Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

lunes, 17 de agosto de 2009

Camino francés: décimo tercera etapa

17/7/06

Como decía ayer, 40 personas cenamos juntas, la misma comida, en buen espíritu comunitario. La conversación era multilingüe y, obviamente, pronto se establecieron parejas, tríos... para compartir la charla. Durante el segundo plato, unas consistentes y escalfadas lentejas con chorizo, mi joven compañera de mesa pensó que aquello era digno de fotografiar, cosa que hizo. Otros peregrinos hicieron lo propio. Poco después lanzó la idea de hacer un brindis por los hospitaleros, que yo recogí. Con voz potente -el alboroto era considerable- propuse un brindis por los hospitaleros, que todo el mundo secundó de buena gana pues, en verdad, el espíritu de albergue es ciertamente diferente y ese espíritu se lo dan los hospitaleros que se desviven por los peregrinos, cosa que todo el mundo agradece. Poco antes de la cena, algunos se reunieron en el coro de la iglesia adyacente e hicieron una oración, aunque no al estilo católico o tradicional. Consistió en una lectura colectiva de un versículo de la biblia y en la expresión pública, por quien se ofreció a hacerlo, de una idea, un deseo, una plegaria, una súplica... en relación al camino, que es lo que nos une a todos. Me hubiese gustado participar, pero entendí mal la hora y no pudo ser. Después de tomar el fresco en el jardincillo que hay en la puerta del albergue, me fui a dormir a las diez, cosa que todo el mundo hizo sin que nadie tuviera que pedirlo. Es la antítesis del albergue de Ventosa, donde por mor del bien común, el hospitalero era muy estricto con las normas de funcionamiento. La noche podía haber sido larga y buena de dormir si no llega a ser por un turigrino que dormía a mi lado y que, primero, cogió su colchoneta y se la llevó abajo, al salón comedor, para dormir junto a la ventana ya que hacía cierto bochorno o, puede que para no oír mis ronquidos y los de otros peregrinos, y, más tarde, a las cuatro de la madrugada, se dispuso a prepararse para salir temprano, suponía yo, encendiendo la luz, que molestaba en el nivel donde dormíamos, que está abierto al comedor. Y digo suponía, ya que, al contrario de lo que pensaba, a la hora del desayuno, que los hospitaleros prepararon, el señor estaba allí en primera fila, con una caradura pasmosa. Bajando, desde la escalera que lleva al comedor, lo vi. No pude por menos que echarle una mirada de reprobación, que el captó inmediatamente, de las que asustan a cualquiera. Me acerqué al mostrador de la cocina a pedir un café con leche y cuando volví la cara para sentarme, el susodicho había desaparecido. No lo he vuelto a ver más. Tras el desayuno me despedí de los tres hospitaleros y agradecí su trato y deferencia para con nosotros. Me despedí de las dos maestras a las que aludía antes, recogí mi mochila y partí a las 5,50 para iniciar mi camino. En un momento dado quise cerciorarme de que iba por buen camino y me detuve un momento. En esto llegó una de las dos maestras, la de Cádiz, de la que hacía unos minutos me había despedido. Continuamos juntos el resto de la etapa, hasta Belorado, primer pueblo de la provincia de Burgos. Algo menos de 16 Km. a un ritmo suficientemente lento como para no notar nada de dolor en mi, ayer, maltrecha pierna. Con esto, el cuerpo, al que hay que saber escuchar, me estaba diciendo cual es el ritmo y el kilometraje que debo de seguir en los próximos días. Así lo haré. De manera que ya tengo compañera de camino al menos hasta Burgos, pues la maestra gaditana, que se llama Cris, de Cristobalina, también tiene problemas con su rodilla. Así es el camino, tanto te une como te separa, además de una auténtica aventura cada día: sabes dónde, cómo y con quién empiezas pero no dónde, cómo y con quién acabas.
El albergue donde estoy es agradable y fresco, lo cual se agradece, pues estamos pasando unos buenos días de calor. Aunque es privado no se obliga a nadie a pagar, sólo un donativo, a criterio del peregrino, por los servicios prestados, incluido el desayuno.
Cris, la maestra gaditana, se ha reencontrado aquí con Rodrigo, un joven brasileño, de agradable carácter, que logra arrancar nuestras sonrisas cada vez que abre la boca para decir algo. También tiene problemas en su tobillo, con lo que ya tenemos otro compañero para las próximas etapas. La de mañana será de sólo 12 Km. hasta pie de los Montes de Oca que se hacen duros si los coges al mediodía, con el calor. Por eso descansaremos en Villafranca de Montes de Oca y emprenderemos la subida con la fresca del amanecer.

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