Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

martes, 28 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: decimonovena etapa

04/08/2012

Outeiro-Santiago de Compostela: 18 km.

Realmente, la etapa que venía a continuación de la de ayer, que acabó en Castro Dozon, era la que va desde esta población hasta Silleda de 27,5 km. Posteriormente, desde Silleda, se hace la penúltima etapa hasta Outeiro, con 21 km. Pues bien, como ya he explicado en anteriores jornadas, estas dos me las he saltado ya que se me acababa el tiempo y no llegaba a Santiago en el día de hoy como me propuse unas cuantas etapas atrás. Las dos etapas que hice de más, comenzando mi camino en Zamora en lugar de Granja de Moreruela, son las responsables de que haya tomado esta decisión. También ha influido, claro está, el hecho de que en Santiago me esperaba mi amiga Dori y quería pasar el fin de semana con ella.


De manera que  he hecho los 18 km que separan Outeiro de Santiago sólo, aunque compañía no me hubiese faltado si así lo hubiese querido. Sin embargo, quería que éste fuese el primer año que llego sólo a Compostela. Hasta ahora no había experimentado esta sensación en los anteriores 5 caminos. Siempre llegué acompañado a la ciudad de las estrellas y puedo afirmar que es mucho más emocionante así, o, al menos, lo ha sido para mí, en los anteriores años. Aún así, no me arrepiento,  porque la llegada en compañía ya la  conocía, no así la llegada en soledad y tengo que decir que también tiene su qué.


A la salida del albergue el camino se adentra en un tupido bosque que, a la hora tan temprana en que salí, oscurece aún más la escasa luz del alba. Iba pensando yo en que una joven peregrina que conocí en etapas anteriores salió media hora antes que yo, cuando aún era plena noche, y en la valentía de ésta en ir sola a esas horas tan intempestivas, cuando  diviso con dificultad, al fondo del camino, la silueta borrosa de alguien que parece estar parado en medio del camino. Antes de que pudiera plantearme alguna pregunta, empezaron a aparecer otras figuras en medio de la oscuridad del camino y enseguida comprendí que eran peregrinos que quizás venían del pueblo anterior, Ponte Ulla, y había pasado delante del albergue sin que yo me percatara de ello. Cuando llegué a su altura, comprobé que era un grupo de jóvenes adolescentes, chicos y chicas, que iban acompañados de sus monitores. Deduje que debían ser boys scouts por la vestimenta común que utilizaban, como el pañuelo al cuello. Los saludé y continué mi camino. Al poco, me alcanzaron ellos a mi, al menos un grupo de 5 o 6. Dos de ellos, dos chicas muy majas de unos 16 años, se quedaron algo rezagadas y caminaron un rato al mismo ritmo que yo. Aproveché entonces para preguntarles si eran de Mallorca. Se quedaron extrañadas de que hubiese adivinado su procedencia y enseguida me preguntaron cómo lo había sabido. Jugando un poco con su inocencia, les dije que lo había deducido por la forma de andar tan característica que tenían. Ahora ya estaban perplejas y  no entendían nada. Ellas creían que lo había sabido porque las había escuchado hablar en catalán y yo les dije que también me había ayudado pero que lo más importante, siguiendo la broma, era su forma de caminar. No daban crédito a lo que oían y se preguntaban cómo era posible. Finalmente, les comenté que había oído hablar de ellos, los mallorquines, a otros peregrinos, en el albergue, y que esta era la razón de mi conocimiento acerca de ellos. Comprendieron enseguida lo ingenuas que habían sido y se rieron sanamente de sí mismas. A partir de ahí, andamos un tramo de camino juntos. Me preguntaron si yo era peregrino y les dije que sí, que lo era. Me dijeron entonces que ellas no lo eran, que eran boys scouts que estaban de convivencias, que el año pasado estuvieron en el Pirineo y que este año los monitores propusieron hacer una semana del Camino. A ellos, en principio, no les gustó la idea porque pensaban que sería muy aburrido pero, a la que estuvieron inmersos en el Camino, lo han encontrado fantástico y les está gustando mucho. Seguimos así hablando de esto y de lo otro hasta que llegamos a la entrada de un pueblo donde ellos decidieron parar a que llegasen el resto del grupo con los monitores. Yo seguí mi camino.


Finalmente, decir que me he acordado durante todos estos días de todos los peregrinos que me han acompañado durante los cinco años de peregrinación anteriores. Un recuerdo  grato y un abrazo para todos mis compañeros de andanzas: Ana, de Pamplona; Jone y Oiane, de Bilbao; Mariola, de Zaragoza; las chicas de la Alcarria, Susana y Marta, con sus rutinas, y los compañeros, muy recordados, del pasado año: Oliva y Susana, de Madrid, Josefina, de León; Don Alvaro, señor de Getafe y su vasallo, Sergio. ¡Qué buenísimos ratos pasados con todos ellos! ¡Qué buenos recuerdos, Dios!


Siempre he salido sólo y siempre he llegado acompañado, salvo en el presente camino. Este año tenía que ser distinto y así ha sido en muchos aspectos. He llegado sólo a Santiago, así lo he querido yo, así lo ha querido el Camino. El  Camino decide y uno acepta, como no puede ser de otra manera, también en el camino de la vida. Todo lo demás es inútil y únicamente produce sufrimiento. Siempre aceptando lo que es. Nunca rechazando la realidad que se impone, porque, al final, lo que sucede es lo mejor que podía haber sucedido. No importa que no esté acorde con las expectativas que uno tiene. Además, he sentido algo que no encuentro palabras para describir, pero que podría  decirse que ha consistido en la alegría de caminar sólo, de estar bien, muy bien conmigo mismo, caminando en mis horas preferidas del día, al amanecer, sintiendo el frescor de la mañana y girando la cabeza atrás para no perderme la visión de los primeros rayos de sol  alumbrando el Camino. Ha sido fantástico y no lo había sentido nunca antes. He sentido y comprendido que la mejor compañía es uno mismo y eso es nuevo para mí.


Es el final de un Camino y el comienzo de otro, pues en mi mente y en mi corazón ya he decidido que quiero volver el año que viene, esta vez a hacer un tramo del Camino Portugués. Pero esa es otra historia que justo ahora acabo de vislumbrar para un futuro no muy lejano y como todo lo que se refiere al futuro hay que ponerlo entre comillas y  esperar a que llegue su momento. Mientras tanto… ¡que más se puede esperar que vivir el presente!

lunes, 27 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: decimooctava etapa

03/08/2012

Cea-Castro Dozon: 15 km.

Dejé la villa de los 18 hornos de pan camino de Castro Dozon. Hoy era el día escogido para tomar un autobús que me acercara a Santiago antes de realizar la última etapa de este Camino Sanabrés. Ni la distancia ni el perfil de la etapa han supuesto ningún problema para este peregrino. Hoy ha habido de todo un poco: carretera, camino de tierra, pequeñas subidas y bajadas; he cruzado ríos, riachuelos y arroyos, como cada día desde que entramos en Galicia, la bien llamada tierra de los mil ríos.


En el Camino de este año he atravesado montes sin vegetación y otros recientemente quemados; bosques y bosquecillos de cuentos de hada, pastizales, pueblos y aldeas, algunas casi abandonadas a su suerte, en las que viven escasísimos habitantes, gente mayor que se resiste a abandonar su patria chica. He transitado por pequeños y grandes valles; he subido y bajado puertos de montaña que sobrepasan los 1000 mt de altura y otros de no tanta alzada pero con cuestas de aúpa. He saludado y me han correspondido decenas de lugareños, parándome en ocasiones a charlar con ellos. He sabido de la generosidad y de la amabilidad de las gentes gallegas, allá por donde pasa el camino, para con los peregrinos. He comido, unas veces mejor que otras, pero siempre en cantidad más que suficiente, los llamados menús del peregrino a cambio de un módico precio. He caminado sólo y acompañado. Y, sobre todo, he vuelto a saborear el buen gusto que deja el caminar sin más compañía que la de uno mismo entre paisajes de ensueño que he intentado retratar con mi cámara. En fin, he conocido gente especial, en tanto que diferente al peregrino típico que se puede encontrar uno por los numerosos caminos que llevan a Santiago. He conocido también gente corriente que en un momento dado pueden sorprendente agradablemente. He conocido, conversado y caminado con Gumer, una peregrina manchega, que algo de sí misma habrá encontrado en el camino. He compartido con ella salidas y entradas, andaduras, penas –las propias del camino- y alegrías.


