Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

lunes, 19 de mayo de 2014

Camino Inglés. 6º día

30-04-2014

5ª etapa: San Paio de Buscás-Sigüeiro. 17 km

Después de descansar como Dios manda en la casa rural donde me alojé anoche, me levanté a las 7, preparé la mochila y a las 7.45 bajé a desayunar. Tostadas, mantequilla, mermelada, zumo, café con leche, fruta y magdalenas. Me serví tanto como quise y tomé para el camino un plátano y dos magdalenas pues sabía que no encontraría ningún bar hasta llegar a Sigüeiro, a donde esperaba llegar en torno a las 12.30. 

Al empezar mi andadura diaria, debían de ser las 8.15, no  llovía y, según el dueño de la casa rural, no tenía pinta de que fuese a hacerlo durante, al menos, la mañana. Eso me animó aunque al ver el cielo a mi me pareció tan amenazador como el de los otros días en que nos ha llovido. La realidad es que el amo de la casa se equivocó de pleno pues anduve toda la mañana con una lluvia intermitente aunque, afortunadamente, sin demasiada intensidad.

El resumen de la etapa podría ser el siguiente: póntelo, quítatelo. Me refiero al chubasquero, naturalmente. Y así fue hasta que llegué a mi destino. En medio, de vez en cuando, salía el sol, pero sin exceso, vamos. Al entrar en el casco urbano de Sigüeiro, un chaparrón inesperado, pues lucía el sol entre las nubes, me obligó a sacar de nuevo el chubasquero cuando ya lo había guardado definitivamente. En fin, Galicia pura. 

Por el camino, me encontré a los peregrinos canarios, una pareja joven que no me dio la impresión de que lo fuera, más bien me parecieron amigos. Ella caminaba con dificultad, lentamente, como si se tuviese que pensar cómo daba cada paso. Le pregunté que le pasaba y me explicó que se había resentido de una antigua lesión en el pie. Siendo así, quedé enormemente sorprendido cuando me dijo que pretendían llegar a Santiago en el día, lo que suponía andar más del doble de lo que establece la etapa oficial, o sea, 40 km. Me pareció imposible que lo pudiese conseguir en su estado, pero lo cierto es que ya no los vi más. La razón de querer realizar tal hazaña, para mi así lo sería, pues nunca anduve 40 km en ninguno de mis caminos, era que tenían billete de avión para el día siguiente y no era cuestión de perderlo. Caminé un rato con ellos charlando animádamente sobre su islas y las posibilidades que tenían para el senderismo que tanto me gusta y luego los dejé. 

Habría pasado una hora cuando siento que alguien se acerca por detrás. Giro la cabeza hacia atrás y veo a uno de los italianos, Federico, que pronto me iba a alcanzar y, al paso que iba, pronto me dejaría detrás. No era la primera vez que ocurría pues en anteriores etapas se había producido la  misma situación. Su juventud y su entrenamiento explican el porqué de tal circunstancia. Minutos después, me adelantó otro italiano, Darío, que acompaña a dos chicas y hoy, me imagino yo, está haciendo la etapa a su modo y manera. Su ritmo de marcha es aún mayor que el de su compatriota por lo que después de adelantarme a mi hizo lo propio con su compatriota.


Al llegar a Sigüeiro, me dirigí enseguida hacia el albergue. No era demasiado tarde y podía haberme parado en la terraza de un bar, ahora que había dejado de llover y lucía el sol, donde estaban Federico y Darío tomando un refrigerio. La verdad es que me hubiese gustado mucho acompañarles y hacer lo propio pero, no sé por qué, parecía como si tuviese que llegar pronto al albergue, que, en esta población, es privado y sensiblemente más caro, ya que no hay albergue municipal ni de la Xunta. Cuando llegué, pude comprobar que estaba cerrado. Había un número de teléfono en la puerta al que llamé. Me contestó la dueña del albergue, de reciente apertura, pues se inauguró en Semana Santa, y se disculpó diciendo que estaba en el Ayuntamiento haciendo algún trámite y que enseguida vendría. Minutos después llegó acompañada de tres peregrinos italianos que ya conocía de anteriores etapas, que se habían dirigido al Ayuntamiento para preguntar por el paradero del albergue en el cual, el día anterior, habían reservado plaza. Me dije a mi mismo que había tenido mucha suerte de tener plaza allí sin haber reservado previamente y entramos a tomar posesión de nuestro lugar de descanso no sin antes hacer un recorrido por todo el albergue siguiendo a la dueña que nos lo enseñaba. Nos proporcionó sábanas limpias y toalla para la ducha. Antes que nada, decidí poner la lavadora con toda la ropa que se me había ido acumulando por el uso de días anteriores y por no disponer de sitio para lavarla y secarla. Se la entregué a la señora de la casa que me dijo que por la tarde la tendría lista y doblada encima de mi cama, como así fue. Todo un lujo en el camino, pensé yo.

