Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

lunes, 20 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: undécima etapa

27/07/2012

Lubián-A Gudiña: 25 km.

En principio, ésta no tenía que ser una etapa que nos diese problemas pues sus 25 km de recorrido la hacía asequible a mis piernas, claro está, sin contar con la dificultad añadida que supone subir un puerto, el segundo que subo en el Camino, el puerto de La Canda. Precioso sendero por el que hemos subido hoy pero considerable desnivel el que hemos tenido que salvar en una distancia corta. No obstante, en la primera mitad de la etapa, lo encaramos con alegría y no tanta en la segunda. Sigo caminando con Gumer, mi compañera desde que salimos de Puebla de Sanabria. Esta circunstancia ha hecho que la etapa, pese a su dificultad, haya sido más llevadera.


Si subir fue duro, bajar no lo fue menos. Pero a todo esto, vino a sumarse una dificultad que no estaba prevista. Charlando, charlando dejamos de estar atentos a las flechas y no nos percatamos que éstas nos invitaban a dejar la carretera comarcal por la que discurría nuestro andar, con lo que hicimos más kilómetros de los debidos. Me percaté al cabo de un rato de caminar por la carretera sin ver más indicaciones, ya sea en forma de flecha, de mojón o de hito que señalizan el camino. Se lo comenté a mi compañera y comentamos que hacía rato también que no pasaba ni un solo coche por aquella carretera. Nos miramos temiendo lo peor y al poco vimos que se acercaba un coche en la misma dirección que llevábamos nosotros. Se paro cuando  llegó a nuestra altura y, sin mediar palabra, sólo con el típico  gesto de cabeza que te dice que no, supimos que, efectivamente, nuestro temor se cumplía. Le preguntamos cuál era la mejor alternativa, si seguir hasta el siguiente pueblo para allí retomar la dirección correcta o si volver sobre nuestros pasos y retomar el camino donde debimos haberlo hecho. Nos dijo que continuar hasta el pueblo siguiente representaba hacer muchos más kilómetros que si volvíamos atrás. De todas maneras él se ofrecía a llevarnos en su coche hasta el pueblo donde tenía que hacer el reparto, ya que era el cartero de  la zona, pero insistió en su advertencia de la considerable distancia hasta A Gudiña, nuestro destino, desde allí. Le dimos  las gracias por  la información y por su ofrecimiento y, como no podía ser de otra manera, cambiamos el sentido de nuestros pasos. Cuando llegamos al lugar donde debimos haber dejado la carretera decidimos continuar en lugar de  volver al pueblo, que desde allí no estaba demasiado lejos, para comer. Como llevábamos algo de comida decidimos continuar, lo que nos ahorraría algún kilómetro. Era ya una hora avanzada y el sol calentaba de lo lindo. Buscamos una sombra para reponer fuerzas y dimos buena  cuenta de lo que teníamos para comer: algo de queso curado, de salchichón, de pan del día  anterior que sólo  comí yo pues a Gumer no le gustaba por estar algo blando y alguna pieza de fruta y chocolate. Fue suficiente para saciar el apetito. Decidimos,  también, hacer un descanso largo pues las horas más calurosas del día se cernían sobre nuestras  cabezas. Desplegué una manta térmica sobre el suelo y nos dispusimos a descansar con la esperanza de echar alguna cabezadita. No fue así, ya que se hacía difícil conciliar el sueño por el calor y la incomodidad de estar en el suelo, pero, al menos nos sirvió de  descanso y de algo tan beneficioso para nuestro organismo entero como es el reír a carcajadas. No importa cuál sea la causa de la risa pero lo importante era reír y afrontar las dificultades con buen humor. Nos  sirvió de excusa un vídeo que a Gumer le había enviado su hijo por Internet y que pudimos escuchar en su móvil.  Después de un buen descanso decidimos reemprender nuestra andadura. Compartimos subidas y bajadas, cruzamos un monte escaso en árboles pero abundante en grandes rocas de granito que jalonaban el camino con su redondez producida por la erosión medioambiental. Pronto el cansancio empezó a hacer mella en nosotros pero no había más remedio que seguir hacia delante.


Llegamos, por fin, a A Gudiña, un pueblo grande, capital de su comarca, donde nos esperaba el deseado albergue cuando eran las 7 de la tarde habiendo salido a las 7 de la mañana de Lubián. No hace falta explicar cómo llegamos. Con esos datos cualquiera se lo puede imaginar. Calculo que habremos hecho entre 28 y 30 kilómetros. Después de asearnos nos fuimos al bar O Peregrino a reponer fuerzas y a disfrutar de una fría cervecita. Nos lo merecíamos. Nos quedan algo menos de 200 kilómetros para llegar  a Santiago y estamos en Galicia.

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