Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

martes, 16 de agosto de 2011

Camino del Norte: vigésimo-séptima etapa


22/7/11

Cadavedo-Luarca: 15 km. Esta noche pasada he podido descansar un poco más. Me fui a la cama a las 22,00  y no tardé demasiado en dormirme. Me desperté a las 7. Aún hice un poco el remolón  durante media hora más y me levanté. Preparé la mochila sin prisa y esperé a que Susana y Jesús se despertaran. Hemos dormido en un apartamento de dos habitaciones y cocina- comedor que alquilamos entre los tres. Eso explica el porqué de las 9 horas de descanso esta noche. Faltaban 10 minutos para las 8 cuando Susana salió  de su habitación para dirigirse al baño. Poco después desayunábamos juntos, la casera nos había dejado algo para desayunar. A las 8,30 llegó mi hora de partir. Le di un abrazo a mis dos compañeros de camino los últimos días y les deseé que volvieran el año que viene a retomar aquí su camino. Triste despedida. Se le coge mucho apego a la buena gente del Camino.
Hice toda la etapa, corta etapa, solo. Pronto empezaron las complicaciones: barro en los caminos por la lluvia caída ayer pero, sobre todo, por la falta de señalización. Los mojones con la concha de Santiago y las flechas amarillas escasearon en esta etapa. Estoy convencido que he hecho algún km de más. La misma guía que llevo lo indica: no hacer caso de los mojones que hacen dar un rodeo innecesario y alargan la ruta y recomienda seguir las flechas, que yo no he visto. En fin, llegué finalmente al albergue, sito en Almunia, a dos km de Luarca y tras la ducha y el lavado de ropa de rigor, pregunté a unos peregrinos si sabían dónde se podía comer de menú. Me aseguraron que no había ningún sitio cerca y que ellos habían ido a la carretera  donde a 1 km de distancia había un restaurante. Bien, como quería bajar a Luarca, al igual que otros dos peregrinos que había conocido en días anteriores, pensamos en tomar un autobús en la carretera pero alguien debió oírnos y nos dijo que no había comunicación con Luarca por autobús y que él había tomado un taxi  que por 5 euros lo acercó hasta Luarca. Nos dio el teléfono por si queríamos llamarlo y así lo hicimos: compartimos el taxi los tres. Di una vuelta por el puerto parándome a mirar los precios de los menús en los diferentes restaurantes y finalmente comí en uno de ellos por 10 euros. Luego, busqué una cafetería donde poder ver cómodamente el tour que llegaba a  su etapa reina y no quería perdérmelo. Al acabar, busqué de nuevo un taxi, ahora ya sólo, y me dirigí al albergue. Al llegar, comprobé si la ropa estaba seca y como así era la recogí, la guardé en la mochila y me dispuse a escribir estas líneas. Son las 18,30 de la tarde, el albergue está lleno, aunque todo el mundo se ha ido y sólo somos 3 peregrinos los que estamos aquí ahora mismo. Acaba de llegar un nuevo peregrino, extranjero, aunque no descubro aún de dónde. Pregunta por la hospitalera que hace unos minutos estaba por aquí. Cuando aparece, le pregunta, en un castellano más que aceptable, si hay alguna habitación para grandes roncadores, pues él lo es  y no quiere molestar a los demás. La hospitalera se sonríe y le responde que no.
Como he dicho, la etapa la he hecho totalmente solo lo que me ha dado mucho tiempo para pensar en mis cosas. He notado la ausencia de Jesús y Susana. ¡Cuán fácil resulta caminar con su buena compañía! Pero así son las cosas en el Camino de Santiago, el Camino te une y el Camino te separa. Hay que agradecer que ambas cosas sucedan, pues así es, también, en la vida misma: ¡de todo se puede sacar un aprendizaje!

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