de ese momento el resto de los alojados allí hicimos lo propio pues nos habían despertado y no eran  horas, tampoco, para esperar a que pasase el chaparrón  y continuar durmiendo, por lo que casi todo el mundo optó por lo mismo: levantarse. Había que ver la cara de una pareja que acababa de empezar su camino cuando  vieron y, sobre todo, oído la vorágine que se ha armado en un momento. No entendían lo que sus ojos y oídos percibían. Precisamente el peregrino que comentaba ayer que el Camino del Norte no tiene  el espíritu que había vivido en el Francés fue uno de los primeros en levantarse, aunque, se le ha de reconocer, no fue de los que más ruido hizo pues cuando quise acordar ya no estaba en la sala que nos alojaba. Y yo digo que, en todo caso, lo que falta es respeto de los unos para con los otros, de los que madrugan para con los que no lo hacen. Y es que en el Camino, en todos los Caminos, se encuentran a menudo los peregrinos de verdad con los turigrinos, mezcla de turista y peregrino, con más de lo primero que de lo segundo. Los turigrinos vienen al camino de vacaciones, aprovechando las infraestructuras existentes para ahorrarse un dinero en sus días de asueto y descanso del trabajo.
En fin, son historias del camino. La noche, por lo demás, fue lluviosa y la mañana se despertó de igual manera. Salí con Susana, la maestra que trabaja en Murcia, aunque ella es de Madrigal de las Altas Torres (Ávila) y hemos  hecho juntos toda la etapa. Una etapa que transcurre, en su mayor parte, por carretera. El hospitalero nos había recomendado un par de desvíos por caminos que él mismo había señalizado y que nos acercaban a los acantilados. Nosotros tomamos el primero de los sugeridos y pronto comprobamos cómo es de cierta aquella máxima del camino que dice que todo lo que se baja, más tarde o más temprano, se sube. Y ese fue nuestro caso. En un principio no nos percatamos de la buena bajada que estábamos haciendo, nos dimos cuenta cuando se acabó y vimos la pared que había que subir. La afrontamos con más o menos resignación y dimos gracias al cielo cuando, por fin, vimos de nuevo la carretera. Había sido una pendiente muy dura, con un piso que aún la hacía más difícil pues el barro lo cubría todo. Al pisar de nuevo el asfalto Susana y yo nos miramos y nos prometimos no volver a tomar un desvío, por muy recomendado que fuese, en la etapa. La lluvia se alternó con algunos claros durante el recorrido de hoy. El sol nos secaba enseguida y al poco de quitarnos el chubasquero se tapaba y volvía a llover. Así hasta las 2, hora en que llegamos al albergue. Suerte la mía, ya que una agradable  plática con Susana ha hecho mucho más llevadero el camino. Paramos a reponer fuerzas y al reemprenderlo cada uno adoptó su ritmo y nos separamos. Cuando el cansancio comenzó a hacer mella volvimos a reencontrarnos. Afortunadamente, la carretera no era muy transitada y eso lo hizo todo más fácil.
Como quiera que viera en Susana una buena persona, en el sentido machadiano de la palabra, de repente me sorprendí a mi mismo contándole mi vida. Cuando fui consciente de ello me disculpé pensando que quizás me estaba poniendo algo pesado contándole mis cosas. Ella no le dio mayor importancia y seguimos hablando de esto, de aquello y de lo de más allá, es decir, de las cosas propias del camino. Por cierto, Jesús, su pareja, no ha partido con nosotros ya que su estado así lo aconsejaba. Sus molestias en el talón no remiten y después de consultar con el médico ha decidido acabar aquí su camino. Le ha dicho a Susana que continúe ella, que él se da por satisfecho con lo que ha hecho y que el año que viene podrá reemprenderlo, pero Susana no ha aceptado la oferta y marchará con él. Aún así, me comenta, le sabe mal dejarlo porque precisamente ahora empezaba  a verle sentido a esta locura de hacer el Camino, cosa que no entendía antes. Ella vino por él y se va con él, aunque se lleva consigo el gusanillo del Camino y piensa ya en volver. Ella que, precisamente, no le encontraba el sentido a esto de caminar horas y horas con unos cuantos kilos a la espalda, pasando, a veces, penalidades que en la vida cotidiana uno rehúye, ella es la que ahora le ha encontrado el qué al Camino. Y es que así es el Camino: te da y te quita, te lo hace pasar mal en lo que se refiere al aspecto físico, a veces también, en lo emocional, pero te llena, también, de cosas que solo aquí ha encontrado este peregrino que intenta transcribir todo lo que el Camino le da y  no sabe bien explicar y es que… el Camino hay que vivirlo, hay que experimentarlo para poder entenderlo.
¡Ultreia Susana, ultreia Jesús, ultreia peregrinos, ultreia buena gente del Camino!  Hasta siempre, compañeros.

