14/07/2014
3ª etapa: San Juan de Villapañada-Salas. 20 km
Dejé el albergue a las 7 de la mañana y he llegado a Salas poco después de las 13,00. De entrada, casi 3 km de subida hasta el alto del Fresno, donde se halla el santuario del mismo nombre desde el cual se tiene unas excelentes vistas de la vega de Grado y de la propia villa, vistas que se han visto afeadas en los últimos años por la construcción de la autovía.
Dura subida pero llevadera, por estar al principio de la etapa, cogiéndole al caminante con las energías renovadas por el descanso nocturno y con el frescor de la mañana. Una vez arriba, comprueba uno, como tantas veces veces pasa en la montaña, que es peor la bajada que la subida. Así ha sido hoy y aún así se ha visto dificultado por la gravilla que cubre el camino, echada, eso sí con la mejor intención pues en días de lluvia este debe de ser un barrizal. Había que extremar, pues, las precauciones, ya que fácilmente se puede tener un resbalón que podría complicar la continuidad del peregrino. No fue así, afortunadamente. Sin embargo, la rodilla izquierda, ya resentida ayer, ha acabado, con insistencia, haciendo un símil deportivo, pidiendo el final del partido, esto es de la etapa. Pero me quedaba aún la mitad de la etapa por recorrer, así que no tuve más remedio que aflojar el ritmo y continuar. Por suerte, la otra mitad que me restaba era "llana" -entrecomillo porque aquí los llanos no existen. Llano, pues, en este camino, significa poco ondulado, o sea, subidas y bajadas suaves, soportables.
Aún así, he llegado además de cansado por los 20 km recorridos, fastidiado en la rodilla izquierda. En las bajadas, las rodillas sufren más que cualquier otra parte de las piernas pues han de realizar la función de amortiguación y freno. Espero que una pomada y un comprimido anti-inflamatorio me ayuden a afrontar lo que se avecina mañana: la misma distancia, 20 km, pero con un perfil que, al menos sobre el papel, se ve mucho más temible que el de hoy. En fin, uno se consuela diciéndose la suerte que tiene de que se haya abierto un albergue a mitad de etapa, en La Espina, y si fuese necesario pararía allí para dividir la etapa y hacerla más aguantable.
Por lo demás, he vuelto a coincidir con Guillermo y Cristina, los hermanos vallisoletanos, acompañados de los cuales he podido degustar una opípara comida consistente en 6 contundentes y ricos platos más postre y bebida. El orden en que se han servido los platos ha sido el siguiente: sopa de pescado (con sabor a pescado de verdad), fabada, pote asturiano, patatas rellenas, espaguetis y bonito guisado con patatas fritas. Todo esto se servía en una fuente grande, con cantidad más que de sobra para tres comensales, y uno se iba sirviendo lo que deseaba. Había peligro pues de empezar fuerte con los primeros platos y acabar degustando pequeñas porciones de los demás por lo que teníamos que regular nuestras ansias de repetir de alguno de ellos si es que queríamos probarlos todos.De postre, una riquísima tarta casera de queso con arándanos. Todo nos costó a cada uno 10 euros. Salí del pequeño restaurante con la seguridad de que me ahorraría la cena de hoy. El lugar se llama Casa Pachón y conviene recordarlo por si vuelve uno a pasar por aquí.
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