Camino
Sanabrés: undécima etapa
27/07/2012
Lubián-A Gudiña: 25 km.
En principio, ésta no tenía que
ser una etapa que nos diese problemas pues sus 25 km de recorrido la hacía
asequible a mis piernas, claro está, sin contar con la dificultad añadida que
supone subir un puerto, el segundo que subo en el Camino, el puerto de La Canda.
Precioso sendero por el que hemos subido hoy pero considerable desnivel el que
hemos tenido que salvar en una distancia corta. No obstante, en la primera
mitad de la etapa, lo encaramos con alegría y no tanta en la segunda. Sigo
caminando con Gumer, mi compañera desde que salimos de Puebla de Sanabria. Esta
circunstancia ha hecho que la etapa, pese a su dificultad, haya sido más
llevadera.
Si subir fue duro, bajar no lo
fue menos. Pero a todo esto, vino a sumarse una dificultad que no estaba
prevista. Charlando, charlando dejamos de estar atentos a las flechas y no nos
percatamos que éstas nos invitaban a dejar la carretera comarcal por la que discurría
nuestro andar, con lo que hicimos más kilómetros de los debidos. Me percaté al
cabo de un rato de caminar por la carretera sin ver más indicaciones, ya sea en
forma de flecha, de mojón o de hito que señalizan el camino. Se lo comenté a mi
compañera y comentamos que hacía rato también que no pasaba ni un solo coche
por aquella carretera. Nos miramos temiendo lo peor y al poco vimos que se
acercaba un coche en la misma dirección que llevábamos nosotros. Se paro
cuando llegó a nuestra altura y, sin
mediar palabra, sólo con el típico gesto
de cabeza que te dice que no, supimos que, efectivamente, nuestro temor se
cumplía. Le preguntamos cuál era la mejor alternativa, si seguir hasta el
siguiente pueblo para allí retomar la dirección correcta o si volver sobre
nuestros pasos y retomar el camino donde debimos haberlo hecho. Nos dijo que
continuar hasta el pueblo siguiente representaba hacer muchos más kilómetros
que si volvíamos atrás. De todas maneras él se ofrecía a llevarnos en su coche
hasta el pueblo donde tenía que hacer el reparto, ya que era el cartero de la zona, pero insistió en su advertencia de
la considerable distancia hasta A Gudiña, nuestro destino, desde allí. Le
dimos las gracias por la información y por su ofrecimiento y, como
no podía ser de otra manera, cambiamos el sentido de nuestros pasos. Cuando
llegamos al lugar donde debimos haber dejado la carretera decidimos continuar
en lugar de volver al pueblo, que desde
allí no estaba demasiado lejos, para comer. Como llevábamos algo de comida
decidimos continuar, lo que nos ahorraría algún kilómetro. Era ya una hora
avanzada y el sol calentaba de lo lindo. Buscamos una sombra para reponer
fuerzas y dimos buena cuenta de lo que teníamos
para comer: algo de queso curado, de salchichón, de pan del día anterior que sólo comí yo pues a Gumer no le gustaba por estar
algo blando y alguna pieza de fruta y chocolate. Fue suficiente para saciar el
apetito. Decidimos, también, hacer un descanso
largo pues las horas más calurosas del día se cernían sobre nuestras cabezas. Desplegué una manta térmica sobre el
suelo y nos dispusimos a descansar con la esperanza de echar alguna cabezadita.
No fue así, ya que se hacía difícil conciliar el sueño por el calor y la
incomodidad de estar en el suelo, pero, al menos nos sirvió de descanso y de algo tan beneficioso para
nuestro organismo entero como es el reír a carcajadas. No importa cuál sea la
causa de la risa pero lo importante era reír y afrontar las dificultades con
buen humor. Nos sirvió de excusa un
vídeo que a Gumer le había enviado su hijo por Internet y que pudimos escuchar
en su móvil. Después de un buen descanso
decidimos reemprender nuestra andadura. Compartimos subidas y bajadas, cruzamos
un monte escaso en árboles pero abundante en grandes rocas de granito que
jalonaban el camino con su redondez producida por la erosión medioambiental.
Pronto el cansancio empezó a hacer mella en nosotros pero no había más remedio
que seguir hacia delante.
Llegamos, por fin, a A Gudiña, un
pueblo grande, capital de su comarca, donde nos esperaba el deseado albergue
cuando eran las 7 de la tarde habiendo salido a las 7 de la mañana de Lubián.
No hace falta explicar cómo llegamos. Con esos datos cualquiera se lo puede
imaginar. Calculo que habremos hecho entre 28 y 30 kilómetros. Después de
asearnos nos fuimos al bar O Peregrino a reponer fuerzas y a disfrutar de una fría
cervecita. Nos lo merecíamos. Nos quedan algo menos de 200 kilómetros para llegar a Santiago y estamos en Galicia.
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