Camino del Norte: vigésimo-quinta etapa


20/7/11

El Pito-Soto de Luiña: 13 km según la guía, unos cuantos más en la realidad ya que las obras de la autopista han cortado y desviado el camino y hemos tenido que dar un buen rodeo. De modo que si lo que habíamos planificado era una etapa corta no ha resultado ser así. Continúo caminando con mis dos compañeros en estos días: Susana y Jesús. Los tres vamos tocados y hemos resuelto hacer una etapa de “descanso”, inmejorable, por otra parte, en lo que al tiempo se refiere. El sol y las nubes, además de una agradable brisa, nos han acompañado en  toda la ruta de hoy. Algo de camino pero más asfalto  que tierra y, de nuevo, unas antiguas escuelas reconvertidas en albergue nos acogen. Se agradece este gesto de los ayuntamientos por los que pasa el Camino y deseamos que cunda el ejemplo en otros municipios que aún no han hecho lo propio, que son unos cuantos.
El resto de la  jornada no tiene mucho más que contar. Hay un peregrino español  que no hace más que quejarse  de que el Camino del Norte no tiene nada que ver con el Camino Francés que él hizo anteriormente. Dice que le falta el espíritu que encontró allí y que en este no aparece por ningún lado. Verdaderamente, y en parte, tiene razón ya que, al igual que en la vida, no hay dos caminos iguales y, aún más, el mismo camino recorrido por personas diferentes no tiene nada que ver el uno con el otro. Así son los caminos de Santiago, todos caminos, pero ninguno igual que otro. De hecho, el camino lo hacen los peregrinos como decía nuestro admirado poeta Antonio Machado: “caminante son tus huellas el camino y nada más, caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Y, exactamente, así es. Pues bien, las quejas de este peregrino que se empeña en comparar ambos caminos de forma cansina, no tienen, a mi modo de ver, razón alguna. El camino lo hacen los peregrinos que por él transitan y es la suma de sus actitudes y comportamientos lo que los hacen más o menos atractivos desde un punto de vista humano.
Si la mañana fue agradable no puede decirse lo mismo de la tarde. Se ha nublado y ha llovido.  La noche parece que se presenta igual según dice la previsión del tiempo que hemos visto en la TV, incluso para buena parte del día de mañana, en que voy a intentar cambiar la estrategia para afrontar la etapa. No ando muy bien de los pies, como ya he dicho en anteriores ocasiones, y voy a hacer una buena parada a mitad de etapa a ver si así mi cuerpo se va adaptando mejor a las circunstancias del camino.

