Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

miércoles, 28 de julio de 2010

Camino del Norte: 6ª etapa

10/7/2010

Ando, desde ayer, por tierras del interior de Vizcaya. He salido de Zenarruza a las 7,30, otra vez solo. Juan quería pasar, antes de partir, por el templo del monasterio para asistir al rezo matinal de los frailes, que ya anoche pudimos oír y ver en su última plegaria cantada del día.  El camino, con sus 17 kms., lo he hecho, pues, prácticamente a solas. He vuelto a disfrutar del hecho de ir solo y caminar sin más compañía que la mía misma. De nuevo los paisajes bucólicos con sus montañas, bosques y prados. De nuevo los tramos asfixiantes por el sol implacable del mediodía alternando con los húmedos y frescos tramos que cruzan el interior del bosque, con sus arroyuelos incluidos. Más adelante, verdes valles salpicados de caseríos desperdigados, con sus huertas al lado, los manzanos para la sidra, los nogales que ofrecen sus frutos aún inmaduros al pie del camino, los prados donde pastan ovejas, vacas y caballos, siempre separados sus espacios de una u otra manera. De tanto en tanto, una ermita señala una jalón en el camino, como la de hoy, dedicada al apóstol Santiago o la más espectacular de ayer, dedicada a San Miguel. Digo espectacular por ponerle un adjetivo rimbombante ya que es la única que he visto en su género. Se trata de una ermita levantada en el siglo XVII encima de dos enormes rocas que aguantan a una tercera, de manera que entre las dos que soportan el peso queda un espacio donde se halla una estatua del arcángel. Lo cierto es que su visión causa impacto nada más entrar ya que las rocas son grandiosas. El lugar en sí es asombroso y siente uno sensación de pequeñez a la vez que se tiene la impresión de encontrarse en un lugar en el que flota algo de esotérico y mágico en el ambiente. Dice la leyenda que si un joven casadero quiere encontrar pareja debe de dar tres vueltas al círculo que conforma la ermita. Sin embargo, pese a que me gustó el lugar, lo dejé presto y encaminé mis pasos en busca del albergue, con la idea de volver con más calma y tiempo. Luego ya no pudo ser pues abandoné el pueblo camino de Zenarruza.
Retomando el hilo de la narración del camino del hoy, decir que llegué tan cansado y dolorido como siempre al albergue privado de Gernika, en torno a las 2,30. Acababan de llegar los polacos a los que hice alusión en la etapa anterior y que ocuparon las tres últimas plazas que quedaban libres. Me dirigieron a la oficina de Información donde me sellaron la credencial y recomendaron algunas pensiones y hoteles de la localidad. Finalmente, me dirigí a un hotel, por aquello de que un hotel tendría más comodidades que una pensión. Pero de eso, nada de nada. El hotel estaba lleno y sólo quedaban 2 habitaciones libres en el cuarto piso y sin ascensor, detalle importante el que remarcó el recepcionista, que hablaba con claro acento argentino, teniendo en cuenta que uno llega como llega al final de la etapa. En fin, me decidí por aceptar ya que no tenía ganas de continuar buscando, y tomé la habitación, si es que así se le puede llamar. Resultó ser un habitáculo, un cuchitril con tres camas que ocupaban casi todo el espacio y que dejaban poco margen de maniobra para moverse por el mismo.  Recientemente se habían hecho obras y se habían dejado los cables y enchufes a medio colocar, de modo que algunos interruptores no funcionaban. Al ir a ducharme, comprobé que el agua caliente apenas sube a esta planta y que el inodoro estaba fuera de la habitación y era compartido con los dos peregrinos italianos y una holandesa que ya conocía del camino y que poco después ocuparon la otra habitación libre. En fin, me consoló el hecho de que estaba sólo en la habitación y  no tenía que compartirla. Deduzco, finalmente, que estas habitaciones son ocupadas por incautos peregrinos como yo cuando se agotan las plazas del único albergue que hay en la ciudad, que nos cobran a precio de habitación de hotel cuando más bien podrían ser de un albergue privado de mala calidad. Eso sí, como deferencia a los clientes peregrinos nos han dado de cenar por el módico precio de 6 euros.
Vengo observando, sobre todo desde que llegué a Vizcaya, pero también en Guipúzcoa,  que la forma de hablar de los lugareños es contundente en cuanto al tono y al volumen. Tanto en las zonas rurales como en pueblos y ciudades el hablar de estas gentes es, se me antoja a mi,  estridente.  Y puestos a elucubrar puede ser un síntoma de la alta autoestima que tienen los moradores de estas tierras. O puede que sólo sea que son vascos. Y ya se sabe lo que se dice de los vascos.
En fin, mañana partiremos hacia Lezama, donde espero ver la final del mundial de futbol entre España y Holanda.

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