Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

domingo, 30 de agosto de 2009

Camino francés: vigésimo tercera etapa

27/7/06


Otra jornada de descanso relativo, la de hoy. Han sido 18 Km. que se han andado mis pies, que son los que hay entre Sahagún y El Burgo Ranero.

Enseguida nos encontramos con la primera decisión importante del día: tomamos el camino paralelo a la autovía, monótono, o nos conducimos por la senda que sigue un buen tramo de la Vía Trajana, que unía, en tiempos de Roma, Burdeos con León. Esta calzada fue construida por los romanos para unir el suroeste de la Galia con el noroeste de Iberia, hasta llegar al principal campamento militar que tenían en esta zona de España, el de la séptima legión, que después daría lugar a la actual ciudad leonesa.

Por lo que respecta al pueblo donde ahora estamos, el Burgo Ranero, la palabra “burgo” viene de la edad media, y alude a las villas que se fundaron en esta época fuera del control de los nobles; mientras que el origen de la palabra “ranero” es  incierto, aunque hay dos teorías al respecto. Una dice que ranero viene de rañas, tierras de monte bajo, que abundan por estos lugares. La otra teoría, más probable, a mi entender, alude a las ranas, de las cuales hay muchas en este pequeño pueblo, que se levanta junto a una gran charca donde abundan estos batracios.

Hoy, por fin, se ha encapotado el cielo con negras nubes que presagian tormenta, que no ha tardado en llegar. La tormenta ha traído consigo un fuerte viento que me ha obligado a abandonar el balcón del albergue donde estaba escribiendo este diario y a encontrar un lugar bajo resguardo. De todas formas, como en toda tormenta de verano, la cosa ha sido pasajera y enseguida se ha medio despejado el cielo y el ambiente ha quedado muy agradable. En el pueblo no hay nada que ver, tan sólo la citada charca que iremos a ver, prometiéndonos las hospitaleras una preciosa puesta de sol y la visión de las famosas ranas, que están protegidas y, con ello, la charca que les da cobijo.

El hombro me sigue doliendo. El masaje de ayer me dejó la zona, si cabe, más dolorida, y la mochila hay momentos en que  no se como colocármela para no agravar más la dolencia. Con ello, vuelven las dudas sobre mi continuidad en el camino.

Hoy conocí el nombre de un peregrino francés, se llama Joseph, con el que llevamos coincidiendo unos cuantos días. Es también maestro y está a punto de jubilarse, pues tiene 54 años y tiene la opción de hacerlo a los 55 voluntariamente. ¡Envidia, eso se llama envidia!

Siguiendo con el tema de la envidia, me doy cuenta que tengo sana envidia, si es que la envidia puede ser sana (aunque así se dice) de las personas que conocen algún idioma, pues son muchos los peregrinos extranjeros que se va uno encontrando y con los cuales, a veces, me gustaría  intercambiar opiniones y experiencias.

“Porque una sonrisa es la mejor seña de identidad que tenemos para continuar por la vida”...

Precioso, sencillamente precioso.

Eso dice, entre otras cosas, un poema anónimo que alguien ha ido colgando en el tablón de anuncios de varios albergues, seguramente l@s hospitaler@s de cada uno de ellos.

También he encontrado en este albergue varios ejemplares del libro peregrino que encontré en el albergue de Azofra, (Rioja), libro que llevo conmigo desde entonces. El prologo del libro dice así:


“Este es un libro peregrino. Pertenece a todos y por lo mismo no pertenece a nadie. Como la luz, el viento, la vida, el amor. Las mejores cosas que conocemos. Que no se pueden comprar en las tiendas y nos son generosamente regaladas.

Si el destino lo ha puesto en sus manos no ha sido por casualidad sino porque, en un preciso momento, maravilloso e irrepetible, se han dado las circunstancias adecuadas para ello.

Medite sobre ese momento. ¿Puede ser una forma del lenguaje divino? ¿O acaso es el producto intencionado de un loco altruista? ... Quizás venga a ser la misma cosa. Pero de ninguna manera ha sido por casualidad.

Sea como sea, este libro no le pertenece. Ha nacido para ser peregrino y así debe ser. Porque no tenía acomodo en el mundo. Porque, al parecer, el mundo no le entendía.

Respételo. Si no le interesa, páseselo a quien usted crea que le puede interesar.

Y si le interesa léalo, o mejor, estúdielo, pues pocos son los preparados para entenderlo bien. Quédeselo un tiempo, camine con él, como un peregrino amigo. Disfruten juntos de la luz y del conocimiento que hay en él. Pero, después, páselo a otra persona para que siga su camino”.

Y eso pienso hacer. Lo llevaré conmigo, hasta Finisterre y luego  hasta casa. Allí se lo dejaré a mi amigo Fernando o quizá a mi amigo Ángel. Creo que les puede interesar y creo que están preparados para entenderlo bien, pues no es fácil. Sin embargo, las propuestas que hace, por sus repercusiones en todas las esferas de la vida, son totalmente revolucionarias, en el buen sentido de la palabra, y parten de los actuales conocimientos científicos en lo que respecta a la Física de hoy.

Me ha entusiasmado la idea de crear un libro peregrino. Me pregunto, como si yo fuera un padre adoptivo que se preocupa por la partida de un hijo hacia lo desconocido, ¿hasta dónde llegará su peregrinación? ¿Cuántas personas lo leerán hasta el final? ¿Cuál será su final? ... Me siento responsable de él.

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