sábado, 13 de agosto de 2011

Camino del Norte: vigésimo-cuarta etapa


19/7/11

Avilés-El Pito (Cudillero): 27 km. Nada que contar respecto de la visita de ayer al Niemeyer ya que no  hubo tal visita. Era lunes y el Centro Cultural estaba cerrado por descanso semanal, de manera que la tarde de ayer la dedicamos a dar una vuelta por el casco histórico de Avilés y poca cosa más.
La etapa de hoy ha sido, nuevamente, una etapa dura, no tanto por longitud, que también, sino por su perfil de dientes de sierra. Y es que las subidas y bajadas han sido constantes. Pero si ello era poco, apareció la lluvia que cayó durante todo el trayecto aunque de una manera discontinua, lo que nos obligaba a poner y quitar una y otra vez el chubasquero. Por momentos salía el sol y nos obligaba a quitárnoslo ya que se hace muy incómodo el caminar en verano con el chubasquero, dado su nula transpiración. Minutos después, volvía a llover  y vuelta a empezar. Además, hay que añadir los tramos de carretera que se han hecho casi interminables cuando no los senderos casi intransitables por el agua y el barro. Todo ello ha puesto  una nota de dificultad añadida a la propia de la distancia recorrida.
Salimos  cuatro peregrinos, juntos, de Avilés cuando eran las 7 de la mañana. Paramos a desayunar en el primer bar que vimos abierto y continuamos nuestro camino pronto ya que nos esperaba una buena etapa como  he referido antes. Hoy me acompaña en el camino Pepe, valenciano él, algún  año  mayor que yo y al cual conocí ayer en el camino. También me acompañan, o acompaño yo, una pareja que conocí en Llanes, el día de la gran lluvia. Ella, Susana, es maestra en una escuela concertada de Murcia, él, Jesús, es licenciado pero no tiene trabajo, uno más de tantos miles y miles de jóvenes, universitarios o no, que no han encontrado aún su lugar en el mundo laboral. A ella la conocí en la etapa que nos llevaba a Llanes, como he dicho. Iba sola y cojeando y le ofrecí mi compañía sabedor que las penas en compañía son menos penas. Me lo agradeció y me dijo que su pareja iba delante, que no era necesario. Le ofrecí, entonces, uno de mis dos bastones ya que entendía que en la pronunciada bajada por la que transitábamos le podría ser de utilidad -me había explicado que andaba algo delicada con la rodilla-. Volvió a agradecérmelo y volvió a rechazar educadamente la oferta. Seguí mi camino y más tarde me la encontré en el albergue al igual que a Jesús, su pareja. Le pregunté por sus dolencias y me dijo que se encontraba mejor.
El caso es que partir juntos no significa llegar juntos y este fue el caso de Pepe, el valenciano, que aceleró su ritmo en un momento dado y ya  no le volvimos a ver el pelo. Nos dejó a los tres atrás, a nuestro ritmo, ya que cada cual tenía motivos sobrados para no acelerar el paso. Jesús, comienza a padecer tendinitis en una rodilla y al llegar al último tercio de la etapa se resiente visiblemente de ella y su cojear era cada vez más evidente.
Con Pepe habíamos convenido en reservar habitación en un hotel al finalizar la etapa y faltándonos aún algún km para acabar nos llama desde el hotel para comunicarnos que ya había llegado y que estaba confirmada la reserva del hotel, de  manera que yo compartiría habitación con él por aquello de compartir gastos. Nosotros tardamos una hora más en llegar y como era tarde, nos fuimos directamente al restaurante después de haber dejado la mochila en la habitación. Dimos cuenta de un menú contundente, además de barato, después de lo cual volvimos al hotel para llevar a cabo las rutinas, ya sabidas, del camino. Al acabar nos esperaba una reparadora siesta. Al atardecer, bajamos a Cudillero y  nos sentamos en una de sus numerosas , junto al mar. Comentamos los planes para el camino del día siguiente. De los cuatro, tan sólo Pepe quería volver a hacer una etapa de veintitantos km. Susana, Jesús y yo decidimos hacer una etapa corta, de tan sólo 13 km, pues nuestro estado físico nos aconsejaba un  relativo descanso.  Yo seguía con  las molestias en el talón y me ha salido la primera ampolla de este año en el dedo pequeño del pie derecho, justo ahora que empezaba a  no notar el callo del mismo pie. Ya en anteriores años en el camino, me había  salido una ampolla en el mismo sitio y recuerdo haber pasado unos días con molestias. Picoteamos algo y cuando nos dimos cuenta ya eran las diez. Llamamos un taxi del cual nos habían dado el teléfono en el hotel, ya que subir al hotel desde nos encontrábamos después de haber andado 27 km por la mañana era un poco descabellado. No respondía y empezamos a sospechar que quizás ya era tarde para encontrar un taxi. Me veía subiendo penosamente a pie hasta el hotel. Preguntamos en un bar, junto a la parada de taxis, y nos dieron otro número de teléfono para que probáramos suerte. Afortunadamente, en ese sí respondieron. Enseguida llegó a donde nos encontrábamos y nos subió al hotel por tan solo cuatro euros. 

viernes, 12 de agosto de 2011

Camino del Norte: vigésimo-tercera etapa

18/7/11


Gijón-Avilés.Después de un descanso que el cuerpo siempre agradece, la etapa de  hoy, de 24 km, ha tenido tres fases. Una primera que transcurría, primero, por el casco urbano de la ciudad y luego por su zona industrial, con humos y malos olores como elemento a destacar, en este caso en negativo; una segunda fase de subida, y ¡qué subida!, y tránsito por una zona boscosa, mayoría de eucaliptos, que se llama Monte Areo, donde abundan los dólmenes –más de treinta- y que se hace muy agradable de recorrer. Aún más grata fue la tercera fase, al llegar al Valle, lugar que hace honor a su nombre: un precioso valle jaspeado aquí y allá de pequeños prados, casas, caminos y pequeños bosques de eucaliptos en la parte alta de los cerros que lo circundan. Fue una delicia caminar por sus carreteritas, con suaves subidas y bajadas. Una vez acabado este valle el camino nos lleva hasta la carretera que une Gijón con Avilés y aquí se acabó lo bueno. El camino se convierte en arcén de la transitada carretera hasta llegar a mi destino. Pronto encontré un bar y no  me lo pensé dos veces: paré. Mientras me descalzo la mochila,  a veces es esa la impresión que uno tiene, que la lleva calzada a la espalda, me imagino una cerveza y un pincho de tortilla y es precisamente eso lo que encuentro en el bar, pero, sobre todo, pienso en un descanso para mis pies y mis piernas, por ese orden. El talón del pie izquierdo me viene dando molestias últimamente, en la zona en que se une al tendón de Aquiles y un callo en el dedo pequeño del pie derecho reclama también mi atención, molestando aún más. En el bar coincido con una pareja que conocí en la etapa de Llanes. Ella es maestra y ambos van algo tocados: lesiones típicas del peregrino caminante. Abandonamos juntos el bar y anduvimos juntos hasta el albergue, unos 8 km que a los tres se nos hicieron interminables. Al llegar, me encuentro con algunos peregrinos conocidos de etapas anteriores. Después de atender las rutinas de cada día y de escribir este diario hemos quedado en ir a visitar el modernísimo Centro Cultural de Avilés recientemente construido por el afamado arquitecto brasileño Niemeyer que acoge todo tipo de manifestaciones culturales y artísticas. Pero esto mañana os lo cuento.

