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miércoles, 2 de septiembre de 2009

Camino francés: vigésimo octava etapa


11/07/07
La tarde de ayer transcurrió entretenida y animada. Javi, el gerente del albergue de Las Águedas,  nos estuvo explicando algunas anécdotas del camino que nos queda por delante. Entre otras, nos habló de Tomás el Templario, hospitalero de Manjarín (Galicia), el cual asegura que se le apareció la Virgen y lo ordenó caballero templario, cosa que le llevó a procurarse el correspondiente hábito y espada. Por lo visto el hábito sí hace al monje . Tras ello le dijo que abriera allí un albergue para acoger a los peregrinos. Se trataba de un lugar que pertenecía al ejercito, antiguas instalaciones en ruinas. Y allí está, uno de los albergues más tristemente famosos del camino francés, con sus detractores, como es el caso de Javi, y con sus seguidores. Como albergue privado que es, sin soporte de ningún municipio ni parroquia, cobra un donativo, en consecuencia, no paga impuestos ni tiene obligación de declarar a Hacienda. De esta manera, se ha ganado la animadversión de la Asociación de albergues privados del camino. Se le han puesto denuncias, se le ha intentado cerrar el albergue pero no se ha conseguido ya que tiene amigos en la Federación de Asociaciones de Amigos del Camino. Su albergue, si así se le puede llamar, carece de WC y agua corriente. En fin, todo un personaje este Tomás. Sin embargo, no deja de haber peregrinos que pernoctan allí y suerte tienen si no son picados por las chinches, pulgas, piojos y otros parásitos que allí moran. Se ha dado la circunstancia, nos dice Javi, que algunos albergues que hay posteriormente a este de Manjarín no han aceptado en sus instalaciones a peregrinos que hayan pernoctado allí pues transportan fácilmente en sus pertenencias estos parásitos y no quieren comprometer su prestigio.

Decía que la tarde fue entretenida, gracias a los comentarios anteriores de Javi sobre el albergue de Manjarín y también debido a   la conversación que se dio entre cinco peregrinos españoles de diversa procedencia que coincidimos en el patio del albergue aquella tarde. Iniciamos la conversación  un zamorano, que viene de hacer la Vía de la Plata, iniciada desde su tierra -confluye con el camino francés a la salida de Astorga, donde nos encontramos-, un madrileño, que resultó ser un trabajador prejubilado del diario El País y autor, según afirmaba orgulloso, de la primera portada del diario el día en que salió a la calle por primera vez y que decía ser un consumado aficionado al senderismo de montaña, Antonio, mi compañero granaino, como dice él, y yo. Para el madrileño, lo más importante de la conversación era que estaba muy orgulloso de su recientemente acabado trabajo en El País y su afán en hacernos saber que para él etapas de 30 Km en el camino eran de lo más normal -debía ser cierto pues no lo volví a ver más-. También el zamorano, menos locuaz que el madrileño, resultó ser un gran andarín, por las distancias que decía venir recorriendo desde que salió de Zamora. Finalmente, se nos unió un joven riojano que puso la nota cómica, a veces grotesca, con sus comentarios y risotadas acerca de las comilonas que se metía entre pecho y espalda durante el camino, con lo cual, obviamente, volvió a salir el tema cocido maragato, que él, naturalmente, había probado al mediodía y que pensaba repetir para cenar. Uhm!!! También, no podía ser de otra manera, nos habló de los vinos de Rioja que afirmaba conocer de maravilla. También estábamos, en fin, Antonio, el granadino de Ibiza y yo, los que menos hablábamos, aunque disfrutábamos escuchando a los demás. Así, con una animada tertulia,  llegó la hora de cenar -en segundo turno- para los españoles, ya que los extranjeros cenaron puntualmente a las 7 de la tarde. Nada del otro mundo pero nos llenó el estómago.

También tuve tiempo para hacer un primer balance de los pocos días que llevaba de camino. Cada día resultaba ser diferente y si bien podía haber una rutina no había nunca monotonía. Si ayer me encontré muy bien durante los 16 Km de la etapa, hoy he sentido el cansancio pronto, incluso he vuelto a sentir dolor en el callo del dedo pequeño del pie izquierdo, que ya el verano pasado me dio problemas. Lo paradójico es que 15 días antes de partir fui al podólogo para solucionar este tema y creí que ya estaba resuelto, pero compruebo que no ha sido así.

El albergue donde me encuentro, en Rabanal del Camino, al pie del puerto más alto del Camino Francés, aunque no el más duro, que está por venir. Aún así estaremos rozando mañana los 1600 mt de altitud para después hacer una prolongada, y para muchos peligrosa, bajada; más dura, sin duda, que la propia subida.

La etapa que marcan las guías nos llevaría hasta Ponferrada, con algo más de 30 Km. Está claro que yo no pienso seguir la guía pues estoy seguro que sería como sacar un billete de vuelta anticipada. Sin embargo, Antonio, mi compañero de andanzas en estos últimos días quiere hacer la etapa completa pues quiere llegar a Santiago el 25, dado que tiene billete de avión pagado para el 26. Yo quedo a disposición del camino, de mis piernas y de mis pies.

Esta tarde, a las siete, los monjes del monasterio benedictino de San Salvador del Monte Irago, que se halla en este pueblo, invitan a los peregrinos a participar de sus Vísperas, cantadas al más puro estilo gregoriano en la ermita de origen románico que hay en frente del monasterio. Se bendecirá a los peregrinos asistentes. Pienso ir pues me gusta el canto gregoriano.

En el albergue de Rabanal hay un escrito anónimo colgado en el tablón de anuncios que dice así:

"La vida no va ser como tú quieres; tú has de ser como la vida quiere; de mala gana o alegremente. Si lo afrontas de mala gana, sufrirás, y si lo aceptas con alegría, tu vida se convertirá en un éxtasis"

Pienso que, efectivamente, es así y que cuanto más tiempo tardemos en reconocerlo más sufriremos innecesariamente. No obstante, no es fácil percatarse de hasta qué punto es exactamente así.

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