Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

lunes, 22 de agosto de 2011

Camino del Norte: trigésimo-sexta etapa


31/7/11

Miraz-Sobrado dos Monxes: 26 km. Me encuentro en un pueblo surgido en torno a un monasterio que toma su nombre del propio recinto religioso que le vio nacer. Me hallo escribiendo estas líneas en uno de los tres claustros que tiene este enorme monasterio, a saber: el claustro de los peregrinos, llamado así porque es por el que acceden los hacedores del Camino al albergue, sito en lo que debieron ser las antiguas caballerizas. Algunos peregrinos platican plácidamente tendidos en el césped que cubre el patio central, mientras algunos visitantes entran y salen y los peregrinos continúan llegando, no sin manifestar visiblemente su asombro por ver el lugar donde se hallan, en un goteo que no cesa desde que llegamos nosotros. Necesitan con prontitud tomar posesión de su cama o litera y dirigirse a las duchas para asearse y, sobre todo hoy, refrescarse, pues de nuevo ha vuelto a hacer calor. Se dejan para más tarde las rutinas del camino.
La etapa de hoy nos causaba cierto respeto, a estas alturas hemos perdido el miedo al camino puesto que las peores etapas ya pasaron, aunque finalmente se ha limitado a ser una larga subida a partir de los 400 mt para dejarnos en los 700. Larga, pues, la subida pero tendida, resultando, así, casi, casi agradable de recorrer. Eso sí, demasiada carretera, aunque, por fortuna, con poco tránsito.
Son las 7 menos cuarto y las campanas de las dos torres gemelas que desde aquí se divisan se han puesto a tocar y, la verdad, con un tañer un tanto ensordecedor.
Veo a Susana y a Oliva que salen del albergue y se dirigen a dar una vuelta por el monasterio. Me hacen señas para que las acompañe y dejo de escribir este diario por un rato.
Retomando el hilo, acabamos de visitar toda la parte del monasterio que está abierta al público: los tres claustros y el templo. El estilo de todo el conjunto va del barroco al neoclásico y el estado en que se encuentran algunos sectores del mismo deja mucho que desear, como por ejemplo, el de las torres a las que antes aludía: se hallan en un estado lamentable por la vegetación que crece en sus partes horizontales alimentada ésta por las defecaciones de las aves que aquí encuentran su morada. En fin, un defectillo de esta nuestra querida patria que no cuida lo que de valioso tiene.

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