jueves, 11 de agosto de 2011

Camino del Norte 2011: vigésimo-segunda etapa


17/7/11

Villaviciosa-Gijón: 26 km. Buena distancia para llegar cansado y dolorido al albergue. Sin embargo, estoy como el primer día, fresco y como nuevo. ¿Un nuevo enigma? No, es muy sencillo: he hecho la etapa en autobús. No trataré de justificarlo, no. No tiene justificación, pero sí que tiene una explicación, a saber: dado que no ando demasiado bien en estos días, y nunca mejor dicho, decidí tomarme el día de descanso en Gijón para lo cual tomé el autobús de línea que me trajo hasta esta bonita ciudad. Paseos, lectura de la prensa, descanso en el hostal… fueron mis aventuras en el día de  hoy.
Aprovecho, pues, la escasez de eventos  que explicar en esta etapa para clarificar el enigma del día 13/7/11. Bien, comenzaré pidiendo disculpas al lector, ya que en las referencias al tema de los días anteriores aseguré que no se trataba de un despiste de este, ciertamente, y a menudo, despistado cronista. Efectivamente, hubo un error el día en que transcribía mis palabras en el cuaderno de notas y, en lugar de poner 13/7/11, puse 14/7/11 con lo que  me saltaba un día sin pretenderlo. Eso es todo. La confusión vino al mirar mis notas previas de planificación del Camino. Ahí ponía que el día 13 iba de Llanes a Nueva (18 km) y al día siguiente, día 14, haría un etapa de tan sólo 12 km hasta Ribadesella. Como narré en su momento, estas dos etapas las fusioné  en sólo una  de 30 km y de ahí el error en las fechas.
Espero la comprensión del lector y que esta confusión no le lleve a abandonar la lectura de este diario por entregas.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Camino del Norte: vigésimo-primera etapa