Al llegar a Castro Dozon y después de reponer fuerzas esperé el autobús que me había de llevar a Outeiro, último albergue antes de entrar en Santiago. Sabía que el albergue estaba algo retirado de la carretera donde me dejó el autobús que hace el trayecto Ourense-Santiago. Pregunté a una mujer de mediana edad que salía de un restaurante, si conocía el paradero del albergue y me dijo que sí pero que tenía que haberme parado algo antes en la carretera pues distaba unos 4 km de allí. Visto el apuro de mi situación la mujer se ofreció a llevarme hasta el albergue. Me dijo que era la primera vez que  hacía algo semejante, que no pensaba decírselo a nadie y que esperaba que no la atracase en el trayecto. Le sonreí amigablemente con la intención de despejar cualquier duda que pudiera tener sobre mí y que me condujera con tranquilidad hasta mi destino. Procuré hablar con ella durante el corto trayecto para que desapareciera en ella cualquier asomo de inquietud por una situación a la cual, ella misma, había dicho que no estaba acostumbrada. Llegamos al albergue y le agradecí varias veces su amabilidad y su generosidad para conmigo. Allí estaba el albergue, en medio del campo, a pie de camino y cerca de un bosque. Dadas estas circunstancias, la hospitalera ofrece comidas que ella misma prepara por un módico precio. Ensaladas, bocadillos… Se agradece cualquier cosa puesto que no hay nada cerca para reponer fuerzas. Probablemente sea este uno de los mejores, si no el mejor, de los albergues en los que he estado en este Camino Sanabrés en cuanto a instalaciones  se refiere.


sábado, 25 de agosto de 2012

Camino Sanabrés: decimoséptima etapa

02/08/2012

Ourense-Cea: 22 km.

Hoy hemos empezado a caminar por separado Gumersiña y yo. No es que  nos hayamos enfadado, no. Simplemente ambos necesitábamos caminar solos estos días que faltan para llegar a Compostela. Ella me lo planteó ayer durante la comida que hicimos juntos en un restaurante. Anduvo pensativa y cabizbaja toda la mañana y yo me preguntaba que podría pasarle. Finalmente, sacó el tema mientras comíamos, como he dicho y me dijo que había venido al Camino sola, con sus miedos en la mochila y que cuando yo aparecí se quedó  más tranquila puesto que iba acompañada. Sin embargo, cree que debe enfrentarse ella sola a sus miedos y de aquí que haya estado toda la mañana dándole vueltas al asunto. En fin, yo no podía sino comprenderla y estuve de acuerdo con ella en que debía caminar a solas. Además, a mi me vino estupendamente también ya que sentía que este año tenía que hacer más Camino sólo. Así que aclaradas las cosas, cada uno ha salido a horas diferentes, Gumer antes que yo, y ha hecho el camino que ha creído conveniente. No obstante, nos hemos encontrado en el mismo albergue.


La salida de Ourense ha sido muy pesada. Dos factores han procurado que así sea. Primero, el camino sale de esta ciudad paralelo a una de sus carreteras de salida importantes, con mucho tráfico de entrada y de salida, tras cruzar el río Miño por el puente romano. Al llegar al primer pueblo, se deja la carretera nacional y se camina por una carretera local. La carretera empieza a subir para después bajar y pasar debajo de un alto viaducto de la autovía. Entonces se empieza a ver lo que uno no quisiera creer que fuese el camino. Desde lejos,  y tras pasar también bajo un puente del ferrocarril, se ve como la carretera se empina de lo lindo. Ya había oído hablar de esta cuesta a la salida de Ourense pero siempre piensa uno que los demás son exagerados al contar las cosas. Mas no, no exageraron nada los que comentaron cómo era esta cuesta. Ha sido la cuesta por carretera más larga y empinada que he hecho nunca y, además, con mucho tráfico de gente de los pueblos cercanos que van a trabajar a la capital. Horrorosa cuesta, sí señor. Interminable y durísima. La afronté con mucha calma pues no quería quemarme antes de tiempo. Tuve mucho tiempo de pensar en el peso de mi mochila que sospecho que no es el que yo pensaba al salir de casa. Cuando llegue a Santiago lo voy a comprobar, antes no, pues no quiero que influya negativamente en mí. Es cierto que salí con algo menos de peso que en anteriores caminos pero finalmente me parece a mí que la cosa debe estar por un estilo. En fin, llevo 6 años saliendo al Camino y aún no consigo llevar una mochila por debajo de los 10 kilos de peso. Hay que tener en cuenta que cargo con algo de comida, frutos secos y un litro y medio de agua y todos esos gramos de más no pueden obviarse ya que son necesarios para el día a día. O sea, que para un próximo año habrá que aminorar el peso de los enseres que lleva uno y que o no se utilizan o se utilizan muy poco. La verdad es que me está costando mucho descartar aquellas cosas que no son imprescindibles y, quizás, también, habrá que echar algo menos de ropa. En fin, esa será la primera tarea cuando me ponga a preparar el nuevo camino del año que viene. De momento, he subido con mi mochila, y su excesivo peso, esta cuesta que se me ha antojado inacabable, aunque, finalmente, claro está, se acaba, así como también los peores momentos de la vida. Una vez acabado el martirio en esta pronunciada pendiente de más de 2 km de longitud, la andadura se hace más accesible, con pequeñas bajadas y subidas que se suceden unos a otras.


A mediodía, el peregrino decide hacer una paradiña para tomar una cerveza y unos trocitos de queso del país que le saben a gloria bendita. Continúa la marcha este peregrino con la esperanza de que ya quede poco para llegar, mas pronto comprueba que son aún 5 los km del camino que han de hollar sus pies. Y esos pocos km, objetivamente hablando, se le hacen eternos al peregrino por obra y gracia del cansancio acumulado en la dichosa cuesta.

Finalmente,  llego a Cea, donde se ubica el albergue donde hoy descanso. Este pueblo, de no más de 2000 habitantes, tiene 18 hornos de pan y es que tiene fama de tener uno de los mejores panes de Galicia. El mejor, dirán sus habitantes. Obviamente, gran  parte del pan que en él se produce, se vende fuera del pueblo. Esta fama le viene a Cea de siglos atrás, cuando ya proveía de pan a los pueblos de la comarca.



 Por primera vez desde que salí de Zamora vamos casi a llenar el albergue pues somos muchos los peregrinos que aquí nos hemos juntado. Cuando son las 8,30 de la tarde llega un grupo de adolescentes de ambos sexos, italianos ellos, acompañados por 4 adultos, que, me temo, pondrán un poco el albergue patas arriba. Llegan empapados de sudor y haciendo gestos evidentes de cansancio e incluso de dolor. Habrá que ver a qué hora se acuestan, tarde supongo, y cómo lo hacen, ya que son demasiado jóvenes como para ser conscientes de que, a según qué horas, el inevitable ruido que hagan cuando se acuesten, va a molestar a los demás peregrinos, acostumbrados a ir a dormir entre las 10 y las 10,30 para cumplir con una de las normas tácitas del Camino. En fin, mañana confirmaré o no estas suposiciones. De momento, una vez duchados, han dejado el albergue que parece un campo de batalla, con todas sus pertenencias por en medio. Desconozco si los adultos les han llamado la atención a cerca de ello, aunque me temo que no.

viernes, 24 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: decimosexta etapa

01/08/2012

Xumqueira de Ambia-Ourense: 22 km.

