Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Camino francés: vigésimo séptima etapa


11-07-07
Como temía ayer, aunque no lo manifesté, me ha vuelto a visitar una vieja conocida mía del camino: tendinitis, así se llama ella. Se vuelven a repetir los mismos síntomas en la misma pierna y en la misma zona. Bueno es saberlo, pues me hará adaptarme al camino ya que el camino no parece querer adaptarse a mí.
Pensaba hospedarme hoy en Hospital de Órbigo, 5 Km antes de donde estoy, pero finalmente decidí llegar aquí, a Santibáñez de la Vega, un pequeño pueblo de 200 habitantes donde el único bar que encontramos es, a la vez, el centro social del pueblo como reza un cartel colocado encima de la puerta de entrada. 
Llegué al albergue a las 11,30 y esperé la media hora correspondiente hasta que abrió el hospitalero, un tipo fuera de lo común. Italiano de fuerte personalidad, podría ser perfectamente un personaje de típica película italiana costumbrista. Atiende a los peregrinos en francés, alemán, español, inglés y, obviamente, en italiano. Hay dos cosas que le alteran el genio a Hércules, así se llama nuestro hospitalero: los turistas -"turigrinos" le digo yo- que vienen al camino que no a hacer el camino y aquellos que, además de ser turistas en el camino, son también franceses. Le tiene un especial encono a los franceses. Me explica porqué: ha hecho el camino pasando por Francia y comenta que allí los albergues son carísimos y el trato frío e impersonal. Acaba de enfadarse con una peregrina francesa porque no entiende que dar un donativo -en este albergue se cobran 5 euros por dormir y la voluntad por desayunar y cenar- es dar algo voluntariamente en función de las posibilidades de cada uno. La peregrina francesa insiste en saber a cuánto asciende el donativo y Hércules parece a punto de sufrir un ataque de nervios, eleva su tono de voz e increpa a la, según su apreciación, turista francesa, que al principio se toma la regañina con humor pues debe pensar que el hospitalero, como buen italiano, es muy dado a la comedia y al histrionismo. Finalmente, la discusión se pone fea y la peregrina comienza a sonrojarse porque entiende que no hay para tanto. La que parece ser su compañera le dice lo que deben ser unas palabras de consuelo y le aconseja que no insista más en el tema. Cuando las peregrinas francesas se retiran, Hércules comenta, mirándome: "Sólo los franceses preguntan estas cosas, sólo ellos". Finalmente, nos juntamos en el albergue 9 peregrinos más otro que repetirá noche ya que padece algunos problemas en los pies y le han aconsejado descanso. Sin embargo, tiene prisa en reemprender la marcha ya que quiere llegar a Santiago el 25, el día de la fiesta grande. Mientras escribo estas líneas en el patio del albergue, un lugar falto de mantenimiento pero que aún conserva el encanto que debió haber tenido en la época en que esta casa era la del cura del pueblo, le llega a Hércules un paquete que le envía su hermano, que vive en Roma, donde él nació. Está muy contento porque en él ha encontrado una bolsa de café tostado por su familia que, al parecer, se dedica a ello. Esto junto con una bolsa de pimiento picante molido, hecho también de manera artesanal por su hermano, que proviene de la cosecha de su propia huerta. Se muestra orgulloso de estos productos que le traen a la memoria su casa en un pueblo cerca de Roma, su familia y la tierra que le vio nacer. También muestra su sorpresa cuando encuentra un CD de Franz Lizt que enseguida pone en un reproductor, a todo volumen, eso sí. 
-"El cura está aún más loco que yo"- dice Hércules, seguramente alertado por la cara que me debe haber visto a mi ante el espectáculo en que se ha convertido la apertura de su esperado y deseado paquete. Los peregrinos extranjeros se sitúan en las zonas soleadas del patio conforme van llegando y nosotros tres, Hércules, Antonio, el joven granadino que descansará hoy aquí, y yo nos ubicamos en la zona más sombreada del patio, junto a la ventana que da a la cocina y donde la música se puede oír con más intensidad. Hércules no cesa de sacar cervezas frías -invita la casa, claro está- y de hablar de su paquete, de su hermano, de su tierra, de su huerto... También se refiere a los extranjeros para hacernos la observación de que, curiosamente, están todos al sol. Debe de ser lo único que les une pues son de diversas nacionalidades. Realmente la tarde es placentera -lo sería mucho más si la música estuviera un poco más baja, para mi gusto-. Hércules parece a gusto al tener dos acompañantes que no le causan la aversión que siente por algunos peregrinos, sobre todo si son franceses. Así, llega la hora de preparar la cena y Hércules nos invita a Antonio y a mí a ir con él a la cocina para que le acompañemos mientras hace la cena, que consistirá en macarrones a la herculana y huevos a la romana para los "turistas". Cuando tiene preparada la pasta, que tiraría sin miramientos si fuera para él, pues le ha salido fatal -los macarrones no están al dente- dice, pero como que es para ellos que "bien está así, que aquello no es un restaurante" También a nosotros nos pone un buen plato de pasta que, por cierto, yo encuentro riquísimos. Aunque él, como buen italiano, reniega de la pasta que no esté en su punto.