16/7/11

La Isla-Villaviciosa: 20 km. Curiosa etapa la de hoy. Salí a las 7 del al-bergue tras una noche en que apenas pegué ojo. A lo sumo 3 horas. No podía conciliar el sueño. Supongo que será la consecuencia de haber echado la siesta durante más tiempo del debido.
Al poco de dejar el albergue y salir a la carretera sentí la tentación de seguir por ella ya que estaba seguro de que acortaría distancia. Sin embargo, y aunque no había apenas tránsito, desistí de ello y, si bien anduve unas decenas de metros por ella, deshice mis pasos y volví al lugar donde la señal indica la continuación del camino de tierra. Enseguida el amplio camino se convirtió en un estrecho sendero casi intransitable, debido, primero, a la espesa vegetación que, por momentos, casi lo convierte en un túnel, y, segundo, al barro y al agua que lo hacían un lodazal difícil de transitar. Sin embargo, pronto coincidí en aquel tramo a tres peregrinas francesas a las que alcancé aunque dos de ellas pronto se retrasaron y caminé con la tercera, más o menos de mi edad, un buen rato. Se llamaba Corine y era muy simpática y abierta. En un castellano suficientemente fluido y comprensible, me contó que tenía ascendencia española por parte de sus abuelos paternos, de Sant Feliu de Guixols él, de Murcia ella. En plena conversación vimos que se acercaban, en dirección opuesta, a tres ciclistas con los cuales había intercambiado unas palabras el día de ayer. Se pararon y nos advirtieron de que más adelante habían cortado el camino ya que se estaba celebrando un rally cuyo recorrido transcurría en un buen tramo por el camino que seguíamos. Ellos volvían a tomar un itinerario alternativo. Nos despedimos no sin antes agradecerles el aviso y decidimos seguir adelante y ver cuál era la situación. Al cabo de media hora empezamos a ver muchos coches aparcados en los arcenes de la carretera y comprobamos la veracidad de lo que nos habían contado. Preguntamos y nos dijeron que tardarían unas 2 horas en dar de nuevo el paso libre. Nos dispusimos, pues, a buscar un lugar a la sombra para pasar ese rato ya que el sol picaba con ganas  en la mañana. Poco a poco, se fueron uniendo a nosotros otros peregrinos que salieron después del albergue. Asimismo, un grupo de adolescentes de ambos sexos que iban de campamentos buscó refugio junto a nosotros. De esta manera, algunos nos dedicamos a pasar el rato viendo pasar los coches a toda velocidad, uniéndonos con ello a los numerosos espectadores que se habían concentrado en una curva apta para el derrapar de los vehículos,  esperando captar la mejor foto o, quizás, el accidente de alguno de los coches que intentaban transitar por allí a la máxima velocidad. Y no tardó en llegar el accidente. Me percaté de ello cuando, estando tumbado en el suelo descansando y pensando en mis cosas, sentí un ¡oh! del público que enseguida se desplazó unos metros para ver mejor las consecuencias del siniestro. Me incorporé yo, igualmente, y pude observar cómo la gente intentaba ayudar al piloto a salir del atolladero empujando el coche, que se había salido de la carretera y  estaba atrapado entre la espesa vegetación. Finalmente, lo consiguieron y el coche, aparentemente sin mayores desperfectos, pudo continuar su carrera contra el tiempo.
Cuando al cabo de un rato, mayor del que en principio estaba previsto, abrieron de nuevo el camino me dispuse a rehacer el mío. Me encontraba fuerte, de manera que probé a apretar el ritmo para comprobar cómo reaccionaba mi cuerpo. Y respondió como yo esperaba. Adelanté al grupo de adolescentes que fueron los primeros en partir y enseguida me quedé sólo en cabeza del numeroso grupo que allí se había congregado finalmente. Más tarde -hay que ver lo que hace la juventud- el grupo de muchachos y muchachas, me adelantaron a mí. Iban cantando canciones, con un espíritu alegre y dicharachero, sin apenas darse cuenta de la cuesta que estábamos subiendo o eso me pareció a mí.
El resto de la etapa la hice prácticamente sólo y, entre las continuas subidas y bajadas y el fuerte sol de las horas posteriores, llegué a Villaviciosa en torno de las tres de la tarde. Me quedé en el primer hotel que encontré y después comprobé que era también el más económico de la villa. No me lo pareció así cuando pregunté al recepcionista, ya que 55 euros la habitación individual no lo considero barato, precisamente. Al comprobar que era peregrino, el señor que me atendía, me dijo que podía facilitarme otra habitación con los mismos servicios pero que no se encontraba en el propio hotel sino en un edificio de planta baja, justo en frente, al otro lado de la carretera. Su precio, sensiblemente inferior: 30 euros. Me invitó a comprobarlo por mí mismo y, efectivamente, era una buena habitación de hotel, por lo que acepté la oferta. La razón de haber buscado hotel es que en esta población no disponen de albergue por lo que el peregrino únicamente tiene la opción de seguir su camino, y hacer unos cuantos km más, o detenerse aquí y buscar un alojamiento alternativo.
Tras comer en un restaurante que el recepcionista me indicó, apto para presupuestos de peregrino, me dirigí al hotel en la hora en que el sol se dejaba sentir con más fuerza. Eché una siesta y tras ello aproveché para lavar la ropa y tenderla en una estufa adecuada para este menester en el baño de la  habitación. A continuación volví al pueblo, me senté en la terraza de un bar a escribir este diario y no pude sino escuchar la conversación de mis vecinos de mesa: el tiempo. Todo giraba en torno si el buen tiempo del día de hoy duraría algún día más. El camarero que les atiende afirmaba que mañana llovería, lo ha oído en la TV, sin embargo, los clientes manifiestan no estar de acuerdo y aseveran que hará un buen  día, como el de hoy. No sé porqué, pero yo me quedo con la opinión del camarero, seguramente porque es la que me produce preocupación. Ya creo tener bastante experiencia de lo que es caminar lloviendo, con una mochila que pesa 11 kilos.
Bien, creo que a estas alturas, el lector se habrá hecho ya una idea de lo que pudo haber pasado con ese supuesto salto en el tiempo, que al principio parecía haber sido hacia atrás y que luego comprobamos que se trataba de un salto de 350 días, exactamente, pero hacia adelante. Es decir, y recordando los datos, pasamos ¿misteriosamente? del día 26/7/10 al 11/7/11 en un abrir y cerrar de ojos. Pues bien, esa fue la impresión que tuve yo al levantarme el día 11/7/11 y disponerme a continuar mi camino: que no había pasado ese año. ¿Qué pasó pues? Tuve precisamente esa sensación cuando me estaba poniendo las botas y después, cuando salí fuera y tomé contacto con las primeras luces del día, muy apaciguadas por la neblina que todo lo cubría. Ahora está más claro, ¿no es así?
Sin embargo, queda aún un enigma que descifrar. Recordemos: ¿qué pasó con el día 13/7/11? ¿Por qué no hay narración de lo acontecido en ese día? Demos tiempo al tiempo para resolver estas cuestiones.