Etapa más o menos llana, aunque en Galicia ya se sabe, llano, llano no hay ningún camino. En fin, se puede considerar una etapa llana sobre todo si la comparamos con las de hace unos días.


Lo más pesado de la jornada ha sido la llegada a Ourense pues, primero, hay que atravesar un polígono industrial y, después, hay que cruzar buena parte de la ciudad para terminar en subida hasta llegar al albergue, ubicado en el antiguo convento de San Francisco, en el barrio del mismo nombre y muy cerca del casco histórico de la ciudad. Muy cerca, pues, está la catedral, que visité por la tarde.  La verdad es que tampoco tiene nada destacable pero la visita a éste y a otros monumentos del casco histórico se hace casi, casi obligatoria para el peregrino. También paseé por las calles más concurridas del centro donde se dan cita los ourensanos cuando salen de copas, en el bullicio de las terrazas de los bares de estas animadas calles. Iba sólo aunque había quedado con Gumersiña en llamarnos y tomar un pulpo a feira y una cerveza en una de esas terrazas, como así hicimos. Y como quiera que el pulpo  nos supo a gloria bendita, repetimos.
Así pues, después de unos cuantos días en que no pude utilizar la tarjeta de débito para pagar mis gastos o sacar dinero de unos cajeros inexistentes, pude extraer dinero en esta capital y saldar así mi deuda  con Gumersiña.


Nos acompaña en el albergue Enrique, el peregrino cordobés, con el que ya hemos entablado una pequeña “amistad”. Según lo relatado por él mismo en diversos albergues en los que hemos ido coincidiendo, se decidió a hacer el Camino por cuestiones de índole personal que he podido entresacar de sus palabras. Casado dos veces y con hijos de ambas parejas, ha roto con su trabajo –siempre trabajó de comercial- y posiblemente también con su pareja o algo parecido. El caso es que ha venido al Camino a encontrarse a sí mismo, a romper con todo lo anterior, salvo sus hijos, y a esperar a ver que le depara la vida. Está cobrando el paro y ha agotado el dinero con el que salió hace más de 40 días. Ahora ha de esperar a cobrar de nuevo el día 10 de agosto para disponer de dinero propio y cubrir sus gastos. Mientras tanto, acude a las parroquias y a los ayuntamientos, a los alcaldes y a las asistentas sociales para exponer su situación y obtener así unos ingresos que le permitan costearse los albergues y su comida. Dice que le han venido muy bien las técnicas de venta que utilizaba como comercial para vender el producto de la industria para la que trabajaba pero que a diferencia de entonces, aquí no ha tenido que utilizar ninguna estratagema para engañar a nadie. Dice ir con la verdad por delante y que sus interlocutores, quien quiera que sea en cada ocasión, lo comprenden y le ayudan. Así que de esta manera vive estos días nuestro peregrino cordobés, quien lo que es buen pico para hablar sí que lo tiene. Desconozco si escribiendo también tiene buena maña y digo esto porque está escribiendo un libro que piensa publicar cuando acabe su andadura, que, según él, puede durar varios meses pues no tiene prisa alguna en volver hasta que no tenga bien claro lo que quiere hacer en la vida en esta nueva etapa que ha decidido emprender. En fin, aquí en Ourense, piensa quedarse 3 días. Ya tiene asegurada una plaza en el albergue de transeúntes donde le darán desayuno y cena de forma gratuita y él tendrá que arreglárselas  con la comida. Hoy, al medio día, quise invitarlo a comer pero me aseguró que no tenía necesidad y que le estaba mejor quedarse a dormir la siesta. Por la noche, después de cenar en el albergue, estuvimos charlando un rato y antes de despedirme de él, pues seguramente no lo volveré a ver, le pregunté si me aceptaría 10 euros para que se pagase la comida del día siguiente. Me dijo que le sabía mal, que no quería abusar, pero por la expresión de su cara supe que le vendría muy bien y  finalmente aceptó mi ofrecimiento. Al día siguiente podría comer caliente. Últimamente, por lo visto, iba de bocadillo en bocadillo. ¡Suerte, peregrino del Camino y de la Vida!


Camino Sanabrés: decimoquinta etapa

31/07/2012

Vilardebarrio-Xumqueira de Ambia: 14 km.

¿Porqué una etapa corta, hoy? Porque hacerla más larga significaba llegar hasta Ourense de un tirón y ese tirón significa 34 km en total. Por lo tanto, había que partir esta etapa y eso es lo que hecho. Mi cuerpo y mi mente me lo agradecerán. El primero no está como para tirar cohetes y la segunda no sabría cómo hacerlo para animar al cuerpo a hacer una gran etapa que, por cierto, nunca ha hecho. Así pues, habremos de esperar un día más para llegar a Ourense.


Si la distancia no ha sido un problema hoy, tampoco lo ha sido la orografía del terreno,  agradablemente llano hoy. Hemos cruzado uno de los valles más amplios que hay en Galicia, según nos dijo ayer un lugareño. Nos acercamos a Ourense, que se encuentra en una hondonada a tan sólo 180 mt de altura y como que nuestro destino de hoy, Xumqueira, está a más de 500 mt pues cabe deducir que la etapa de mañana será de bajada lo que, junto con su distancia, 22 km, suponemos que será muy asequible para nuestras piernas. Me quedan 6 etapas para llegar a Santiago y quiero llegar el sábado día 4 al final del Camino de este año, con lo cual, o hago etapas maratonianas para salvar los 115 km que aún me quedan o tendré que saltarme alguna jornada, 2 en concreto, como ya he dicho en anteriores capítulos. También he considerado otra posibilidad que es dar por finalizado mi camino por este año en Ourense y acabarlo el próximo. Ello significaría estar algún que otro día o en Ourense o llegar a Santiago antes del sábado. Sin embargo, esta posibilidad, la estoy descartando ya en el mismo  momento en que se me ha pasado por la cabeza. Así que seguiré caminando hasta que tenga que tomar un autobús y acercarme hasta el último pueblo antes de Santiago, que es Outeiro, porque lo que tengo muy claro, a estas alturas, es que quiero entrar andando en Santiago. Nunca en autobús, si ello es posible.



jueves, 23 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: decimocuarta etapa

30/07/2012

Laza-Vilardebarrio: 20 km.

Las diferentes guías que uno puede consultar para planificar su Camino no se ponen de acuerdo en las distancias. Puede haber hasta 2 km de diferencia entre ellas para una misma etapa. Viene pasando en todas las etapas anteriores y así es también para la de hoy. Sin embargo, la dificultad de hoy no ha estribado en la distancia a recorrer, en torno a los 20 km, si no en el estado de cansancio de mis piernas y pies. Sobre esta premisa, me atrevo a afirmar que ha sido la más dura hasta la presente. Sí, ya sé que lo he dicho eso anteriormente, que he hecho etapas sensiblemente más largas, con más cuestas que subir, pero el estado previo en que uno se encuentra puede influir decisivamente en el desarrollo de la etapa como así ha sido hoy.
La orografía del terreno también ha tenido su participación en el cansancio y dolor que ahora siento en las piernas, especialmente de rodillas para abajo. De Laza salíamos siguiendo un precioso valle que subía muy lentamente. No obstante, a unos 4 km, una vez pasado el pueblo de Soutelo Verde, el camino empieza a subir de lo lindo y pronto nos acordamos de los comentarios, acompañados de una irónica sonrisa, que nos hicieron en Laza acerca de la cuesta que nos quedaba por delante. Algunos pequeños descansos, cuando el desnivel se hacía más soportable, nos daban un respiro en lo que comenzaba a parecerme un auténtico suplicio. Aunque es preferible no mirar hacia arriba cuando uno va subiendo por no caer en el desánimo, de vez en cuando lo hacía, con la esperanza de divisar el final de aquella interminable subida. De manera que cuando a uno le parecía que ya se acababa lo peor, una nueva cuesta venía a contrariar nuestras expectativas, empinándose de nuevo el camino ante nuestros atónitos ojos. Nada que hacer sino seguir subiendo y aprovechar las sombras para hacer pequeños descansos, recuperar el resuello y continuar con la esperanza de que, en la próxima, esta vez sí, estaría la última cuesta.

