Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

domingo, 1 de agosto de 2010

Camino del Norte: 9ª etapa

13/7/2010

Salí de Bilbao a las 6,45 habiendo tomado tan sólo un cortado y 4 galletas. Pensaba llegar hasta Portugalete y no pensé en la posibilidad de pasar gana ya que la ruta de hoy era muy urbana con lo que sería fácil hacer un alto en el camino y reponer fuerzas en cualquier bar. Eso fue lo que hice a la entrada de Baracaldo. Paré en un bar y me tomé un chorizo a la sidra que me supo a gloria acompañado de pan y una caña de cerveza, por aquello de no olvidar de rezarle cada día a San Miguel o a Santa Clara, a quien le tocará seguramente mañana.
Me ha acompañado hasta Portugalete una jovencita de Sant Boi de Llobregat  (Barcelona) de tan sólo 18 años que ha empezado sus andaduras en Bilbao. Me ha contado que el año pasado hizo este mismo camino pero en bicicleta acompañada de una amiga. Este año viaja sola. Dice que no tiene miedo, lo que me parece insólito por su corta edad. Se la ve madura en según que cosas pero aniñada en otras. Propio de la edad que tiene.
Al llegar a Portugalete -17 km. de distancia- eran las 11,30. Teniendo en cuenta que el albergue no abría hasta las 3, tomo la decisión de continuar andando hasta Pobeña, el próximo pueblo con albergue, que se encuentra en un privilegiado lugar junto a una bonita playa. Total, ¡son 13 km. más! Eso sí, llanos, pero con mucho asfalto. En realidad se trata de un carril para bicis y peatones, sin tráfico de coches. Podría parecer un paseo pero la verdad es que he llegado cansadísimo al albergue sobre las 15,30, comprobando que había ya muchos peregrinos esperando en la puerta y temiendo haberme quedado sin plaza. Entre otros peregrinos, me encuentro a Ana, la chiquita de Sant Boi que me acompañó esta mañana y a tres maestras que llegaron anoche tarde al albergue procedentes de  Barcelona. Una trabajó unos cuantos años en Sabadell y actualmente se encuentra en Biescas (Huesca) y las otras dos aún continúan trabajando en Sabadell. Pues bien, hasta las 16,00 horas no han abierto el albergue y la entrada al mismo ha sido algo confusa pues había más personas que plazas tiene el albergue. Lo primero que ha hecho el hospitalero es poner las cosas en claro a todos los peregrinos (al menos la mitad eran extranjeros)  solicitando la intervención de alguien que supiera inglés y pudiera traducir sus explicaciones. Enseguida se ofreció un chico que pertenece a un grupo de jóvenes que se ven muy majos. El hospitalero dijo que tenían preferencia los que venían de más lejos (Bilbao o Lezama) sobre los que llegan de Portugalete y los que vienen a pie sobre los que hacen el camino en bici. Dicho esto, entramos todos más o menos respetando el orden de llegada, tomamos posesión de una cama dejando en ella nuestras cosas. Ana, que había llegado antes que yo, paga la novatada y al retrasarse un poco en entrar se ha quedado sin sitio. Yo le digo que no se preocupe que en todo caso yo le cedería mi sitio ya que no me parecería justo si ella estaba antes en la espera. Sin embargo, me dirijo al hospitalero y le comento que hay peregrinos que no vienen de Bilbao ni de Lezama sino de Portugalete y que no es de justicia que alguien que viene de más lejos se quede sin sitio por ello. Vuelve a entrar el hospitalero en el dormitorio y vuelve a pedir que traduzcan sus palabras. Insiste en lo mismo, en el orden de preferencia  y de llegada. Se hizo el silencio y nadie dio ningún paso.  Entonces el que parecía ser el portavoz  del grupo juvenil confesó que ellos eran los que habían de ceder su sitio ya que hicieron un tramo, hasta Portugalete, en tren desde Bilbao. Enseguida cogieron sus cosas y abandonaron el dormitorio. El hospitalero les dijo que podían alojarse en la cocina-comedor con sus esterillas para dormir por la noche y que, en todo caso, nadie que llegase al albergue se iba  quedar sin sitio para pernoctar ya que podrían optar por dormir en el pórtico cubierto de una iglesia cercana, como se hacía antiguamente. Me ha parecido muy honrada la decisión de los jóvenes de abandonar las camas que habían tomado en principio ya que pudiendo haberse callado no lo han hecho y, probablemente, nadie hubiese sospechado que ellos se había ahorrado 17 km. en tren. Con la observación que le hice al hospitalero, yo me referían más bien a otros peregrinos de los que tenía la sospecha que no habían hecho todo el trayecto a pie. Pero, en fin, no hizo falta desenmascararlos. Una vez más, la honradez de unos se impuso sobre la desfachatez de otros. Más tarde me dirigí a uno de ellos, al que yo llamo su portavoz, y le felicité por su actitud y honradez. Me contestó que además, al ser jóvenes, eran los candidatos perfectos a dormir en el suelo, sobre una esterilla. De nuevo le agradecí su gesto, que les honra.
Ya he hecho referencia que estoy junto a una playa preciosa con una pequeña ría que se cruza por un puente de madera al llegar y que por momentos me han venido muchas ganas de darme un baño, pues el lugar invita a ello. Sin embargo, no lo he hecho porque he preferido hacer otras cosas. De momento, tomé algo para matar el gusanillo después de haberme duchado y más tarde me puse a escribir estas letras que ahora me ocupan. A las 8 me fui a un bar cercano donde ofrecen menú al peregrino y aunque no abrían sino a aquella hora, cuando llegué, 5 minutos antes, ya había otros peregrinos esperando. Fue la única comida decente que hice en todo el día.

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