martes, 9 de agosto de 2011

Camino del norte: vigésima etapa

Camino del norte: vigésima etapa

15/7/11
Ribadesella-La Isla. Etapa corta la de hoy y, sin embargo, me ha destrozado los pies. No, no son ampollas como era de esperar. Se trata de dolor. Me duelen sobremanera pero no ha sido la etapa de hoy la causante, sino la de ayer. Desconozco cuánto tiempo más arrastraré las consecuencias de la, para mí, super-etapa de ayer. Espero que vayan mitigándose en los próximos días. Obviamente, tendré que replantearme la planificación que hice que incluía una etapa de 20 km para mañana y una de 26,5 para pasado mañana. Las dos siguientes habían de ser de 24 i 23,5 km. Mucho me temo que no podré seguir la planificación inicial. Pero tampoco quiero ser pesimista: perder una batalla no es perder la guerra, como se diría en términos bélicos. Miraré de acortar recorridos y adaptarme a las circunstancias. El camino es imprevisible y la planificación previa que uno hace antes de salir debe ser tan sólo una referencia, una guía y no algo que hay que cumplir a rajatabla


El de hoy ha sido un buen día en lo que al tiempo se refiere. Empecé a caminar a las 7,45 con un tímido sol mañanero que poco a poco fue disipando las nieblas altas que dificultaban la visibilidad a medida que se elevaba en el horizonte y adquiría mayor fuerza. Sin embargo, en la dirección en que caminaba, siempre hacia el oeste, negras nubes ganaban la partida al sol. El camino discurre cerca de la costa y pude apreciar cómo los prados verdes y húmedos acababan bruscamente en acantilados que ocultaban pequeñas playas, entre promontorios rocosos y oscuros que cortaban en seco la monotonía ocre-gris azulado de la costa. Un par de subidas, con sus respectivas bajadas, en ocasiones por un estrecho sendero rodeado de lujuriosa vegetación que sobrepasa la alzada del caminante, dificulta, por momentos, su transcurrir.


Hacia mediodía, las nubes ocultaron el sol que no volvió a salir hasta llegar a mi destino, a La Isla, más que un pueblo una urbanización al uso de las que se dan en lugares junto a la playa. Un bar donde hacen comidas, una cafetería y un kiosco que vende de todo un poco y una tienda componen todos los servicios que aquí el peregrino puedo encontrar, junto con el albergue, claro, que se encuentra ubicado en las antiguas escuelas del lugar. Bien cuidado, tiene los servicios propios para uso del peregrino: cocina, lavadora, y un soleado patio para tender. Y a escasos cien metros, el mar. De nuevo, un acantilado pone fin al prado que rodea el albergue y que pertenece a una propiedad privada que se extiende hasta el borde del acantilado. Un alto muro de piedra y un buen seto procuran intimidad a los propietarios ante las miradas curiosas o perdidas de los peregrinos.


Cambiando de tema, ayer propuse al lector ayuda en la solución del enigma que me preocupaba. ¿Qué más se puede decir sobre el mismo? ¿Lo has resuelto, querido lector? 