Pero todo se acaba en la vida, y nuestro calvario particular también, cuando por fin llegamos a la carretera que discurre a más de 900 mts de altura. Enseguida llegamos a Alberguería, pueblecito en el que hay un albergue montado hace algunos años por Luis, que regenta también un bar situado enfrente, decorado en sus paredes y techos con cientos de conchas de vieira firmadas por los peregrinos que por allí han  pasado. Gumersiña y yo firmamos también una concha y una peregrina que se había quedado allí a ayudar a Luis durante un tiempo, nos lleva al albergue a enseñarnos el lugar donde se colocará nuestra concha, ya que en el bar no cabe ni una más desde el mes de abril.


Después de descansar, tomar algo y hacernos la consabida foto con Luis, partimos hacia nuestro destino, afrontando ahora una buena bajada y ejercitando con ello la musculatura de las piernas que aún no había intervenido en la andadura. El sufrimiento se prolongó así un buen rato más para nuestras pobres piernas  y pies. Pero bueno, la experiencia en el Camino me dice que mañana estaremos como nuevos para hacer lo que nos echen. Además, mañana, la etapa promete ser llana y corta. ¿Qué más podemos desear?

A media tarde, ha llegado al albergue Enrique, el peregrino cordobés, que no veíamos desde hace algunos días. En un próximo capítulo contaré algo sobre sus peripecias y aventuras en el Camino que viene haciendo desde Mérida. Lleva ya 43 días caminando. Se dice muy pronto pero se tarda mucho en hacerlo. Dudo que yo pudiera hacer tantos días seguidos de Camino. Al menos, hasta ahora,  no los he hecho, pero nunca se debe decir de esta agua no beberé. Uno, en el Camino, como en la vida, desconoce sus potencialidades hasta que se pone a prueba.

miércoles, 22 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: decimotercera etapa

29/07/2012

Campobecerros-Laza: 16 km.


Etapa sin mayores complicaciones y con un paisaje fabuloso. Salimos a las 7,30 de Casa Núñez después de un frugal desayuno consistente en café con leche y unas madalenas. Nada más empezar a caminar parecía que la mañana sería agradable de caminar ya que, aunque había niebla, ésta estaba alta y no hacía viento como en el día de ayer. Sin embargo, al no ir bien abrigado, el frescor de la  niebla pronto se convirtió en frío y durante un rato aceleré el paso para entrar en calor. Algo más tarde el sol acabó imponiéndose y la niebla se disipó despareciendo así el frescor de la mañana. El resto de la mañana anduvimos con una temperatura ideal.

Al pasar por un pueblo, nos indicaron que unos 2 km más abajo había una fuente a la que vecinos de los pueblos cercanos venían a llenar sus garrafas  pues tiene fama de ser la mejor agua del  lugar. Paramos junto a la fuente y aprovechamos para tomar algún alimento a media mañana. No nos pareció, sin embargo, que la fuente ofreciera muchas garantías por el aspecto que ofrecía y decidimos no tomar agua de ella.
Llegamos a Laza a las 12,30. Había que contactar con Protección Civil para recoger las llaves del albergue, registrarse y sellar la credencial y eso fue lo primero que hicimos. Una vez acabado con el protocolo, partimos hacia el albergue sito en las afueras de la villa, no sin antes haber atendido las explicaciones del encargado de la oficina acerca del pueblo y de dónde comer un buen menú a un precio asequible. Eran las 14 horas cuando habíamos acabado de realizar las rutinas propias del Camino: ducharse, lavar, tender… y fuimos en busca del restaurante que nos habían recomendado para dar cuenta de un estupendo menú siendo obsequiados con un trato muy agradable de la cocinera que comía también al lado nuestro después de atender a todos sus clientes.


El albergue tiene buenas instalaciones y está bien conservado. Esta parece ser la tónica general de los albergues de este Camino Sanabrés en Galicia. No tienen más de 15 años ya que este Camino se abrió oficialmente en 1996 a raíz de la presión que ejercieron los alcaldes de los pueblos por los que pasaba para que la Xunta de Galicia reconociera este Camino usado también en la Edad Media para peregrinar a Santiago desde el sur de España.

Continúo caminando con Gumer, a la que cariñosamente le llamo Gumersiña. También ella me llama a mi Pepiño. De esta manera, nuestros nombres se han galaiquizado.

Había comentado en anteriores etapas la posibilidad de  tomar un tren hacia Ourense para salvar las dos etapas que me sobran si quiero llegar a Santiago el sábado día 4. Sin embargo, he considerado la posibilidad de llegar lo más cerca posible de Santiago y entonces tomar un autobús que me deje a una etapa de distancia de la llamada ciudad de las estrellas y eso es lo que haré.

Mañana tenemos una etapa que nos puede complicar un poco las cosas, no tanto por la distancia como por el perfil orográfico que presenta, con una fuerte subida para salvar un desnivel de 500 metros en una distancia relativamente corta. Veremos cómo se presenta.


martes, 21 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: duodécima etapa

28/07/2012

A Gudiña-Campobecerros: 19 km.

A Gudiña era la última oportunidad que teníamos los peregrinos de encontrar un cajero para sacar dinero ya que en las próximas etapas, hasta llegar a Ourense, no hay ninguno en el Camino. De manera que, de buena mañana, me dispuse, acompañado de Gumer, a visitar uno de  los dos cajeros que hay en este pueblo. El primero no me dejó sacar nada y me informó que por un error técnico la operación que solicitaba no estaba disponible. -Menos mal que hay otro cajero, pensé-. Me fui hacia él y la sorpresa fue que, con el mismo mensaje y siendo de otra Caja diferente, tampoco pude disponer de mi dinero. ¿Qué hacer entonces? Mi compañera Gumer me dijo que lo iba a intentar ella y que me prestaría 50 euros que ya le devolvería más adelante, cuando llegásemos a Ourense. Ella sí que lo consiguió y agradecí entonces llevar una compañera en aquellas circunstancias, ya que, de lo contrario, no sé qué hubiese tenido que hacer pues en tres días no dispondría de dinero y tampoco había disponible ningún otro peregrino conocido que me pudiese haber hecho un préstamo. En fin, el caso era que ya tenía dinero para ir tirando hasta poder disponer del mío propio.

Pues bien, la salida de A Gudiña empezó con una continua cuesta arriba que pronto se convertiría en un pequeño calvario para mí ya que la etapa de ayer me estaba pasando factura. Pronto noté el cansancio acumulado y un exceso de carretera contribuyó aún más a ello. Salimos con niebla y el viento vino a contribuir también al malestar ya que empecé a tener frío –cómo me acordaba en esos momentos de mi amiga Dori que me dijo antes de partir hacia Zamora que echara algo de abrigo por si acaso-. El por si acaso se hizo realidad y me cogió a mi desprotegido. Una camiseta de manga larga me ayudó a soportarlo mejor pero, por momentos, el frío hizo mella en mí. Al cabo de un rato de andadura, el sol se impuso a la niebla como yo esperaba y deseaba y la situación mejoró para mí por lo que respecta a la temperatura, no así en lo que se refiere al cansancio.


