Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

martes, 4 de agosto de 2009

Camino aragonés: séptima etapa

12/7/2009

La etapa de hoy cubre sólo 10 kilómetros. Claro está, porque así lo hemos decidido nosotros. La intención era la de pasar un día de asueto en Sangüesa, el mayor pueblo de este camino aragonés después de Jaca. Nos habíamos propuesto llegar pronto al pueblo y allí tomar un taxi hasta el monasterio de Leyre, el cual quería visitar por recomendación de Ana González, pamplonesa ella y antigua compañera de andanzas en el camino francés en el 2007. Sin embargo, esta idea pronto se frustró ya que en Sangüesa, primer pueblo navarrés de este camino, sólo hay dos taxis y nos informaron que uno estaba de vacaciones y el otro tenía a su conductor ingresado en el hospital. Abandonamos la idea y la sustituimos por otra: pasar un rato en la piscina de la localidad aunque antes decidimos intentar comprar provisiones. Nos informaron de un supermercado en la carretera, a la salida del pueblo, que era posible que estuviese abierto. Hacia allí nos dirigimos y cuando llegamos comprobamos que estaba cerrado. A la vuelta, a Jone se le ocurrió preguntar en un hostal cómo encontrar a alguien que la llevase al albergue que habíamos dejado por la mañana ya que se había olvidado el móvil. El amo del hostal resultó ser el que se pasó por la mañana por el albergue, cuando llegamos, para ver cómo iba todo, pues ellos son los encargados del mismo, y se ofreció a llevarla él con su furgoneta, aclarando que tiene autorización para llevar y traer clientes y que la llevaría por el módico precio de 10 euros. Así que Jone, y Maite que decidió acompañarla, marcharon hacia Urdués mientras que los tres restantes, Mariola, Oihane y yo, nos fuimos a la piscina. Mi intención era la de estar en la terraza del bar, si la había, pues no tenía bañador mientras que ellas tenían la intención de darse un refrescante baño. Nos cobraban 5,5 euros por la entrada y yo decidí que no los pagaba, así que me quedaría en las inmediaciones de la piscina, donde había suficiente sombra, y me puse a escribir las notas para el diario, que llevaba algo retrasado. Enseguida llegaron Jone y Maite, que entraron también en la piscina. Yo, por mi parte, y como quiera que ya era tarde y comenzaba a tener ganas de comer, me fui hacia el bar donde paramos por la mañana a desayunar, una vez habíamos llegado al pueblo. Resultó estar cerrado y me dirigí hacia el albergue pues allí tenía algo para distraer la gana hasta que volvieran los demás. No tardaron en llegar y nos dispusimos a buscar un sitio donde comer. Preguntamos a alguien del pueblo y nos dirigieron hacia un sitio donde se comía bien y barato, un pequeño restaurante servido por una mujer que resultó ser catalana. Comimos muy bien y nos dispusimos a hacer la siesta en el albergue. Pero hacía demasiado calor para conciliar el sueño y a las 6 propuse que nos fuésemos a buscar alguna terraza de bar donde poder tomar algo a la fresca. Partimos todos menos Jone que dijo que luego nos alcanzaría. Se quedó con las credenciales de todos a esperar que llegara el encargado con el sello y así poder sellarlas.

Cuando por fin encontramos una calle sombreada, donde había mesas y sillas ubicadas fuera, nos sentamos y pedimos unas refrescantes claras. No suelo tomar esta combinación de cerveza y limonada durante el resto de año pero en el camino es casi obligatorio hacerlo cada día, aunque se puede sustituir por una cerveza. A eso le llamo yo rezar a Santa Clara o a San Miguel y las propias chicas que me acompañan comienzan a utilizar este argot que un peregrino del camino francés me enseñó en el 2007. Al poco de estar allí, llegó Jone con doble compañía, por un lado los dos barceloneses que ya eran viejos conocidos nuestros y, por otro, un peregrino madrileño llamado Nacho al que no conocíamos pero del cual me era muy familiar su cara me. Por lo que respecta a los peregrinos barceloneses, uno de ellos llevaba la pierna vendada a la altura de la rodilla. Había ido al médico y le dijo que tenía que abandonar el camino, pues su rodilla no estaba en condiciones de seguirlo, por lo que al día siguiente retornarían a Barcelona. Se sentaron con nosotros y se entabló una conversación sobre las respectivas profesiones de cada uno. Una masajista, dos profesoras de ikastola, una maestra y un maestro de primaria, éstos éramos nosotros, y les tocaba decir la suya a nuestros nuevos compañeros. El madrileño se escapó hábilmente de decir a qué se dedicaba y los barceloneses explicaron que eran actores de doblaje de TV y que doblaban series famosas como ahora CSI Las Vegas. Todos nos quedamos sorprendidos aunque, pensándolo bien, a posteriori, no nos extrañó que así fuera pues convinimos todos en que tenían unas voces y una dicción perfectas para tal profesión. Finalmente, nos despedimos de ellos y partimos hacia el albergue, al día siguiente queríamos madrugar y era cuestión de ir a dormir temprano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquí puedes dejar tu comentario, si te place.