18/7/11
Gijón-Avilés.Después de un descanso que el cuerpo siempre agradece, la etapa de hoy, de 24 km, ha tenido tres fases. Una primera que transcurría, primero, por el casco urbano de la ciudad y luego por su zona industrial, con humos y malos olores como elemento a destacar, en este caso en negativo; una segunda fase de subida, y ¡qué subida!, y tránsito por una zona boscosa, mayoría de eucaliptos, que se llama Monte Areo, donde abundan los dólmenes –más de treinta- y que se hace muy agradable de recorrer. Aún más grata fue la tercera fase, al llegar al Valle, lugar que hace honor a su nombre: un precioso valle jaspeado aquí y allá de pequeños prados, casas, caminos y pequeños bosques de eucaliptos en la parte alta de los cerros que lo circundan. Fue una delicia caminar por sus carreteritas, con suaves subidas y bajadas. Una vez acabado este valle el camino nos lleva hasta la carretera que une Gijón con Avilés y aquí se acabó lo bueno. El camino se convierte en arcén de la transitada carretera hasta llegar a mi destino. Pronto encontré un bar y no me lo pensé dos veces: paré. Mientras me descalzo la mochila, a veces es esa la impresión que uno tiene, que la lleva calzada a la espalda, me imagino una cerveza y un pincho de tortilla y es precisamente eso lo que encuentro en el bar, pero, sobre todo, pienso en un descanso para mis pies y mis piernas, por ese orden. El talón del pie izquierdo me viene dando molestias últimamente, en la zona en que se une al tendón de Aquiles y un callo en el dedo pequeño del pie derecho reclama también mi atención, molestando aún más. En el bar coincido con una pareja que conocí en la etapa de Llanes. Ella es maestra y ambos van algo tocados: lesiones típicas del peregrino caminante. Abandonamos juntos el bar y anduvimos juntos hasta el albergue, unos 8 km que a los tres se nos hicieron interminables. Al llegar, me encuentro con algunos peregrinos conocidos de etapas anteriores. Después de atender las rutinas de cada día y de escribir este diario hemos quedado en ir a visitar el modernísimo Centro Cultural de Avilés recientemente construido por el afamado arquitecto brasileño Niemeyer que acoge todo tipo de manifestaciones culturales y artísticas. Pero esto mañana os lo cuento.
Gijón-Avilés.Después de un descanso que el cuerpo siempre agradece, la etapa de hoy, de 24 km, ha tenido tres fases. Una primera que transcurría, primero, por el casco urbano de la ciudad y luego por su zona industrial, con humos y malos olores como elemento a destacar, en este caso en negativo; una segunda fase de subida, y ¡qué subida!, y tránsito por una zona boscosa, mayoría de eucaliptos, que se llama Monte Areo, donde abundan los dólmenes –más de treinta- y que se hace muy agradable de recorrer. Aún más grata fue la tercera fase, al llegar al Valle, lugar que hace honor a su nombre: un precioso valle jaspeado aquí y allá de pequeños prados, casas, caminos y pequeños bosques de eucaliptos en la parte alta de los cerros que lo circundan. Fue una delicia caminar por sus carreteritas, con suaves subidas y bajadas. Una vez acabado este valle el camino nos lleva hasta la carretera que une Gijón con Avilés y aquí se acabó lo bueno. El camino se convierte en arcén de la transitada carretera hasta llegar a mi destino. Pronto encontré un bar y no me lo pensé dos veces: paré. Mientras me descalzo la mochila, a veces es esa la impresión que uno tiene, que la lleva calzada a la espalda, me imagino una cerveza y un pincho de tortilla y es precisamente eso lo que encuentro en el bar, pero, sobre todo, pienso en un descanso para mis pies y mis piernas, por ese orden. El talón del pie izquierdo me viene dando molestias últimamente, en la zona en que se une al tendón de Aquiles y un callo en el dedo pequeño del pie derecho reclama también mi atención, molestando aún más. En el bar coincido con una pareja que conocí en la etapa de Llanes. Ella es maestra y ambos van algo tocados: lesiones típicas del peregrino caminante. Abandonamos juntos el bar y anduvimos juntos hasta el albergue, unos 8 km que a los tres se nos hicieron interminables. Al llegar, me encuentro con algunos peregrinos conocidos de etapas anteriores. Después de atender las rutinas de cada día y de escribir este diario hemos quedado en ir a visitar el modernísimo Centro Cultural de Avilés recientemente construido por el afamado arquitecto brasileño Niemeyer que acoge todo tipo de manifestaciones culturales y artísticas. Pero esto mañana os lo cuento.
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