29/07/2014
Décimo-octava y última etapa: O Pedrouzo-Santiago de Compostela. 20 Km
Serían las 7,30 cuando partimos de O Pedrouzo, sin prisa, por aquello de que eran los últimos 15 km para mis compañeros, que se quedaban en el Monte do Gozo, a tan sólo 5 km de Santiago, y la última etapa para mi, de 20 km en total. Quizás en otros tiempos me hubiese quedado con ellos en este monstruoso albergue pero a estas alturas, después de haber llegado 5 veces a Santiago y de 8 años de caminos, uno tiene claro que hay que hacer lo que le pida el cuerpo o, simplemente, lo que a uno le viene de gusto. Y a mi me apetecía llegar a Santiago y descansar a mis anchas en un hotel.
Han sido, pues, 15 km junto a mis compañeros de andaduras en estos últimos días, en una etapa más o menos llana, aunque con algún que otro repecho, sin más complicaciones que el haber de subir de nivel durante no mucho tiempo. Atrás quedaron los puertos, las grandes rampas y los grandes repechos, por fortuna para el peregrino. Además, como ya he comentado en otras ocasiones, el camino en compañía es bastante menos duro. Cosas de la mente, digo yo.
Por lo que respecta al desarrollo de la etapa pues ha sido casi calcada de las anteriores: Andrés, con su habitual inquietud, se pone el primero y tira millas hasta que lo perdemos de vistas; Isabel, Joaquín y yo que vamos conversando, mejor dicho, Joaquín habla y nosotros escuchamos, y, a lo sumo, de vez en cuando, metemos baza; yo que me adelanto en algún momento para andar solo un rato y, después, me detengo a esperarlos; nos encontramos a Andrés que nos espera en algún bar y paramos los 4 a descansar y tomar un refrigerio, que en esta ocasión ha sido un buen pincho de tortilla con su correspondiente caña de cerveza. Así hasta que llegamos a Monte do Gozo y nos separamos sin despedirnos, puesto que había quedado con ellos en ir a esperarlos a la plaza del Obradoiro cuando ellos lleguen mañana por la mañana, a buena hora para asistir a la misa del peregrino, que a mi bien poco me interesaba.
Bajando de Monte do Gozo enseguida se divisa Santiago y se entra en el extrarradio de la ciudad. A las 13,45 llegaba al hotel en el que ayer reservé habitación. Después de cumplir con algunas de las rutinas del camino, esta vez se trataba tan solo de asearme, salí a buscar un restaurante para comer. Lo encontré a la vuelta de la esquina. Al acabar volví al hotel a echar una siesta no sin antes llamar por teléfono a Guillermo y a su hermana para quedar con ellos por la tarde a tomar algo y despedirnos. Estuvimos un buen rato en la terraza de un bar, en plena Rua do Franco, que debe ser la calle más transitada de la ciudad a tenor del enorme número de personas que por ella pasan. Y, lógicamente, tiendas, bares y restaurantes copan todos los locales habidos en esta calle. Me pregunto si la gente pasa por ella a raíz de la atracción que supone tanta tienda, y tanto establecimiento de hostelería o estos negocios se establecieron aquí porque era la calle más transitada. Posiblemente ambas cosas a la vez.
Tras un buen rato departiendo y riendo con las anécdotas del camino, con mis compañeros de andadura durante tantos días, llegó el momento de despedirnos y la emoción saltó a flor de piel en los tres. Después, recorrí la calle peatonal en la que estaba, mirando aquí y allá sin esperar ver nada en concreto, atento a no chocar con la gente que circulaba en uno u otro sentido de la calle; mirando los precios de los menús que se ofertaban en la puerta de los numerosos restaurantes, por ver si alguno me interesaba; recordando tiendas en las que en anteriores años había estado para comprar algún recuerdo o tan sólo para mirar, para llegar al final de la calle y sentarme en la terraza cubierta de un bar, allí donde la calle se ensancha y da paso a un parque también muy transitado. Tomé un bocadillo y una cerveza y me fui en busca del hotel. Un año más mi estancia en el Camino de las Estrellas y en la ciudad que toma su nombre de ellas
-Compostela, significa campo de estrellas- llegaba a su fin. Tanto la llegada como la partida de la ciudad que acoge el sepulcro del Apóstol no han sido especialmente emotivas como en los primeros años. Santiago empieza a resultarme una ciudad un tanto cargante. Tiene uno la sensación de que el Camino se acaba antes de llegar a la ciudad y es que el número de turistas aquí es muy grande y eso le quita el encanto que tiene el Camino en su recorrido por las diferentes comunidades que atraviesa. En fin, se acaba un Camino y ya van 6, pero empieza a rondar por mi cabeza la ilusión por hacer otro que, ahora mismo, no tengo ni idea cuál será. Candidatos hay y quedan unos cuantos aún.