lunes, 8 de agosto de 2011

Camino del Norte: décimo-novena etapa


14/7/11

Llanes-Ribadesella: 30 kilómetros. Ésta es la etapa que aconseja mi guía. Cuando planifiqué las etapas unos días antes de partir, dividí ésta en dos, de manera que acabaría que no llegaría a Ribadesella y me quedaría unos 10 Km antes, en Piñeres de Pria. Pero la mala suerte, ¿mala?, ha querido que acabase en Ribadesella ya que he pasado de largo el albergue privado de Piñeres sin pretenderlo, claro está, y me percaté demasiado tarde para remediarlo volviendo hacia atrás. De modo y manera que he acabado haciendo los 30 Km que marca la guía, habiendo salido en torno a las 7 y llegado a las 4 de la tarde a mi inesperado albergue en la villa que acoge cada año el final de la bajada del río Sella desde Arriondas, allá por el 8 de agosto. He de remarcar que esta distancia constituye mi record en 5 años de Camino.
Me encuentro, pues, en la famosa y amplia ría donde desemboca el río Sella, que le da nombre. Desde donde me hallo escribiendo esto que lees, querido lector, veo el puente que sirve de meta a la bajada piragüística mencionada antes y observo cómo se estrecha la ría hasta convertirse en río y más allá escarpados picos conforman el telón de fondo de este bello paisaje. Unos cuantos piragüistas se afanan en remar rápido, quien sabe si entrenándose para el descenso del río que está próximo. Y es que me encuentro en la terraza de una sidrería, a escasos metros de la ría. La gente pasea arriba y abajo aprovechando la esplendidez del sol que hoy brilla en el cielo para goce de unos y otros. Atrás quedó la lluvia y el viento de etapas anteriores aunque mucho me temo que tan solo es una tregua. Pero eso es futuro y ahora toca hablar del pasado.
He llegado muy, muy cansado al albergue. He comido en el primer restaurante que he encontrado dado que la hora de llegada –las cuatro, como decía- no permitía sino dar prioridad a la reposición de energías. Tras la comida, la ducha y el lavado de la ropa usada hoy. A continuación he buscado un sitio agradable para ponerme a escribir este diario. Por cierto, tengo un nuevo enigma para resolver e invito al amable lector a ayudarme a resolverlo. Me explico: no hay más que ver las dos últimas fechas de este diario para darse cuenta de que hay algo que no cuadra. ¿Por qué se pasa del 12/7 al 14/7? Aviso que no se trata de un error de este despistado  peregrino. ¿Por qué no hay diario correspondiente al día 13? ¿Otro salto en el tiempo? No, no es eso, no. Si el lector no tiene una hipótesis para explicar este enigma le invito a continuar leyendo ya que tengo fundadas esperanzas de que todos los enigmas que aquí se han planteado tendrán, al fin, una solución satisfactoria en próximos capítulos.