Realmente, este Hércules es un tipo que no deja indiferente. Es de aquellas personas que cuando entran en acción, o sea que empiezan a hablar, no dejan a nadie indiferente. O te cae bien, como a mí, o te cae fatal, como a alguna que otra peregrina que hay por aquí. De todas maneras, hay que reconocer que es un tipo sui generis y tiene algunos rasgos de su forma de ser que pueden ser difícilmente entendibles para mucha gente. Su trato al peregrino está en función de cómo le cae la persona a la que atiende -no sé en qué se deber fijar- De hecho, afirma él, ha puesto de patitas en la calle a algún peregrino por hacer algún comentario desafortunado, a criterio suyo, naturalmente. Sin embargo, su ojo clínico no es de lo más acertado a la hora de detectar turistas en el camino, como dice él, seguramente por la influencia del alcohol en su cerebro y, consecuentemente, en su criterio. Hoy lleva bebidos hasta la presente 15 botellines de cerveza. De hecho, sus ojos, su mirada, su forma de hablar, sus gestos, todo en él delata la influencia del alcohol que corre por sus venas, aunque no llega a perder sus capacidades. Ahora, cuando escribo este diario, Antonio, el peregrino granadino que vive y trabaja en Ibiza y con el cual he compartido camino en el día de hoy, me comenta que la noche anterior fueron los dos a Astorga con un amigo de Madrid que vino a verle y se bebió unas cuantas cervezas más. Me parece increíble que alguien se beba tal cantidad de cerveza y, aún así, continúe coordinando, aunque no mucho pues aún cuando volvieron de madrugada al albergue y una vez Antonio se había metido en la cama, Hércules se sentó en ella y se puso a platicar con él durante un buen rato. En fin, ya lo dice el propio Hércules: -Yo soy romano, católico, apostólico y un poco alcohólico". 
Bueno, dejemos a Hércules quien, por cierto, nos recomendó el albergue en el que hoy, 11 de julio de 2007 , nos encontramos, en la localidad de Murias a unos 4,5 Km de Astorga, una vez pasada esta ciudad, de grato e ingrato recuerdo para mí. Esta paradoja se debe a que hace unos años pasamos por esta población camino de Galicia y decidimos parar a probar el famoso cocido maragato. Era verano y ello lo desaconsejaba pero, ya que estábamos... 
Ciertamente, el cocido maragato, como otros en España, es un rico plato pero, de tan abundante, resulta excesivo y como quiera que sus diversos componentes, que se sirven en orden inverso a como se haría en cualquier otro sitio, están francamente exquisitos, pues no se ve nunca el momento de parar y dejar lugar para los siguientes. Así, cuando uno decide terminar de comer el primero, las variadas carnes, dejaría ya de yantar. Y es en ese momento cuando llega el camarero con el siguiente componente. El mismo proceso tiene lugar varias veces hasta acabar con la sopa, pasando antes por los garbanzos y verduras. Y a uno, que come con la vista, se le empezó a estropear el aparato digestivo ya en plena comilona pero aún así seguía comiendo. Después de haberlo probado todo, con desmesura, lo confieso, mi estado era más que lamentable. Decidimos ir a dar una vuelta por ver si el asunto se arreglaba, pero la hora que era, las 4,30 de una calurosa tarde de agosto, no ayudó en nada a tal menester y pasé el resto del día arrepintiéndome de ser tan glotón y con un empacho de padre y señor mío.
El albergue en que me encuentro hoy se llama "Las Águedas" y es privado. Casualmente, quien regenta el albergue es Javi, un vasco al que conocí el año pasado en el camino a la altura de los Montes de Oca y con el que nos fuimos viendo durante algunas etapas. Ha sido una agradable sorpresa encontrarlo y lo he reconocido enseguida aunque él no a mí. Sin embargo, cuando le di algunos detalles de las circunstancias que acontecieron en aquellos días en que coincidimos, enseguida las recordó. El albergue está realmente muy bien. Agradable, acogedor, limpio, nuevo y relativamente barato, 8 euros por dormir y 6 más si cenas. No se puede desear más siendo peregrino.
Santiago -me refiero al apóstol- ha obrado en mí un milagro. Ayer estaba francamente destrozado. Parecía que hubiera hecho el camino no a pie sino con las nalgas. Tal era el dolor -agujetas, seguramente- que sentía en tan noble parte. No obstante, esta mañana me encontraba como el primer día, fresco y con energías. De hecho creo que podía haber hecho 5 Km más y plantarme en el siguiente albergue, pero no conviene abusar. Se paga la factura en los siguientes días. En estos casos conviene seguir una máxima del camino que dice así: "guarda para mañana lo que te sobre hoy, lo puedes necesitar". Útil sobre todo para los que, como yo, no acostumbramos a hacer grandes caminatas durante todo el año cargando con 10 kg de peso en la espalda.

"Peregrino, peregrino
¿ es acaso tu meta tu destino?
Piensa en ello, peregrino"

Bonitas e interesantes palabras. Dignas de ser meditadas. Están escritas en la pared de una moderna iglesia a la salida de Astorga, y a las que yo añadiría:

Peregrino, peregrino
está escrito tu destino
más no te desanime ello,
¡tu destino lo escribes tú!
Peregrino, peregrino
está marcado tu camino
pero, afortunadamente,
¡tu camino sólo lo andas tú!

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