29-04-2014
4ª etapa: Betanzos-San Paio de Buscás
Pues bien, si ayer fue la "etapa purgatorio" como expliqué en el anterior capítulo, la de hoy podría muy bien llamarse la "etapa infierno" de este Camino Inglés que, por lo visto hasta la presente está resultando mucho más duro que lo que yo tenía entendido tras haber analizado con detenimiento los perfiles y distancias a recorrer en cada una de las etapas de este camino.
En realidad, la etapa oficial acaba más allá de donde yo me encuentro ahora escribiendo este diario, en la aldea de San Paio de Buscás a unos 5 km de Ordes, el pueblo más cercano pero retirado del itinerario oficial del camino. La etapa acaba en Hospital de Bruma, a 28 km de Betanzos, y es aquí donde se halla el albergue. Sin embargo a mitad de camino aproximadamente, el perfil de la ruta se empina considerablemente como explicaba ayer.
Salí de Betanzos esta mañana sin tener muy claro donde acabaría por pernoctar. Lo único que tenía claro era que seguramente no podría hacer la etapa entera y por eso dejé la decisión final para cuando llegase al km 18, donde se encuentra el único punto de avituallamiento, en este caso dígase restaurante, de la etapa. Una salida posible para desdoblar la larga y previsiblemente dura etapa era hacer noche en Presedo, donde supuestamente había un albergue privado de reciente apertura. Y era allí donde tenía previsto descansar si llegado el momento veía que no podría realizar la etapa completa como todos los otros peregrinos. Llegar a Hospital de Bruma suponía una caminata que yo estaba seguro de no poder realizar completamente ya que me estoy resintiendo de dolor en la zona lumbar que, en pendiente, se acrecienta. El exceso de peso de mi mochila tiene mucho que ver en este asunto. A media mañana me encontraba en Presedo descansando y reponiendo fuerzas junto con otros tres peregrinos malagueños que resultaron ser médicos que están realizando el MIR. En esto pasaron los dos peregrinos madrileños de los que he hablado anteriormente, y me despedí de ellos pues yo creía que no los volvería a ver más dado que ellos pensaban llegar a Hospital de Bruma, fin de la etapa, como así fue. Retomé mi camino un rato después y dejé atrás a los malagueños. Esperaba ver en cualquier momento un rótulo con la indicación del albergue que buscaba. Pasó el tiempo y cuando quise acordar había dejado muy atrás la aldea de Presedo. Tenía claro que no iba a deshacer mis paso en pos de un albergue que nadie conocía y de cuya existencia yo había leído algo en algún sitio, sin recordar dónde.
Seguí mi andadura, pues, hasta llegar a San Paio de Vilacova donde se encuentra el restaurante anteriormente aludido cuyo nombre es Casa Julia. Primero acompañé a los 2 peregrinos madrileños que descansaban allí y tomaban un refrigerio para poco después retomar su andadura. Aparecieron otros peregrinos para hacer lo propio mientras que otros marcharon cuando yo llegue. Finalmente, me quedé solo en el lugar y pase al comedor a reponer fuerzas. Un obrero de unas obras cercanas era mi única compañía allí. Después de comer copiosamente me dispuse a llamar un taxi que me trasladase más allá de Hospital de Bruma, donde se encuentra el albergue. El inconveniente de este albergue es que no tiene ningún servicio para el peregrino y para comer o avituallarse hay que desplazarse al pueblo más cercano, Ordes. Miré mi guía y reservé plaza en una casa rural a pie del camino y allí me fui con el taxi. En el camino, adelanté a mis compañeros de andanzas que iban cubiertos con sus capelinas pues la lluvia había hecho acto de presencia. Llegué a mi alojamiento, una pequeña casa rural regentada por un matrimonio que tiene, además, algunos apartamentos turísticos para completar unos ingresos que, me decía el propietario que me atendía, no te enriquecen pero te permiten vivir sin penurias. El lugar es ideal para abrir una casa rural y unos apartamentos ya que se encuentra a medio camino entre Santiago y A Coruña con lo que ven como a medida que se acerca el verano las reservas se incrementan.
La cena se hace por encargo por lo que enseguida que llegué se me preguntó si iba a cenar. Como había comido opíparamente a mediodía opté por algo ligero como una ensalada. El mismo propietario se desplazó a media tarde a comprar lo necesario y allá a las nueve me preparó una ensalada de la cual podían haber comido un par de personas más. Poco después me retiré a descansar a mis aposentos que no tenían nada que envidiar a los de un hotel de categoría media.
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