Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

martes, 9 de agosto de 2011

Camino del norte: vigésima etapa

Camino del norte: vigésima etapa

15/7/11
Ribadesella-La Isla. Etapa corta la de hoy y, sin embargo, me ha destrozado los pies. No, no son ampollas como era de esperar. Se trata de dolor. Me duelen sobremanera pero no ha sido la etapa de hoy la causante, sino la de ayer. Desconozco cuánto tiempo más arrastraré las consecuencias de la, para mí, super-etapa de ayer. Espero que vayan mitigándose en los próximos días. Obviamente, tendré que replantearme la planificación que hice que incluía una etapa de 20 km para mañana y una de 26,5 para pasado mañana. Las dos siguientes habían de ser de 24 i 23,5 km. Mucho me temo que no podré seguir la planificación inicial. Pero tampoco quiero ser pesimista: perder una batalla no es perder la guerra, como se diría en términos bélicos. Miraré de acortar recorridos y adaptarme a las circunstancias. El camino es imprevisible y la planificación previa que uno hace antes de salir debe ser tan sólo una referencia, una guía y no algo que hay que cumplir a rajatabla


El de hoy ha sido un buen día en lo que al tiempo se refiere. Empecé a caminar a las 7,45 con un tímido sol mañanero que poco a poco fue disipando las nieblas altas que dificultaban la visibilidad a medida que se elevaba en el horizonte y adquiría mayor fuerza. Sin embargo, en la dirección en que caminaba, siempre hacia el oeste, negras nubes ganaban la partida al sol. El camino discurre cerca de la costa y pude apreciar cómo los prados verdes y húmedos acababan bruscamente en acantilados que ocultaban pequeñas playas, entre promontorios rocosos y oscuros que cortaban en seco la monotonía ocre-gris azulado de la costa. Un par de subidas, con sus respectivas bajadas, en ocasiones por un estrecho sendero rodeado de lujuriosa vegetación que sobrepasa la alzada del caminante, dificulta, por momentos, su transcurrir.


Hacia mediodía, las nubes ocultaron el sol que no volvió a salir hasta llegar a mi destino, a La Isla, más que un pueblo una urbanización al uso de las que se dan en lugares junto a la playa. Un bar donde hacen comidas, una cafetería y un kiosco que vende de todo un poco y una tienda componen todos los servicios que aquí el peregrino puedo encontrar, junto con el albergue, claro, que se encuentra ubicado en las antiguas escuelas del lugar. Bien cuidado, tiene los servicios propios para uso del peregrino: cocina, lavadora, y un soleado patio para tender. Y a escasos cien metros, el mar. De nuevo, un acantilado pone fin al prado que rodea el albergue y que pertenece a una propiedad privada que se extiende hasta el borde del acantilado. Un alto muro de piedra y un buen seto procuran intimidad a los propietarios ante las miradas curiosas o perdidas de los peregrinos.


Cambiando de tema, ayer propuse al lector ayuda en la solución del enigma que me preocupaba. ¿Qué más se puede decir sobre el mismo? ¿Lo has resuelto, querido lector? 


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