Empezamos a ver y admirar el magnífico paisaje que se abría ante nosotros desde una carretera que serpenteaba por encima de una cadena montañosa de perfil ondulado en torno a los 1000 metros de altura. A nuestra derecha, un barranco cubierto de vegetación arbustiva que venía a acabar en las aguas de una presa y, al otro lado de ésta,  los contrafuertes casi verticales y desnudos de un macizo montañoso de  unos 1800 metros de altura constituido por las estribaciones del macizo de Cabeza de Manzaneda. A la izquierda de la carretera un paisaje de pequeños valles cubiertos también de matorrales renacidos de las cenizas de un incendio, algo tan común en esta bella y castigada región, del cual aún se veían los restos de arbustos carbonizados y suelos calcinados.

La carretera por la que íbamos cruzaba alguna que otra aldeíta, llamadas aquí Venda, casi deshabitadas y dejadas de la mano de Dios en la que pudimos intercambiar algunas palabras con los escasísimos habitantes, personas mayores, que pudimos ver en ellas. Saludamos a un matrimonio de avanzada edad y a un hombre mucho más joven, de treinta y pocos años, que hablaba con ellos. En la puerta, a un lado de la carretera, un Audi de color negro. Seguimos nuestro camino sin detenernos y algunos kilómetros más adelante el mismo coche que se paró junto a Gumer, que venía algo más retrasada que yo, y le dice que nos puede acercar hasta el siguiente pueblo, adonde él va, que, justamente, era nuestro destino de hoy. Gumer le contesta que lo que  yo diga y yo acepté enseguida su propuesta. Así que hicimos esta pequeña trampa y llegamos al pueblo en coche. Por el camino, una empinada cuesta abajo que, de aquella manera, íbamos a salvar, nos contó el conductor del Audi que había venido a visitar a sus tíos que vivían allí, que él vivía en Bilbao donde hacía algunos años que había emigrado.



El cansancio acumulado de ayer y una ampolla que me había salido en el dedo pequeño del pie izquierdo me llevaron a la rápida conclusión de que lo mejor era aceptar la oferta de tan amable conductor. De modo que ello nos ahorró unos 6 km de andadura. En este pueblo, Campobecerros, había un albergue que funcionó hasta no hace mucho pero lo cerraron, de modo que nos alojamos en una casa rural por 20 euros la noche. Por cierto, el servició aquí deja mucho que desear, pero no hay otro sitio donde alojarse.
Mañana nos espera una etapa corta hasta Laza y  allí, probablemente, tome un tren hasta Ourense pues como quiera que voy corto de tiempo, si quiero llegar el sábado día 4 a Santiago tengo que saltarme un par de etapas y puede que lo haga pasado mañana. En realidad, en mi planificación del viaje, tenía previsto llegar este día y así hubiese sido si no hubiese tomado la decisión, a última hora, de empezar mi Camino en Zamora y no en Granja de Moreruela donde en realidad comienza el Camino Sanabrés, también llamado Mozárabe, con sus 360 km. de  longitud. Esos 2 días de más hechos desde Zamora son los que ahora me faltan para llegar en el plazo que me había propuesto. En Santiago me esperará mi amiga Dori que dado que no hará vacaciones este verano, ha decidido hacer una escapadita hasta Santiago y allí esperar mi llegada el sábado para partir hacia Barcelona el lunes por la mañana. Pero mañana será otro día y sabe Dios que nos depara. Uno propone y el  Camino dispone, ésta es unas de las máximas que he aprendido en estos años de caminos a Santiago.

lunes, 20 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: undécima etapa

27/07/2012

Lubián-A Gudiña: 25 km.

En principio, ésta no tenía que ser una etapa que nos diese problemas pues sus 25 km de recorrido la hacía asequible a mis piernas, claro está, sin contar con la dificultad añadida que supone subir un puerto, el segundo que subo en el Camino, el puerto de La Canda. Precioso sendero por el que hemos subido hoy pero considerable desnivel el que hemos tenido que salvar en una distancia corta. No obstante, en la primera mitad de la etapa, lo encaramos con alegría y no tanta en la segunda. Sigo caminando con Gumer, mi compañera desde que salimos de Puebla de Sanabria. Esta circunstancia ha hecho que la etapa, pese a su dificultad, haya sido más llevadera.


Si subir fue duro, bajar no lo fue menos. Pero a todo esto, vino a sumarse una dificultad que no estaba prevista. Charlando, charlando dejamos de estar atentos a las flechas y no nos percatamos que éstas nos invitaban a dejar la carretera comarcal por la que discurría nuestro andar, con lo que hicimos más kilómetros de los debidos. Me percaté al cabo de un rato de caminar por la carretera sin ver más indicaciones, ya sea en forma de flecha, de mojón o de hito que señalizan el camino. Se lo comenté a mi compañera y comentamos que hacía rato también que no pasaba ni un solo coche por aquella carretera. Nos miramos temiendo lo peor y al poco vimos que se acercaba un coche en la misma dirección que llevábamos nosotros. Se paro cuando  llegó a nuestra altura y, sin mediar palabra, sólo con el típico  gesto de cabeza que te dice que no, supimos que, efectivamente, nuestro temor se cumplía. Le preguntamos cuál era la mejor alternativa, si seguir hasta el siguiente pueblo para allí retomar la dirección correcta o si volver sobre nuestros pasos y retomar el camino donde debimos haberlo hecho. Nos dijo que continuar hasta el pueblo siguiente representaba hacer muchos más kilómetros que si volvíamos atrás. De todas maneras él se ofrecía a llevarnos en su coche hasta el pueblo donde tenía que hacer el reparto, ya que era el cartero de  la zona, pero insistió en su advertencia de la considerable distancia hasta A Gudiña, nuestro destino, desde allí. Le dimos  las gracias por  la información y por su ofrecimiento y, como no podía ser de otra manera, cambiamos el sentido de nuestros pasos. Cuando llegamos al lugar donde debimos haber dejado la carretera decidimos continuar en lugar de  volver al pueblo, que desde allí no estaba demasiado lejos, para comer. Como llevábamos algo de comida decidimos continuar, lo que nos ahorraría algún kilómetro. Era ya una hora avanzada y el sol calentaba de lo lindo. Buscamos una sombra para reponer fuerzas y dimos buena  cuenta de lo que teníamos para comer: algo de queso curado, de salchichón, de pan del día  anterior que sólo  comí yo pues a Gumer no le gustaba por estar algo blando y alguna pieza de fruta y chocolate. Fue suficiente para saciar el apetito. Decidimos,  también, hacer un descanso largo pues las horas más calurosas del día se cernían sobre nuestras  cabezas. Desplegué una manta térmica sobre el suelo y nos dispusimos a descansar con la esperanza de echar alguna cabezadita. No fue así, ya que se hacía difícil conciliar el sueño por el calor y la incomodidad de estar en el suelo, pero, al menos nos sirvió de  descanso y de algo tan beneficioso para nuestro organismo entero como es el reír a carcajadas. No importa cuál sea la causa de la risa pero lo importante era reír y afrontar las dificultades con buen humor. Nos  sirvió de excusa un vídeo que a Gumer le había enviado su hijo por Internet y que pudimos escuchar en su móvil.  Después de un buen descanso decidimos reemprender nuestra andadura. Compartimos subidas y bajadas, cruzamos un monte escaso en árboles pero abundante en grandes rocas de granito que jalonaban el camino con su redondez producida por la erosión medioambiental. Pronto el cansancio empezó a hacer mella en nosotros pero no había más remedio que seguir hacia delante.


Llegamos, por fin, a A Gudiña, un pueblo grande, capital de su comarca, donde nos esperaba el deseado albergue cuando eran las 7 de la tarde habiendo salido a las 7 de la mañana de Lubián. No hace falta explicar cómo llegamos. Con esos datos cualquiera se lo puede imaginar. Calculo que habremos hecho entre 28 y 30 kilómetros. Después de asearnos nos fuimos al bar O Peregrino a reponer fuerzas y a disfrutar de una fría cervecita. Nos lo merecíamos. Nos quedan algo menos de 200 kilómetros para llegar  a Santiago y estamos en Galicia.

viernes, 17 de agosto de 2012

Camino Sanabrés: décima etapa

 26/07/2012

 Requejo de Sanabria-Lubián: 18 km.

