Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Camino francés: trigésimo sexta etapa


19/07/07

El de hoy ha sido el trayecto entre Sarria y Portomarín. Otra etapa rompepiernas, si es que hay alguna en Galicia que no lo sea. En total 22 Km con sus respectivas subidas y bajadas. De manera, que cuando estábamos en plena subida se desesperaba uno por que llegara la bajada y cuando se llevaba una cuarta parte de la bajada ya se anhelaba de nuevo la subida. Inútil desesperarse y desear un tramo de camino llano pues de sobras es sabido que eso no existe en Galicia, al menos en la Galicia del Camino.

Hemos llegado muy, muy cansados. Los 4 últimos Km nos han venido largos, siendo estos donde está la guinda del pastel: una criminal y prolongada bajada hasta orillas del río Miño y, por si nos parecía poco, el pueblo, Portomarín, se encuentra en la falda de un cerro con lo que sus calles son lo más cercano a la verticalidad que pueda ser una calle, o así me lo pareció a mí. Para llegar al albergue tuvimos, todavía, que subir una escalinata que, en otras circunstancias, no nos hubiera causado la misma impresión. Eran las 2,3o de la tarde y llevábamos andado desde las 7 de la mañana. Decidimos ir a comer directamente, sin más miramientos, dejando la ducha para después. Poco después llegaron Alicia, maestra en Alcobendas (Madrid) y Marta, psicóloga, que trabaja en el departamento de selección de personal de una ETT en Madrid. Marta está cada día peor con su tendinitis. Anda lenta, con un ritmo muy flojo, pero finalmente llega a todos sitios. La acompaña su amiga Alicia, aunque en numerosas ocasiones la he oído decirle que siga su camino y que no se preocupe por ella. Obviamente, Alicia, apenas si deja sola a su amiga durante unos minutos en los que nos acompaña a Ana o a mí, o a ambos, teniendo así la oportunidad de conocernos un poco mejor. Así hemos sabido que es maestra de educación especial, que siente una gran pasión por su profesión y que comparte su tiempo libre con su otra gran pasión que -me deja estupefacto, cuando me lo dice- es la Teología, carrera de la cual está haciendo el quinto curso.

Tras intentar dormir la siesta -es paradójico pero el mismo cansancio no me lo permite- me voy a la sala de Internet donde me encuentro con Ana  y Alicia que tampoco han podido conciliar el sueño. Nos dedicamos durante unos minutos a buscar alojamiento para los dos siguientes días al de mañana, pues para este día ya lo tenemos. Resulta más complicado de lo que nos parecía pues todos los albergues privados están muy solicitados, claro está por la diferencia de precio a favor con respecto a una pensión, hostal u hotel, las otras alternativas. Sin embargo, finalmente, lo conseguimos y  nos quedamos tranquilos toda la tarde. Decidimos, entonces, ir a dar una vuelta por el pueblo cuando vemos entrar a Isabel, la de Barcelona, de la cual nos separamos en Triacastela. Viene desesperada porque no encuentra alojamiento en ningún sitio. Llega literalmente agotada debido a la dureza de la etapa en sí y al calor que ha debido de soportar por andar a las horas en que el sol -sí, hoy hemos visto el sol- pegaba más fuerte. Sólo tiene dos opciones: o continuar su camino y probar suerte en el siguiente pueblo con albergue, a 8 Km y medio, o irse al polideportivo, que el Ayuntamiento ha abierto ante la avalancha de peregrinos que se le ha venido encima. El encargado del albergue privado donde nos hallamos nos dice que hay más de 1000 en el día de hoy aquí, en Portomarín.

En realidad, el actual pueblo no es sino el que se construyó cuando se hizo un pantano en este tramo del río Miño en los años 50. Del antiguo sólo queda la iglesia, de planta rectangular y amurallada, rematada al fondo por un ábside semicircular, que fue trasladada piedra a piedra desde su ubicación original para salvarla de las aguas. Por lo demás, visitamos la iglesia y luego el polideportivo, por aquello de curiosear un poco en las condiciones en que se alojarán los peregrinos que no disponen de albergue o no se pueden costear un hotel, como es el caso de Isabel. Nos parece verdaderamente lamentable, una vez más, la situación a la que se llega en verano, sobre todo coincidiendo, como es el caso, con las fechas inmediatamente anteriores a la del 25 de julio, fiesta grande en Compostela y en toda Galicia, fecha en la que todo el mundo quiere estar en Santiago, no siendo éste nuestro caso. Acabada la visita y tomadas las fotos de rigor, que quedarán para la posteridad, nos dirigimos a la terraza de un bar, bajo los porches de la plaza mayor de la villa. Como quiera que hiciera fresco, decidimos entrar dentro. Estaba avanzada la tarde y el sol, muy bajo ya en el horizonte, no calentaba lo suficiente.

Poco después volvimos al cobijo del albergue. Se trata de un albergue  nuevo, con más de 120 plazas y con un mantenimiento y unas instalaciones más que aceptables. Poco a poco la oscuridad fue ganando su particular batalla y los peregrinos nos fuimos acostando, aunque algunos, entre ellos los frailes que vimos en días anteriores, y que hoy se alojan aquí, tenían su fiesta particular en la sala polivalente del albergue, lo cual no me impidió dormirme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquí puedes dejar tu comentario, si te place.