domingo, 7 de agosto de 2011

Camino del Norte: décimo-octava etapa


12/7/11
Retomo el asunto del misterioso salto en el tiempo, que, a estas alturas, ya lo doy como un hecho ¿real? Estoy convencido, como decía ayer, que el salto ha sido hacia adelante, o sea que no es que haya retrocedido en el tiempo, como al principio creía, sino que he avanzado casi un año, exactamente 350 días. ¿Que cómo lo sé? ¿Que cómo puedo ser tan exacto? Primero, me he percatado –no sé cómo no lo hice antes-  de que el año no era 2010, como yo daba por supuesto, sino 2011. La exactitud en el cálculo viene de restar 16 días, que son los que tardé en el tramo Irún-San Vicente de la Barquera  a los 366 días que tiene el año. Así pues, establecido que ha habido un salto en el tiempo hacia adelante, todo se centra ahora en explicar cómo ha sido posible ello. En principio se me ocurre que pueda tratarse de un salto cuántico, Precisamente con eso se especula en la física cuántica más actual. De todas maneras, no hay nada definitivo en torno a esos saltos cuánticos y son especulaciones más o menos argumentadas con fundamentos, eso sí,  en la Física cuántica. ¿Cómo explicarlo a nivel del común de los mortales? No lo sé. No tengo ni la más remota idea. He dudado mucho antes de transcribir aquí estos pensamientos pero, so pena de parecer un loco, me he decidido al fin. No he podido obviarlo y hacer ver que nada ha pasado cuando yo sé positivamente que algo ha ocurrido con el tiempo, con mi tiempo, en el transcurso del último año.
El caso es que, teóricamente,  se sabe que las partículas subatómicas pueden saltar en el tiempo, hacia adelante o hacia atrás, incluso estar en dos tiempos a la vez. Se sabe, también, que el tiempo, tal y como lo concebimos, no existe a nivel cuántico. Puestos a especular hay quien afirma que las partículas cuánticas pueden viajar al futuro y obtener información  para regresar al presente y utilizar, así, esa información aquí y ahora. ¿No podría ser esto la explicación de lo que llamamos intuición, un conocimiento que nos viene no se sabe de dónde pero que no nos llega por los canales habituales? Dejemos la física cuántica y volvamos a la realidad que se nos impone aunque también hay quien dice que la realidad la creamos nosotros mismos, nuestro cerebro. Pero volvamos al día a día del Camino.
Durante buena parte de los veintitantos kilómetros de la etapa de hoy que ha transcurrido entre Colombres y Llanes, en la parte oriental de Asturias, he venido pensando que ésta era la etapa más dura en los cinco años que vengo haciendo el Camino. Ahora explico por qué.
Salí a las 7 de la mañana del polideportivo donde me alojé anoche. Había estado lloviendo durante toda la noche y a veces con intensidad pues me despertó el ruido de la lluvia en varias ocasiones. La noche no empezó nada bien ya que deberíamos llevar una hora de silencio, después de irnos a dormir, cuando se empezó a oír  el sonido de lo que yo creí en principio que se trataba de petardos o cohetes en las cercanías del polideportivo. Al principio pensé que se trataba de la celebración de alguna fiesta en el pueblo pero enseguida me percaté de que con lo que estaba lloviendo difícilmente podrían estallar los petardos o lo que quiera que fuese. Así pues, ¿de qué se trataba? Cada vez sonaban más y más cerca. Algunos peregrinos se levantaron y todos nos mirábamos deseosos de saber lo que ocurriendo. Alguien se acercó a la puerta y salió fuera del recinto. Al poco volvió a entrar y el estruendo cesó. Explicó que se trataba de niños que lanzaban piedras contra el tejado metálico del pabellón deportivo. Inaudito, eran más de las 11,30  de la noche, estaba lloviendo con cierta intensidad y ¡había niños en las inmediaciones dispuestos a no dejarnos descansar! Estos hechos me desvelaron lo suficiente como para pasarme  toda la noche sin poder pegar ojo.
Cubrir la etapa me ha llevado 7 horas de camino. El albergue en que me alojo está en lo que fue en el pasado la estación de FEVE de Llanes (Ferrocarriles de Vía Estrecha). Durante el transcurrir de las horas, me he acordado a menudo de mi compañera y amiga Carmen, originaria de las tierras que en estos días piso y en concreto de Grado (Grao, como dicen las gentes del lugar) Y es que esta bellísima tierra no me está tratando muy bien que digamos. Me refiero al tiempo. Han sido 7 horas de lluvia continua, desde que salí hasta que he llegado, sin un solo minuto de tregua. Si a eso unimos el viento y el frío, por momentos; el sudor propio de ir con el chubasquero puesto, que si bien te protege de la lluvia por fuera, por dentro te empapa a causa del calor que uno mismo genera con el continuo subir y bajar del camino debido a que el plástico del que se compone no deja transpirar y ese calor se convierte en sudor que pronto lo empapa todo. Además, la niebla, que todo lo ha cubierto hoy,  me ha impedido apreciar la belleza del paisaje a la que aludía antes. El camino transcurre junto a acantilados que no he podido ver aunque intentaba imaginármelos pues en mi memoria permanecen aún los del camino en las etapas de Cantabria. El esfuerzo y la tensión han hecho el camino mucho más duro de lo que debe ser con un tiempo diferente y gracias a que fui previsor e hice acopio de frutos secos para prevenir eventualidades no he sufrido una de esas pájaras que en días anteriores me acontecieron. Me preguntaba, durante esos largos ratos de caminar en solitario, si podría haber algo peor en el Camino que lo que en aquellos momentos me estaba sucediendo y pronto descubrí que sí, que aún podía ser peor. A las dificultades meteorológicas se sumaron las dificultades orográficas propias del terreno por donde transcurre la etapa, con continuas subidas y bajadas, con fuertes pendientes, con caminos que más bien parecían arroyos por la intensidad de la lluvia que caía. Y todo ello concentrado en los últimos kilómetros, cuando ya el cuerpo empieza a estar ciertamente cansado.
El caso es que me puse a pensar que nada es perpetuo, que todo tiene su final, que la noche más larga nunca es eterna y otros pensamientos afines para no desanimarme. Empecé a pensar, también, el porqué de una etapa tan dura, en plena soledad, ya que apenas vi algún peregrino que pasaba fugaz en busca de la protección del albergue. Pronto me llegó la respuesta y no sé de donde, pero enseguida lo supe. Era la experiencia que me faltaba vivir en el Camino, nunca en mis cuatro años anteriores, había pasado una etapa como la que he acabado hoy, con lluvia, lluvia y más lluvia, añadida esta a las dificultades propias del camino como he mencionado anteriormente. Y eso es precisamente lo que necesitaba vivir, para poder superarme, para hacerme más fuerte, para tener confianza en mí mismo, de manera análoga a como ocurre en la vida misma. ¿Me depara el Camino alguna sorpresa más de este estilo? No lo sé y eso ahora no importa. Lo que venga será afrontado por mí como he hecho en el día de hoy. Eso es todo. Sólo sé que la Vida –y el Camino es una metáfora de la vida- nos depara aquellas vivencias, aquellas experiencias que necesitamos para nuestro propio crecimiento y también sé que no siempre coinciden con aquello que desearíamos para nosotros mismos. También sé que, en ocasiones, hemos de pasar varias veces por la misma experiencia hasta que finalmente aprendemos lo que hemos venido a aprender.
Acabando de escribir estas palabras tornan a mí la misma duda y la misma  inquietud con que acabé de escribir el diario de ayer: ¿salto cuántico en el tiempo? ¿Y si no se tratara de un salto en el tiempo? ¿Y si la explicación fuese más sencilla que todo esto? Entonces, si es así, ¿por qué no la veo aún?