14-7-2009
Izco, Navarra, 7 de la mañana. Partimos hacia Monreal los cinco que compartimos andanzas en los últimos días. Son sólo 9 kilómetros. He tenido que restringir la distancia a recorrer en el día de hoy ya que la pierna derecha no ha evolucionado bien desde la caída y golpe en el muslo en la etapa de ayer. Son contingencias del camino que, una vez más, impone su ley al peregrino. Durante el camino, nos salió al encuentro un enorme cachorro de pastor inglés. Sólo tiene 7 meses y es muy juguetón, nos dice su ama cuando se percata de que va directo hacia nosotros con la única intención de jugar. De entrada, lo que vemos es un inmenso perro que se abalanza hacia nosotros. Las chicas iban delante y ellas son las que reciben el mayor susto. El perro, puesto de pie sobre sus patas traseras, es más alto que nosotros y podría derribarnos fácilmente. Su ama se las ve y se las desea para sujetarlo.
Al llegar a Monreal lo primero que hemos hecho es llegarnos a la farmacia a comprar alguna crema o gel para el dolor. Lo compartiré con Oihane i Jone que también andan algo doloridas. Las chicas han decidido hacer la misma etapa que yo. Hoy, está claro, me acompañan ellas. Después de la farmacia, hemos ido al albergue. Era muy temprano y aún estaba la mujer de la limpieza haciendo su labor, no siempre valorada y tenida en cuenta por los peregrinos. Nos ha informado qué habíamos de hacer para alojarnos. El albergue se queda abierto. Podíamos alojarnos e ir después al centro parroquial a comunicarlo a la mujer que lleva el bar, que tiene el sello y toma nota de los peregrinos albergados.
Para comer, nos hicimos una típica ensalada de verano a la cual añadimos el contenido de algunas latas de conserva: mejillones, almejas, pulpo y queso. Nos supo a gloria, la verdad sea dicha. A media tarde fuimos a tomar una clara. Nos acompañó Manuel, un peregrino sevillano que hemos conocido en el albergue. Es todo un personaje, este Manuel. Estaba en la escalinata que lleva al albergue liando un cigarrillo. Las chicas se sentaron a hablar con él. La conversación no se hizo esperar ya que Manuel es un charlatán de primera y no tiene problemas para hablar con quien sea. En seguida empezó a alardear de lo que fuma, que según él, no era demasiado: sólo 40 cigarrillos al día y algún que otro porro. Por no hablar de lo que bebe: 4 o 5 cervezas y otros tantos cubatas de ron a lo largo del día y a bien que pudimos comprobarlo ya que pasó buena parte de la tarde con nosotros y a la hora de cenar él nos acompañó, no a comer, sino a beber. Se sentó en la barra y allí pasó todo el rato liando cigarrillos y tomando cubatas. También aprovechaba para escribir su diario. Él no cena, dice. Hace una buena comida al mediodía y con lo que bebe le basta. Le acompaña una peregrina francesa a la que conoció, casualidades de la vida, en una anterior peregrinación a Santiago, en Finesterre. La mujer no habla nada de castellano y él no habla nada de francés y cuando le preguntamos cómo se entendían nos dijo que él decía “oui” a todo lo que ella decía y que con eso y las señas pues que era suficiente. Por lo demás, él ha pagado las bebidas y nos ha contado infinidad de anécdotas de sus cuatro anteriores peregrinaciones.
En el albergue había una nota dejada por algún peregrino en el panel de información en el que se aconsejaba a los que allí se albergasen que fueran a comer al bar del centro parroquial, que no se arrepentirían. Si bien había poco donde elegir la cantidad era más que suficiente para los que allí comíamos. Sobró comida, vaya. Ensaladilla rusa, de la que viene preparada y congelada, y lo que la mujer que atiende llama escalopes, aunque en realidad son San Jacobos, de jamón y queso, rebozados y fritos y acompañados de patatas fritas. Eso y el postre por 9 euros. Auténtico menú del peregrino. Prácticamente era las diez cuando terminamos y nos fuimos a dormir acto seguido.
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