Mis gatos: Gurri, que lo fue, y Peluchi, que lo es.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Camino francés: trigésimo octava etapa


21/07/07
La etapa de hoy ha sido de las más cortas de lo que llevo de camino. Así lo aconsejan las circunstancias por la necesidad de asegurar el alojamiento. Además, encaja perfectamente con nuestros planes de llegar a Santiago el día 26, una vez se haya acabado el agobio general por llegar el día de la fiesta grande.
El albergue donde nos encontramos lo lleva una familia catalana que vive aquí, en San Xulià do Camiño, desde hace 5 años. Compraron una casa vieja y la reconstruyeron para montar un albergue privado que está muy bien arreglado y es harto acogedor. Su hija, Minerva, es maestra de música en una escuela pública de Barcelona, además de cantante soprano con estudios realizados en el Liceo. En la actualidad estudia guitarra clásica y está a punto de sacar su primer CD al mercado. En septiembre, puntualiza su padre, quien presto pone una maqueta del mismo en el reproductor. Cuando oímos sus canciones concluimos que canta como los ángeles. A su padre se le cae la baba.
Comimos un bocadillo, pues aquí no hacen comidas, sólo cenas, y nos fuimos los cuatro -Isabel nos dejó pues quería ir a su aire y tenía prisa por llegar el día 25 a Santiago- a dormir la siesta. Nos han adjudicado una habitación, que justamente tiene 4 literas, apartada del mundanal ruido. Como no podía dormirme, decido ir al bar, que a la vez es el centro de recepción para los peregrinos que aquí se han refugiado -nunca mejor dicho-de una lluvia que no ha cesado en todo el día. Cuál sería mi sorpresa cuando veo a Minerva sentada a una mesa sobre la cual se distribuían algunas partituras, cantando, acompañándose de la guitarra, un variado repertorio de canciones clásicas y modernas. Volví a pensar que cantaba como los ángeles y por momentos, en mis ensoñaciones, me vi quedándome allí, en aquel albergue, en aquel recóndito pueblo del Camino, perdidamente enamorado de ella. Cuando me descubrí a mi mismo en tal estado de embobamiento, decidí ponerle fin  y salí para avisar a mis compañeras de lo que se estaban perdiendo. Ana fue la primera en venir y viendo que Alicia y Marta no acababan de hacer lo propio decidió volver a la habitación por si no se habían enterado. Poco después, allí estábamos los cuatro, en compañía de otros pocos peregrinos que  habían decidido quedarse, embelesados con las canciones y con la voz de Minerva. Por momentos, la emoción me embargaba, pero ésta llega al paroxismo cuando el padre de Minerva le pide que cante La Tieta, de Serrat. Ella, en principio, se muestra un poco reticente, porque dice que es muy triste, pero en vista de la insistencia de su padre y la de los espectadores, que se adivina en las caras de decepción que ponemos todos los que conocemos la canción y el cantante, accede a la petición. Las lágrimas no tardaron no tardaron sino unos segundos en hacerse presentes en mis ojos. Yo hice todo lo posible porque no se  notara la emoción que me embargaba pero, finalmente, corrieron por mi mejilla una tras otra, hasta que acabó la canción. Suerte que tenía ante mí mi cuaderno del peregrino y ello me permitió disimular haciendo como que escribía. No obstante, creo, más de uno se percató de mi situación y finalmente Minerva también, lo cual me causó un sonrojo que no pude ocultar.
Reconozco que la tarde de hoy me ha dejado tocado anímicamente. El tiempo otoñal, el fuego a tierra encendido, las canciones de Minerva, la añoranza de mi tierra, de mis seres queridos, todo ello me lleva a decidir acabar la escritura del diario por hoy. Sin embargo, también ha sido la tarde más gratificante en lo que llevo de camino.
Viene a mi memoria lo que me  dice mi amigo Ángel en un reciente mensaje de móvil:
"Lo importante no es la meta a la que te lleva el camino, sino los pasos que das para conseguirlo"
¡Vinga, va, deixa't de romanços, José Luis, i a sopar, que ja és hora!
Que aprofiti

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