Mientras tanto, me fui a comer a un mesón que me recomendó el ama del albergue, cuyo nombre es Chus, que me recordaba muy mucho a mi amiga y compañera de trabajo Carmen G. El mesón resultó ser un pequeño restaurante sencillo y barato, sito en los bajos de un bloque de pisos cercano al albergue. Comí cuanto pude de unos platos copiosos y tras pagar lo 8.50 euros que valía me fui a hacer algunas compras, provisiones para la etapa de mañana y algo para la cena de esa noche. 



domingo, 18 de mayo de 2014

Camino Inglés. 5º día

29-04-2014

4ª etapa: Betanzos-San Paio de Buscás

Pues bien, si ayer fue la "etapa purgatorio" como expliqué en el anterior capítulo, la de hoy podría muy bien llamarse la "etapa infierno" de este Camino Inglés que, por lo visto hasta la presente está resultando mucho más duro que lo que yo tenía entendido tras haber analizado con detenimiento los perfiles y distancias a recorrer en cada una de las etapas de este camino.

En realidad, la etapa oficial acaba más allá de donde yo me encuentro ahora escribiendo este diario, en la aldea de San Paio de Buscás a unos 5 km de Ordes, el pueblo más cercano pero retirado del itinerario oficial del camino. La etapa acaba en Hospital de Bruma, a 28 km de Betanzos, y es aquí donde se halla el albergue. Sin embargo a mitad de camino aproximadamente, el perfil de la ruta se empina considerablemente como explicaba ayer. 


Salí de Betanzos esta mañana sin tener muy claro donde acabaría por pernoctar. Lo único que tenía claro era que seguramente no podría hacer la etapa entera y por eso dejé la decisión final para cuando llegase al km 18, donde se encuentra el único punto de avituallamiento, en este caso dígase restaurante, de la etapa. Una salida posible para desdoblar la larga y previsiblemente dura etapa era hacer noche en Presedo, donde supuestamente había un albergue privado de reciente apertura. Y era allí donde tenía previsto descansar si llegado el momento veía que no podría realizar la etapa completa como todos los otros peregrinos. Llegar a Hospital de Bruma suponía una caminata que yo estaba seguro de no poder realizar completamente ya que me estoy resintiendo de dolor en la zona lumbar que, en pendiente, se acrecienta. El exceso de peso de mi mochila tiene mucho que ver en este asunto.  A media mañana me encontraba en Presedo descansando y reponiendo fuerzas junto con otros tres peregrinos malagueños que resultaron ser médicos que están realizando el MIR. En esto pasaron los dos peregrinos madrileños de los que he hablado anteriormente, y me despedí de ellos pues yo creía que no los volvería a ver más dado que ellos pensaban llegar a Hospital de Bruma, fin de la etapa, como así fue. Retomé mi camino un rato después y dejé atrás a los malagueños. Esperaba ver en cualquier momento un rótulo con la indicación del albergue que buscaba. Pasó el tiempo y cuando quise acordar había dejado muy atrás la aldea de Presedo. Tenía claro que no iba a deshacer mis paso en pos de un albergue que nadie conocía y de cuya existencia yo había leído algo en algún sitio, sin recordar dónde.


Seguí mi andadura, pues, hasta llegar a San Paio de Vilacova  donde se encuentra el restaurante anteriormente aludido cuyo nombre es Casa Julia. Primero acompañé a los 2 peregrinos madrileños que descansaban allí y tomaban un refrigerio para poco después retomar su andadura. Aparecieron otros peregrinos para hacer lo propio mientras que otros marcharon cuando yo llegue. Finalmente, me quedé solo en el lugar y pase al comedor a reponer fuerzas. Un obrero de unas obras cercanas era mi única compañía allí. Después de comer copiosamente me dispuse a llamar un taxi que me trasladase más allá de Hospital de Bruma, donde se encuentra el albergue. El inconveniente de este albergue es que no tiene ningún servicio para el peregrino y para comer o avituallarse hay que desplazarse al pueblo más cercano, Ordes. Miré mi guía y reservé plaza en una casa rural a pie del camino y allí me fui con el taxi. En el camino, adelanté a mis compañeros de andanzas que iban cubiertos con sus capelinas pues la lluvia había hecho acto de presencia. Llegué a mi alojamiento, una pequeña casa rural regentada por un matrimonio que tiene, además, algunos apartamentos turísticos para completar unos ingresos que, me decía el propietario que me atendía, no te enriquecen pero te permiten vivir sin  penurias. El lugar es ideal para abrir una casa rural y unos apartamentos ya que se encuentra a medio camino entre Santiago y A Coruña con lo que ven como a medida que se acerca el verano las reservas se incrementan. 


La cena se hace por encargo por lo que enseguida que llegué se me preguntó si iba a cenar. Como había comido opíparamente a mediodía opté por algo ligero como una ensalada. El mismo propietario se desplazó a media tarde a comprar lo necesario y allá a las nueve me preparó una ensalada de la cual podían haber comido un par de personas más. Poco después me retiré a descansar a mis aposentos que no tenían nada que envidiar a los de un hotel de categoría media.