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miércoles, 2 de septiembre de 2009

Camino francés: trigésimo segunda etapa


15/07/07

Lo primero que he hecho esta mañana al levantarme ha siso mirar el cielo con la esperanza de ver las estrellas -en el Camino, a las 6 de la mañana todavía hay oscuridad suficiente para poder verlas si el cielo está despejado-. Y no es porque un cielo estrellado sea una de mis vistas predilectas, que lo es, sino, como es de suponer, por ver si el buen tiempo nos acompañará en la ya cercana subida a O Cebreiro. Antes de salir, Ramón, el viejo y sabio hospitalero, casi nos prometía que no nos llovería, pues él había hablado con los de arriba y así se lo habían confirmado. Sin embargo, finalmente, ha llovido, aunque no en el propio camino, sino media hora después de llegar al albergue y justo unos minutos después de tender la colada del día e irnos a comer a un restaurante cercano. Fue divisarlo y empezaron a caer las primeras gotas. El restaurante, muy cuco y acogedor, estaba casi vació. Una peregrina se nos había adelantado. Nosotros tomamos una mesa junto a la ventana y desde allí pudimos contemplar el fuerte aguacero que estaba cayendo. Luego, el resto de la tarde, fue lloviendo intermitentemente. Sin embargo, cuando debía quedar algo menos de 2 horas de luz, el cielo se abrió y pude tender de nuevo la ropa. Durante mi ausencia, un peregrino bondadoso la recogió, -nos había visto partir un rato antes- tras recoger, así mismo, la suya. Ahora, mientras escribo, estoy en la puerta del albergue, presto a estar al quite por si se pone a llover de nuevo. Muy cerca, un joven, alto y apuesto hospitalero con ojos de aguamarina, que estoy seguro que haría las delicias de más de una compañera mía del trabajo, explica a unos peregrinos cómo es la subida a O Cebreiro. Según él es la etapa más dura de todo el camino, comparable, no obstante, a la de St. Jean Piedeport, en Francia, que cruza el Pirineo hasta llegar a Roncesvalles y que muchos peregrinos toman como su primera etapa del Camino. Se puede hacer por carretera para evitar el camino enfangado por la lluvia pero no cree que compense ya que se hace algún que otro km, de más y la pendiente no dejar de ser menos fuerte.

De cualquier manera, he pensado hacer esta etapa desprovisto de la mochila que a estas alturas ya pesa 11 kg. Se trata de alquilar un taxi para que suba las mochilas. Cobra 15 euros por viaje y se trata de ver cuántos peregrinos han pensado hacer lo mismo. Cuando le pregunto al hospitalero se ofrece a pasar por todo el albergue para ver si hay algún otro interesado y compartir gastos. Finalmente, sólo seremos dos los que cometeremos lo que se me antoja una infracción de las reglas no escritas del camino. En fin, la lumbalgia me está fastidiando bastante últimamente a pesar de los antiinflamatorios que tomo, y  no es cuestión de arriesgarse a tener que quedarme algún que otro día allí en el pequeño pueblecito de O Cebreiro, en medio de la montaña, para descansar y recuperarme. Y no es que tenga ninguna prisa pero no me atrae nada la idea.

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