Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

lunes, 15 de agosto de 2011

Camino del Norte: vigésimo-sexta etapa


21/7/11

Soto de Luiña-Cadavedo: 23 km. Esta mañana se ha dado una de aquellas situaciones que se suceden en el camino  y que uno no acaba de comprender por más que se comenta con los compañeros de viaje. Ocurrió que pocos minutos antes de las 6,  la inmensa mayoría de los peregrinos que dormían en el albergue parecieron haberse puesto de acuerdo en la hora de levantarse ya que en escasos minutos el albergue quedó casi desierto. El ruido fue mayúsculo y casi nadie parecía tener interés en no molestar a los que todavía  estábamos en la cama. Este hecho  podría haber tenido sentido en el Camino Francés, en pleno verano, pero no en el Camino del Norte. En aquel, la afluencia de peregrinos impulsa a muchos a madrugar para llegar a buena hora al albergue y asegurarse así una plaza ya que, a veces, esto es harto difícil, sobre todo a medida que se acerca uno a Galicia y ya dentro de esta comunidad. Pero en el Camino del Norte esta circunstancia no se da. Los albergues son suficientes para los peregrinos que lo recorren, al menos hasta el momento. El caso es que a partir de ese momento el resto de los alojados allí hicimos lo propio pues nos habían despertado y no eran  horas, tampoco, para esperar a que pasase el chaparrón  y continuar durmiendo, por lo que casi todo el mundo optó por lo mismo: levantarse. Había que ver la cara de una pareja que acababa de empezar su camino cuando  vieron y, sobre todo, oído la vorágine que se ha armado en un momento. No entendían lo que sus ojos y oídos percibían. Precisamente el peregrino que comentaba ayer que el Camino del Norte no tiene  el espíritu que había vivido en el Francés fue uno de los primeros en levantarse, aunque, se le ha de reconocer, no fue de los que más ruido hizo pues cuando quise acordar ya no estaba en la sala que nos alojaba. Y yo digo que, en todo caso, lo que falta es respeto de los unos para con los otros, de los que madrugan para con los que no lo hacen. Y es que en el Camino, en todos los Caminos, se encuentran a menudo los peregrinos de verdad con los turigrinos, mezcla de turista y peregrino, con más de lo primero que de lo segundo. Los turigrinos vienen al camino de vacaciones, aprovechando las infraestructuras existentes para ahorrarse un dinero en sus días de asueto y descanso del trabajo.
En fin, son historias del camino. La noche, por lo demás, fue lluviosa y la mañana se despertó de igual manera. Salí con Susana, la maestra que trabaja en Murcia, aunque ella es de Madrigal de las Altas Torres (Ávila) y hemos  hecho juntos toda la etapa. Una etapa que transcurre, en su mayor parte, por carretera. El hospitalero nos había recomendado un par de desvíos por caminos que él mismo había señalizado y que nos acercaban a los acantilados. Nosotros tomamos el primero de los sugeridos y pronto comprobamos cómo es de cierta aquella máxima del camino que dice que todo lo que se baja, más tarde o más temprano, se sube. Y ese fue nuestro caso. En un principio no nos percatamos de la buena bajada que estábamos haciendo, nos dimos cuenta cuando se acabó y vimos la pared que había que subir. La afrontamos con más o menos resignación y dimos gracias al cielo cuando, por fin, vimos de nuevo la carretera. Había sido una pendiente muy dura, con un piso que aún la hacía más difícil pues el barro lo cubría todo. Al pisar de nuevo el asfalto Susana y yo nos miramos y nos prometimos no volver a tomar un desvío, por muy recomendado que fuese, en la etapa. La lluvia se alternó con algunos claros durante el recorrido de hoy. El sol nos secaba enseguida y al poco de quitarnos el chubasquero se tapaba y volvía a llover. Así hasta las 2, hora en que llegamos al albergue. Suerte la mía, ya que una agradable  plática con Susana ha hecho mucho más llevadero el camino. Paramos a reponer fuerzas y al reemprenderlo cada uno adoptó su ritmo y nos separamos. Cuando el cansancio comenzó a hacer mella volvimos a reencontrarnos. Afortunadamente, la carretera no era muy transitada y eso lo hizo todo más fácil.
Como quiera que viera en Susana una buena persona, en el sentido machadiano de la palabra, de repente me sorprendí a mi mismo contándole mi vida. Cuando fui consciente de ello me disculpé pensando que quizás me estaba poniendo algo pesado contándole mis cosas. Ella no le dio mayor importancia y seguimos hablando de esto, de aquello y de lo de más allá, es decir, de las cosas propias del camino. Por cierto, Jesús, su pareja, no ha partido con nosotros ya que su estado así lo aconsejaba. Sus molestias en el talón no remiten y después de consultar con el médico ha decidido acabar aquí su camino. Le ha dicho a Susana que continúe ella, que él se da por satisfecho con lo que ha hecho y que el año que viene podrá reemprenderlo, pero Susana no ha aceptado la oferta y marchará con él. Aún así, me comenta, le sabe mal dejarlo porque precisamente ahora empezaba  a verle sentido a esta locura de hacer el Camino, cosa que no entendía antes. Ella vino por él y se va con él, aunque se lleva consigo el gusanillo del Camino y piensa ya en volver. Ella que, precisamente, no le encontraba el sentido a esto de caminar horas y horas con unos cuantos kilos a la espalda, pasando, a veces, penalidades que en la vida cotidiana uno rehúye, ella es la que ahora le ha encontrado el qué al Camino. Y es que así es el Camino: te da y te quita, te lo hace pasar mal en lo que se refiere al aspecto físico, a veces también, en lo emocional, pero te llena, también, de cosas que solo aquí ha encontrado este peregrino que intenta transcribir todo lo que el Camino le da y  no sabe bien explicar y es que… el Camino hay que vivirlo, hay que experimentarlo para poder entenderlo.
¡Ultreia Susana, ultreia Jesús, ultreia peregrinos, ultreia buena gente del Camino!  Hasta siempre, compañeros.

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