 De nuevo, las obras públicas cortan el camino y nos hacen desviarnos con lo que los 18 km que marcan las guías se convierten en algunos más. Yo calculo que en total habremos hecho unos 20 km. Gran parte del desvío ha sido por la carretera nacional 525 que afortunadamente no tiene demasiado tráfico ya que la autovía discurre muy cercana a la carretera. Finalmente, el puerto del Padornelo, que tanto me preocupaba ayer, no ha sido para tanto, quizás porque buena parte de la subida se ha hecho por la carretera y siempre el perfil de ésta es más suave que el del camino que debe subir más directo, sin tantas curvas.


 Sigo acompañado, o acompañando, a Gumer, una mujer 3 años menor que yo, bajita pero vivaz y pizpireta en su caminar y en su proceder. Tiene buena conversación y es agradable caminar con ella. Cuando bajábamos el puerto por la antigua carretera se nos acercó un todo terreno que venía en dirección contraria y se paró a nuestra altura. Sacó una bolsa trasparente, con algo dentro, de su coche y dijo: “el avituallamiento”. Tanto mi compañera de andaduras como yo nos quedamos atónitos. ¿Qué significaba aquello? ¿Qué era el avituallamiento del que hablaba? ¿Quién era aquel que nos lo ofrecía? Estas preguntas pasaron por mi mente en cuestión de décimas de segundo hasta que me percaté que era el hospitalero que tan amablemente nos atendió ayer en su albergue privado. Tras cerciorarme de que se trataba de él pasé a resolver la siguiente pregunta: la del avituallamiento. ¿Qué era aquello que nos ofrecía? Tuvo que decir de que se trataba para que cayéramos en la cuenta: no era otra cosa que una bolsa con un bocadillo, una fruta y un yogurt que había dejado anoche en la nevera del albergue y que tenía que coger por la mañana antes de partir. No me lo podía creer. ¡Había salido a nuestro encuentro para traérmelo! Enseguida explicó la sucesión de los hechos. De buena mañana, él se había marchado con el ganado al que cuida en la montaña, ya que su oficio es ganadero. Su mujer, al hacer limpieza y repasar el albergue tras nuestra partida, comprobó como se había quedado la bolsa preparada en la nevera. Llamó con el móvil a su marido quien bajó hasta el pueblo, recogió la bolsa y salió a nuestro encuentro. Conocía el camino pero no tenía ninguna certeza de que nos pudiese encontrar aunque era posible, como así fue. Le agradecí sumamente la generosidad de su esfuerzo, una y otra vez, a lo que el hombre no dio más importancia. Finalmente, marchó con su 4x4 camino de la montaña donde le esperaban sus vacas. Gumer y yo nos quedamos estupefactos. No nos imaginábamos que alguien pudiera hacer algo así en el Camino. La emoción nos sacudió y casi se nos saltan las lágrimas. Verdaderamente, el ser humano es capaz de lo peor pero también de lo mejor como acabábamos de comprobar. Estuvimos unos minutos conmocionados por el hecho que habíamos vivido en primera persona. No recuerdo el nombre de mi benefactor pero sí que recuerdo el nombre de su albergue: Casa Cerviño, el cual recomiendo encarecidamente a cualquiera que pudiera necesitar esta información, por su amabilidad, por su buen trato, por la información que nos proporcionó sobre dónde comer y, finalmente, por el detallazo que tuvieron para conmigo.


 Así que de esta manera, paramos a desayunar a pie de carretera. Continuamos nuestro caminar dejando ya la carretera y discurrimos por un sendero de los que yo llamo atunelados, pues es tal la cantidad de árboles y otras plantas que cubren el camino que no se ve el cielo sobre nuestras cabezas. Las nubes que habíamos visto ayer reaparecieron aquí y pronto empezó la tormenta que a la hora en que escribo estas líneas, a las 8 de la tarde, aún continúa. Ha sido curioso y divertido comprobar cómo cada vez que me paraba para ponerme el chubasquero para protegerme de la lluvia, ésta cesaba de inmediato. Como quiera que caminar con el impermeable produce la condensación del sudor en nuestra ropa, y esto es muy incomodo, a la que paraba de llover yo también me detenía y me quitaba la capelina que me protegía. Inmediatamente comenzaba de nuevo la lluvia. Así, entres las risas de Gumer y la lluvia racheada, discurrió una buena parte de este bonito sendero. Diríase que las nubes jugaban conmigo. De esta manera, entre risa y risa, llegamos pronto al albergue donde nos alojamos, en Lubián.

 El nombre de Lubián viene de lobo y es que ésta es tierra de lobos como lo demuestran los restos de las antiguas trampas que los pastores de esta zona les tendían para cazarlos. Todos los días había un encargado de revisarlas y cuando se encontraba una pieza en la trampa el pastor daba la voz de aviso y se celebraba una fiesta con tal motivo. La trampa consistía en un foso de unos 2 metros de profundidad forrado con lascas de pizarra colocadas de tal forma que cuando el lobo caía ya no tenía manera de salir de la trampa por más que seguramente lo intentaba. Para atraer a la fiera, se introducía en el foso un animal enfermo o de escaso valor. Lo que se hacía con el lobo no se explica pero se lo puede uno imaginar. El pueblo se encuentra en plena montaña, a unos 1000 metros de altura y cada vez es más patente la influencia gallega en esta parte remota de Castilla y León tan cercana tanto a Galicia como a Portugal. Hemos podido oír la lengua gallega en el restaurante donde hemos comido hoy. Luego he sabido consultando la web del ayuntamiento de Lubián cómo en este pueblo se habla, además de castellano, un dialecto galaico-portugués.

Camino Sanabrés: novena etapa

25/07/2012

Puebla de Sanabria-Requejo de Sanabria: 12 km.

La razón de hacer por segundo día consecutivo una etapa de corta longitud no es otra que la de que si hubiese seguido hasta Lubián, próximo albergue, habría tenido que hacer 30 km y  no está el cuerpo para semejante calvario. La mayoría del itinerario va por carretera pero también hemos podido cruzar un bosque que le transporta a uno a Galicia, que, por cierto, no está muy lejos de aquí, a tiro de piedra, como quien dice. Será casualidad pero el caso es que ha sido acercarse a esa bella región y aparecer las primeras nubes de tormenta que ya han dado hoy su primer, aunque corto, recital de truenos. El cielo oscurece por momentos y pronto veremos las primeras gotas de lluvia de lo que podría darse en llamar tormenta de verano.

Otro de los motivos que me llevaron a optar por una nueva etapa corta es la presencia en medio de lo que hubiese sido una etapa larga de 30 km de un puerto, el primero que subiré en este Camino: el puerto del Padornelo. Visto el perfil de esta etapa pensé que lo mejor sería encarar este puerto por la mañana temprano, con la fresca, en lugar de hacerlo a mediodía como hubiese sido de haber hecho la etapa larga que algunos peregrinos habrán hecho hoy. Nuestro pueblo de hoy, Requejo de Sanabria, está justo al principio del puerto con lo que mañana no nos será tan pesado subirlo.


Estoy en el albergue privado de Requejo, donde únicamente estamos dos peregrinos: la mujer de Albacete que conocí en Puebla y yo, los demás habrán pasado de largo. Se llama Gumersinda, aunque ella prefiere que la llamen Gumer. Nació en Almansa pero  desde hace años vive en Hellín. Justo al lado del albergue hay un restaurante donde se come por 11 euros el menú. Sin embargo, hicimos medio km para ir, siguiendo la carretera, a un restaurante donde, nos ha dicho el hospitalero, comeremos un buen menú por 7,5 euros. Así lo hicimos y como no tomamos café el menú nos salió por 6,5 euros. ¡Increíble! Máxime teniendo en cuenta que había 8 primeros platos y 8 segundos para elegir más postre, pan y bebida. No nos lo podíamos creer.

jueves, 16 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: octava etapa

24/07/2012

Asturianos-Puebla de Sanabria: 15 km.


Abandonamos la comarca zamorana de la Carballeda, llamada así por la abundancia del roble carballo, árbol que ha sustituido a la encina típica de la dehesa mediterránea que ya hemos dejado atrás. Esta clase de roble es una señal de que se entra en un clima atlántico, más propio de Galicia, de la cual estamos ya cerca. Este roble se diferencia de las otras especies por su hoja grande y muy lobulada. Hemos entrado en la comarca de la Sanabria cuya capital es Puebla que hoy constituye nuestro destino. Al roble carballo, le sustituye aquí el roble melojo y aparecen ya los helechos en el sotobosque que se cubre, además, de otras plantas herbáceas que le dan un verdor que sorprende en estas primeras etapas, pues en las anteriores, el color predominante era el amarillo trigo cuando está maduro.
La etapa de hoy, de tan sólo 15 km, ha sido casi un descanso. Estoy en un albergue privado, el único que hay en esta villa y he coincidido aquí con algún peregrino conocido de etapas anteriores. Como tengo mucho tiempo lo dedicaré a visitar esta población en la cual destaca su patrimonio monumental y paisajístico como el imponente castillo localizado en la parte más alta de la villa, perteneciente a los Condes de Benavente, del siglo XV; la iglesia románica del siglo XII dedicada a Nuestra Señora del Azogue o el Parque Natural del lago de Sanabria. Dado que el lago está algo retirado de Puebla, pues no iré y me dedicaré a conocer la ciudad  y su castillo.

La visita al castillo ha sido bastante provechosa. Está muy bien preparado para hacer visitas didácticas y seguro que durante el curso vienen alumnos de escuelas e institutos con sus profesores a visitarlo. Todo está muy bien explicado y hay un itinerario señalizado para los visitantes. Además, hay esplendidas vistas desde la torre del homenaje de toda la zona y sus alrededores.  A la salida me he encontrado con una peregrina de Hellín, Albacete, a la cual le he recomendado la visita pero tenía otras cosas que hacer y finalmente no la ha realizado.


Van llegando otros peregrinos al albergue a medida que avanza la tarde, entre ellos esta peregrina de la que he hablado antes y algún ciclista. También ha llegado aquí el misterioso extranjero que se alojó en Rionegro en el mismo albergue y que partió de noche. Así mismo, he llegado aquí Enrique, el peregrino cordobés que encontré ayer en Asturianos. Me ha comentado que este peregrino extranjero lo paró la guardia civil andando sin reflectantes por el arcén de la carretera, de noche y que lo llevaron en su coche al albergue más cercano, precisamente aquel en que coincidimos. También están los canarios, tres peregrinos con los que me he cruzado en alguna etapa anterior. Uno de ellos es canario y se puede notar en su forma de hablar, su acento, su entonación. La mujer que va con éste es su pareja, profesora de instituto así como el tercer acompañante, algo más joven que ellos. Desconozco su origen pero no parecen canarios de nacimiento, al menos no se les nota en el hablar. Parece que están un poco más simpáticos y sociables pues el otro día prácticamente no cruzamos palabra. Esta noche será su segunda noche aquí pues quieren descansar de las largas etapas  recorridas en días anteriores. Tanto es así que unos de ellos, el cuarto, hubo de marchar por una lesión que le ha impedido seguir. Es lo que tiene hacer km y km al tuntún. El Camino siempre pasa factura de los excesos, de una forma u otra. A Enrique le acompaña de nuevo, Eni, la holandesa con la que ha hecho amistad desde que se conocieron en Salamanca. A destacar del camino de hoy los enormes robles centenarios que he podido admirar y fotografiar.

Mañana, de nuevo una etapa corta, de tan sólo 12 km. Otro descansito.



miércoles, 15 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: séptima etapa

23/07/2012

Rionegro del Puente-Asturianos: 28 km 



Pues resulta que esta pasada noche he dormido sólo en el albergue ya que mi misterioso compañero marchó anoche en la última de sus salidas y ya no volvió. Supongo que habrá caminado de noche o se habrá buscado otro alojamiento, cosa que me extraña, pues al parecer ha pasado aquí la anterior noche. Esto lo he comprobado cuando, al levantarme y prepararme para marchar, subí arriba, pues sospechaba que podía haber marchado ya que no se sentía ruido alguno en la planta superior y, efectivamente, no estaba. También he barajado la posibilidad de que anoche volviera al albergue tarde sin yo percatarme de ello, algo extraño en mí que tengo el sueño muy ligero, o que se hubiese ido temprano, de la misma manera. Sea como fuere, me dispuse a salir. Cerré la puerta del albergue y dejé la llave en el buzón, tal como me dijo el hospitalero ayer. Eran las siete menos veinte de la mañana.
Llegué a mi inesperado destino, Asturianos, en mi planificación de etapas lo contemplaba como alternativa si no podía hacer más km como así fue finalmente, a las 15,30 y ello constituye, de momento, mi record de  horas caminando, aunque en este computo hay que contar también el tiempo de descanso, las paradiñas, como yo digo, tanto para comer algo como  para descansar. Y es que hoy las piernas no me respondían con la alegría de otros días y ya desde el principio de la etapa. En Cernadilla, un pueblo a mitad de etapa, me dirigí a una fuente para llenar la botella. Una mujer que barría la puerta de su casa me dijo que estaba seca y enseguida se ofreció a llenarme la botella con agua de su casa. Por supuesto que yo accedí y le agradecí a la buena mujer su generosidad. Gracias a ello pude soportar mejor el calor y la sed consecuente. En cuanto a la comida, llevaba un buen stock de frutos secos y chocolate y fui disponiendo de ello durante gran parte del camino. Al final, sin embargo, necesitaba comer otro tipo de alimento, dígase un menú como Dios manda. 

Bien, llegué al albergue, anexo a una pista polideportiva con la suerte de que había un bar que me ofrecia comer algo “decente”. Lo acepté encantado pues el restaurante por el que había pasado camino del albergue, estaba lleno de gente que celebraba alguna fiesta, luego me enteré, que eran las fiestas del pueblo y allí se ofrecía empanada y bebida a todo aquel que se acercara. En fin, como quiera que estaba algo alejado del lugar donde se ubicaba el albergue y yo estaba muy cansado me quedé allí y comí lo que buenamente pudieron hacer para mí. Tras dormir una buena siesta he comprobado cómo el cuerpo parece haber respondido bien al descanso y a la reposición de fuerzas. Como compañeros de albergue tengo una peregrina holandesa que viene de Cáceres, donde hizo una alto de unos cuantos días para hacer un cursillo intensivo de español y a un cordobés que viene desde Mérida. Ambos se conocen desde hace algunas etapas y aunque no caminan juntos siempre acaban encontrándose en los albergues donde paran.

Mañana, tengo tan sólo 15 km hasta Puebla de Sanabria, en la comarca zamorana del mismo nombre. Cerca de esta hermosa villa el famoso lago de Sanabria que no es sino un ensanchamiento del río Tera que nace en las montañas adyacentes cuando se encuentra con una cubeta de origen glacial que al llenarse de agua da continuidad al río que nos ha acompañado los últimos días.

lunes, 13 de agosto de 2012


Camino Sanabrés: sexta etapa

22/07/2012

Santa Croya de Tera-Rionegro del Puente: 28 km.

La etapa más larga, de momento,  se ha afrontado bastante bien. Buena parte de su recorrido ha sido bastante agradable. El camino discurría junto al río, por entre grandes choperas y junto a campos de regadío, en un primer tramo; más adelante vino otro agradable paseo junto a un canal de abundante y fresca agua. Digo lo de fresca porque durante un rato estuve remojando los pies en él. La segunda parte de la etapa de hoy, sin embargo, no ha sido tan agradable, más bien lo contrario, pues decidí hacerlo por la carretera para ahorrarme algún kilómetro. Pero esto mismo me permitió encontrarme con mi compañero de colegio, Raúl, con quien habíamos quedado en vernos cuando él fuese hacia el norte para pasar una semana con su madre en el pueblo lucense de Fonsagrada, de donde es natural.  No tardamos en encontrarnos desde que él me llamó por la mañana. Estuvimos un ratito charlando y me alegré mucho de poder verlo y me consta que él también se alegró de verme. Era algo que ya habíamos acordado unas semanas antes de partir yo para el Camino.

Marchó Raúl y yo  seguí mi senda hacia mi destino: Rionegro del Puente. Pese al buen tramo de carretera y a la longitud de esta etapa y dado que el perfil de la etapa no era muy accidentado, llegué bien al albergue, el más grande y el mejor equipado de cuantos he visitado hasta ahora, sin tener en cuenta los privados. Sin embargo, por ahora sólo tengo un compañero que se ha instalado en la planta superior mientras que yo he preferido la inferior. Cuando son las 6,45 de la tarde aún no ha aparecido el/la hospitalero y me pregunto si lo hará más tarde dado que hoy es domingo. Pernoctar en él cuesta 7 euros pero tampoco veía ningún receptáculo donde depositar el dinero. En fin, ya se vería más adelante. El albergue está regentado por la Cofradía religiosa de los Falifos como reza un folleto que hay en el panel informativo colgado de la pared.

Finalmente, llegó el hospitalero a cobrar sus 7 euros. Mi vecino de arriba estuvo buena parte de la tarde entrando y saliendo. Parece extranjero, aparenta tener unos 70 años y es de gran talla. Una vez había cenado algo de fruta me dispuse a dormir a sabiendas de que las entradas y salidas del mencionado peregrino no me dejarían conciliar el sueño. Hacia las 22,30 salió por última vez y me quedé dormido al cabo de un buen rato esperando su vuelta, pues sabía que si me despertaba me costaría volver a dormirme.



Camino Sanabrés: quinta etapa

21/07/2012

Tábara-Santa Croya de Tera: 22 km más la propina.

Me refiero con lo de la propina a que en un momento de la etapa interpreté mal un mojón de los que indican la dirección en que se ha de seguir y anduve como 3 km en dirección errónea, contando ida y vuelta, hasta retomar el camino correcto. Lo curioso del caso es que al peregrino malagueño del que hablé ayer le ha pasado lo mismo: ha interpretado incorrectamente el mojón indicador, pero éste ha ido más allá que yo en su desvío y habrá hecho, según dice él, unos 6 km más en total. Estoy de acuerdo con lo que afirmaba, ya que, si es verdad que ha subido donde yo me temía que había que subir, después de una larguísima recta  acabada en una pronunciada cuesta que moría encima de la sierra en la que majestuosos aerogeneradores dominan el horizonte y rompen la silueta redondeada de su perfil, pues eso vienen a ser los 6 km que este peregrino afirma haber hecho de más. Las dudas empezaron en un cruce donde había que girar a la izquierda para dejar la larga recta que se empinaba hacia los gigantes con aspas. El mojón siempre lo habíamos visto ubicado a la izquierda del camino, justo hacia donde había que girar, y este estaba en la derecha con lo cual interpretamos que la dirección correcta era la que parecía indicar la concha con sus “dedos”.

Empecé a sospechar que la dirección no era la correcta cuando no vi ninguna flecha amarilla que lo confirmara. Entonces me paré y decidí consultar la guía del camino en Internet, mediante el móvil. Como quiera que la conexión no era muy rápida que digamos, mientras esperaba miré hacia la enorme cuesta que tenía ante mí y en esto vi bajar un peregrino que al principio no reconocí, por la lejanía, pero que pronto deduje que debía de ser el malagueño, que salió media hora antes que yo. Lo esperé y me contó cómo también había tenido sus sospechas, pero pensó que quizás arriba se vería una continuidad del camino o un desvío para retomarlo. Sin embargo, me dijo que arriba todo acababa a pie de los aerogeneradores y no se veía camino ni sendero por ninguna parte, sólo bosque y maleza. Me alegré de no haber continuado y con ello me ahorré unos km que mis piernas agradecerán. Volvimos atrás, pues, y retomamos juntos el camino correcto. Poco después nos encontramos con los dos madrileños, que acostumbran a salir más tarde. Les explicamos lo que nos pasó y seguimos nuestro camino por separado. Una nueva cuesta, aunque ésta más corta, me sirvió de excusa para hacer un alto en el camino, para reponer fuerzas y descansar, le dije a mi acompañante, pero en realidad era una estratagema para zafarme de su conversación que, más que un diálogo, era un monólogo, pues no cesaba de hablar y hablar, contando las peripecias y batallitas que había vivido en su vida profesional. Así lo hice y mi compañero, en ese momento, continuó su senda, pues además de gran hablador es gran caminador, que no caminante. Rehíce mi andadura y poco después me encontré con 4 peregrinos más, muy simpáticos ellos, con los que apenas intercambié 4 palabras y no precisamente porque yo no lo intentara. Ellos iban a su “rollo” y yo decidí ir al mío, como no podía ser de otra manera.
Llegué a Santa Croya de Tera a las 13 horas y allí decidí alojarme en un albergue privado que resultó ser un oasis de paz y tranquilidad. Un kilómetro más adelante, en la otra orilla del río, en el pueblo hermano de Santa Marta de Tera, hay un albergue municipal, pero yo había decidido ya darme el lujo, tampoco muy costoso, de un privado. Pagué un total de 28 euros por el alojamiento, la comida del mediodía, poner una lavadora y un bocadillo para el desayuno de mañana.
Por la tarde, fui a visitar el pueblo de Santa Marta de Tera, siendo éste último el nombre del río, por cierto muy ancho en este punto, no pareciendo un afluente del Esla, a su vez afluente del Duero. La particularidad de este río es que nace en el lago de Sanabria.  La iglesia de Sta. Marta es románica del siglo XI. En ella hay una estatua de Santiago peregrino, que parece ser la más antigua imagen que se conserva del apóstol en España.



Celestina, la simpática y amable encargada de cuidar del templo durante las horas de visita, nos  ha explicado algunos detalles que al visitante se le escapan por más que esté atento. Así, nos contó cómo esta iglesia ofrece el fenómeno de la luz equinocial cada cierto periodo de tiempo. Esta es una de las características más llamativas del templo románico. Dicho fenómeno se produce dos veces al año. Coincidiendo con los equinocios de otoño y de primavera, el sol penetra en la sala a través del óculo de la cabecera e ilumina el capitel historiado situado a la izquierda del ábside. El fenómeno de la luz equinocial fue redescubierto no hace muchos años por el entonces párroco de la localidad Don Julián Acedo, ya fallecido. Él fue el principal divulgador de dicha maravilla o eso dicen las personas y peregrinos que acuden a observar este fenómeno, en primera persona, los días 21 de marzo y 23 de septiembre desde hace más de una década. En este punto, quiero agradecer la amabilidad de Celestina por explicarnos detalles que pasarían inadvertidos si no fuera por ella, aunque, por lo que nos dijo, no podía acompañar a los visitantes en su recorrido, tanto interior como exterior, durante la visita. Eran normas de su trabajo que ella muy amablemente se saltó. Se nota que vive con pasión su trabajo. Muchas gracias.